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Sergio Superman Vargas

Se sabe que Sergio Vargas Buscalia (57) es ídolo en la U, club con el que fue campeón en 1994, luego de 25 años de sequía; que se ganó el apodo de Superman, por sus voladas salvadoras; que se nacionalizó chileno y que jugó la Copa América y eliminatorias por la Roja; que fue semifinalista de la Copa Libertadores en 1996 con la U, pero poco se sabe de sus inicios en el pueblo de Chacabuco y de cómo se hizo arquero en Independiente.

Esa deuda la paga con su libro "Conversaciones con Sergio Bernabé Vargas". "Empecé en River de Chacabuco. A los 13 años, me voy a Independiente, donde me encuentro con entrenadores importantes como Miguel Ángel Santoro y Osvaldo Mura. Y con todas las dificultades del camino para llegar a jugar en el primer equipo", explica.

"Vivía en la pensión de Independiente, bajo las tribunas del estadio. Nos daban la alimentación en el club, pero necesitábamos más que alimentación. Ahí andaba arreglándomelas como podia. Hubo muchas dificultades por la lejanía. Hay que pensar que me tuve que ir de Chacabuco, dejar a mi familia, mi barrio, a mis amigos y a mi ciudad para lograr mi sueño", agrega.

-¿Sentía que Chacabuco estaba muy lejos de Buenos Aires?
-Chacabuco está a 200 kilómetros, pero en esos años, en bus eran cinco a seis horas. En tren, Io mismo. Todo era muy complicado. Además estaba el tema económico. En el club te daban un viático, pero, a veces, me compraba un jeans o unas zapatillas y me quedaba sin plata. Entonces tenía que ver cómo me las arreglaba. Trabajaba. Me levantaba a las cinco de la mañana. A la una de la tarde almorzaba. Después viajaba dos horas para ir a entrenar. Vivía en Villa Devoto, en la casa de mis tíos Chichi y Lastenia. Entrenaba, otras dos horas de vuelta y llegaba a las nueve 0 10 de la noche. Al otro día, de vuelta a las cinco de la mañana para ir a trabajar. Eran los obstáculos que había que vencer. Lo otro era extrañar, la tristeza, los momentos difíciles.

-Pero lo logró.
-A los seis años de haber salido de Chacabuco, me hace debutar el Pato Pastoriza. Subo al primer equipo en 1984. Independiente es campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental, al ganarle al Liverpool 1-0. Yo era el tercer arquero. Hay un montón de situaciones que me tocó vivir. A los 16 años, un entrenador me dijo que no tenía el físico para jugar. Yo decidí quedarme en Independiente y luchar.

-¿En qué trabajaba cuando era un joven?
-Trabajé en varias cosas, en una fábrica de zapatos. De seis de la mañana a la una de la tarde. Almorzaba en la casa de mi tía y ahí tomaba el bus hasta Avellaneda. Volvía reventado a la cena. Tenía 15 años.

-¿Qué labor tenía en la fábrica de zapatos?
-El tema de la suela, ya ni me acuerdo. Pegaba tacos, suelas, diferentes cosas que uno va haciendo. Después trabajé en una empresa familiar. Me querían un montón. Era de refrigeradores. Hacía la instalación eléctrica, soldaba, hacía de todo. Cuando ya estaba en la pensión de Independiente, trabajaba al lado de la cancha de Independiente, en el kiosco de Coco, el gordo Coco. Ahí levantaba quinielas y carreras de caballos. Yo comía a las siete de la tarde en la pensión, pero a las 10 de la noche, cuando cerraba, ya estaba muerto de hambre. Entonces, muchas veces, lo esperaba para ir a comer pizza a La Mufa, en la esquina de la cancha de Racing, que estaba a dos cuadras. No sé si estará todavía. A los 16 o 17 años, antes de los partidos del primer equipo, por la puerta del kiosco pasaba toda la gente para entrar al estadio. Me metía con una heladerita a vender bebidas. La idea era ganarse la vida y generar algún dinero. Muchas veces quería ir a ver a mi familia y no tenía dinero. A veces, me iba colado en el tren o en el bus. También a dedo hasta Chacabuco.

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