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Hans Gildemeister y el recuerdo de su adorada Margarita

A pocos días de cumplir 68 años (el 9 de febrero), Hans Gildemeister sigue con la misma vitalidad de sus años mozos: corriendo entre su querido Zapallar, donde volvió a radicarse al comienzo de la pandemia, a sus eventuales reuniones en Santiago y constantes viajes a Buenos Aires, a donde lleva a pulir a talentosos pequeños, que espera que algún día den el gran salto a la élite del tenis mundial. "Nos adelantamos y vinimos a Chile con mi mujer producto de la enfermedad que tuvo, aunque ya habíamos pensado volver de Estados Unidos un par de años antes. Nos instalamos acá en Zapallar, donde tuve una escuela de tenis, porque este fue uno de los pocos lugares que no se cerró en la pandemia. Después, lamentablemente su enfermedad se agravó y enviudé hace un año y siete meses?", cuenta el Biónico, como le decían en su época de tenista, entre los años 70 y 80, cuando ganó 27 títulos, 23 de ellos en dobles, la mayoría con el ecuatoriano Andrés Gómez, aunque fue finalista de Roland Garros con Belus Prajoux.

Gildemeister hoy vive en la playa de la Región de Valparaíso, arropado por las constantes visitas de sus cinco hijas y doce nietos.

¿Cuántos años estuvo con su señora?
"Estuvimos desde que Margarita (Domínguez) tenía 16 y yo 18 años. Nos casamos en enero del 78, muy jóvenes, así que fueron más de 43 años de matrimonio".

¿Cómo fue enfrentar su partida?
"Ella tuvo cáncer de pulmón. Y aunque con mis hijas ya estábamos preparados, no fue fácil. No me gusta mucho tocar el tema porque uno empieza a recordar muchas cosas".

¿Quiénes han sido sus grandes apoyos desde entonces?
"La familia, mis hijas, mis nietos, mis cuñados y los mejores amigos. Y también me mantengo ocupado haciendo clínicas de tenis sociales e inclusivas para niños en la Región de Valparaíso".

¿Cómo están sus hijas?

"Están bien. Tengo cinco: Margarita, la mayor, Natalia, Josefina, Camila y Catalina, quien es la más chica y ya tiene 31. Todas viven en Chile, gracias a Dios. Tres de ellas están casadas y dos son solteras. Me llevo súper bien con mis yernos, así que he tenido suerte".

¿Y los nietos?
"Bien, tengo 12, el mayor es José Vicente, quien ya tiene 23 años, y la menor tiene nueve meses, que es la Rosa, la nueva adquisición".

¿Es un abuelo consentidor o rígido?
"Los papás tienen que disciplinarlos y ser rígidos, yo no. Yo los malcrío. En este momento tengo a dos durmiendo conmigo y luego llegan cinco más. Arriendo esta casa donde vivo todo el año. Y solamente voy a Santiago a las reuniones que tengo relacionadas con el tenis".

Ninguna de sus hijas fue tenista. ¿Alguno de los nietos quizás siga sus pasos o se resisten?
"No es que se resistan. Lo que pasa es que el deporte de alto rendimiento es muy exigente, y no es fácil ser profesional. Yo tuve padres que se dedicaron mucho. Mis hijas más chicas, Catalina y Camila, fueron buenas deportistas, pero para el caballo. Entre los 14 y 16 años fueron grandes saltadoras, incluso compitieron en un Mundial. Después en ese deporte mientras más grande eres más alto tienes que saltar y más caro es el caballo; así que luego tomaron la decisión de estudiar. Y entre mis nietos hay varios que están jugando en el Manquehue, otros viven en Cobquecura y hacen todo tipo de deporte. Como abuelo pienso que mientras hagan cualquier deporte está bien. Hay uno que quiere entrar a jugar rugby este año. Se llama Santiago Romagnoli, tiene 14 años, es grande, es fuerte, maceteado y creo que puede ser un aporte".

¿Su señora también era querendona con los nietos?
"Sí, los nietos gozaban con ella, se quedaban a dormir en la casa, se divertían mucho con ella y pasábamos todos los veranos juntos, a veces con 16 personas alojando en la casa".
 
¿Qué es lo qué más echa de menos de ella?
"Todos los años con Margarita fueron espectaculares. Lo que uno más siente es que no haya podido ver crecer a sus nietos. Ella alcanzó a estar con todos, menos con la Rosa, que fue una bendición de Dios que nació nueve meses después de que mi mujer se murió. Eso es algo que me hubiese gustado que ella disfrutara .

Fue muy afortunado usted, entonces.
"Bueno, dicen que el matrimonio es una lotería y yo me gané el pleno varias veces".

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