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Candonga Carreño cuenta cómo salió de las drogas y el alcohol

Se retiró del fútbol el 2003 en Deportes Concepción y sólo tres veces ha regresado a un estadio. El domingo fue el último, para ver a Colo Colo en el Monumental porque su compadre le pidió que lo acompañara con su ahijado a disfrutar la vuelta olímpica ante O'Higgins.

De no haber sido por ese factor sentimental, al ex goleador Juan Enrique Carreño no se le habría pasado por la cabeza pisar un recinto porque todo ese mundo le hace daño. O le hizo mucho daño. Tanto que se tuvo que recluir durante 16 años en el campo para limpiarse de los fantasmas. Le penó haber sido excluido del Mundial de Francia 98 y que siempre lo tachaban de agresivo por golpear en la cancha a Hernán Caputto, pelea ocurrida, justamente, después de ese mundial.

-¿Por qué no volvió a un estadio?
-Es que ahí vamos a entrar en un tema más personal. Estuve un tiempo metido en drogas después de que me retiré del fútbol, entonces, necesitaba desconectarme de todo, apagar las luces y la televisión.

-¿Y apagó todo?
-Apagué todo. Estuve 16 años en el campo y ahora me ves así.

-Se le ve bien, rejuvenecido.
-Así es, pero tuve que hacerlo.

Candonga tiene 53 años. Su outfit es fresco; gafas, polera suelta, pantalones cortos, zapatillas. Pelo muy corto. Mirada alegre. Está parado con amigos en el hall del Monumental y los hinchas lo reconocen, lo abrazan y le piden fotos. Él sonríe.

Es muy amable al conversar. Habla suave. "Soy abuelo, tengo tres nietos", cuenta y se le ilumina el rostro. Tiene las manos curtidas por el trabajo en su campo que queda en San Vicente de Tagua Tagua, entre San Fernando y San Vicente. "Vivo a una parcela de Nelson Acosta", dice y ríe.

"No me molesta hablar de drogas. Me siento orgulloso de haberle dado pelea. Esto lo cuento para que les sirva a otras personas que enfrentan un problema similar. Una de las razones de no venir a un estadio es que necesitaba aislarme, volver a mis raíces, sacar mi campo adelante con mi familia e insertarme en la sociedad como una persona normal. Cuando uno se retira vuelve a la realidad, porque antes vivía en una burbuja", apunta.

-Dinero, fama, amigos...
-Fama, dinero, hoteles, vives en una realidad ficticia, la realidad se vive cuando uno se retira del fútbol.

-Usted se retiró y sintió el golpe.
-Sentí el golpe y estuve cinco años de mi vida muy desorientado. Terminé en alcohol y drogas. Sufrí mucho e hice sufrir a los míos.

-¿Perdió mucho?
-Económicamente un poco, pero lo más importante es que pude reencontrarme con mis valores y mi familia.

-La drogadicción es una enfermedad que se supera con tratamiento.
-Sí, hay mucha gente que tiene que ir a clínicas de rehabilitación, yo tengo la suerte de haber tenido una mujer (Claudia), mis hijos (Juan David, Ronald, Camila y Vicente) y familia que me apoyaron mucho. Y el campo.

-¿Qué pasaba por su cabeza?
-No quiero hablar de eso, pero me afectó mucho no haber ido a Francia, la pelea de Osorno quedó para siempre. En vez de haber pedido ayuda a un especialista pensé que podía salir solo. No le hice daño a los demás, pero me hice mucho daño culpándome de por qué no había ido al Mundial, por qué había peleado. Mi familia y el campo me salvaron.

-¿Cómo le ayuda el campo? ¿Trabajar la tierra, los aromas, los colores?
-La tierra, plantar árboles, regarlos, hay que cuidarlos igual que a un niño, entonces cuando tienes 6.000 árboles de nectarines tienes que estar preocupado. Tengo ocho hectáreas y trabajadores, pero yo tenía que estar bien para darles el ejemplo a los trabajadores. Trabajaba de sol a sol, todos los días. Estuve 16 años en eso.

-¿Hoy disfruta su campo?
-Insisto, me salvó la vida. Tú me acabas de comentar que me ves bien físicamente, por lo mismo, por el trabajo físico, por el esfuerzo, porque estoy mentalmente conectado con la naturaleza.

-¿Y en medio de ese trabajo pesado, hace ejercicios?
-Camino 12 kilómetros diarios trabajando. Hago labores pesadas, no sé, hay que agarrar 50 kilos de abono y tirarlos. Mi señora me cuida la alimentación, se preocupa de plantar todo lo que comemos. Como sano y el trabajo me hace bien. Y quererse un poco, aprendí a quererme.

-Pensé que, como futbolista exitoso, usted se quería.
-En ese minuto me quería, pero después de estar cinco años nublado, de no ver la luz, un horizonte, un futuro, viviendo el día a día sin aspirar a nada...

-¿Vive de la venta de nectarines?
-Sí. Cosecho los nectarines y vendo bins plásticos de 400 kilos, cargo un camión y se van a Temuco, Concepción y a la vega.

-¿Es feliz?
-Me siento un hombre afortunado de haber sido deportista en este país, con altos y bajos, con muchos defectos, pero más allá del dinero, siento mucho respeto y cariño de la gente y eso es impagable. A veces terminas con cinco millones de dólares en la cartera y nadie te pesca.

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