Una "mina de oro genética" dicen científicos chilenos y estadounidenses que encontraron en el Desierto de Atacama. El estudio duró diez años y sus conclusiones ocupan esta expresión para explicar que algunos genes en las especies vegetales de este lugar podrían ser la solución para que otras, en otras partes del mundo, sobrevivan a las cada vez más comunes condiciones extremas del planeta.
El equipo de investigadores armó un laboratorio natural sin precedentes. Definió 22 puntos, desde 1.500 hasta 4.500 metros de altura, a lo largo de una transecta o trazado entre el pueblo de Talabre y la Laguna Lejía, en la Región de Antofagasta. Luego analizó prácticamente todo lo que ocurría en ellos: lluvia caída, características del suelo, temperaturas, microorganismos y plantas, que sólo cubrían el 7% del área escogida.
"Seleccionamos las 32 especies de plantas más abundantes y persistentes a lo largo de la transecta", dice el estudio, publicado en la revista "Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America" (PNAS).
"Se colectan pedacitos de esas plantas, se congelan en hidrógeno líquido allá en el desierto y luego se traen acá a Santiago, para extraer el RNA y poder estudiar los genes, que son los factores moleculares que explicarían cómo estas plantas son capaces de vivir, adaptarse y colonizar este ambiente", explica Viviana Araus, doctora en ciencias de la agricultura e investigadora de la Universidad Católica y del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio).
Era la primera vez que alguien analizaba genéticamente estas plantas. Cada una de ellas tiene "hermanas", es decir, plantas parecidas, cercanas evolutivamente, pero que no necesariamente viven en zonas áridas, cuyos análisis genéticos estaban disponibles en la comunidad científica. Sólo era cuestión de comparar. Las plantas del desierto tienen genes que sus hermanas no. Ellos serían la explicación de la capacidad de resistencia.
El equipo científico hizo otro análisis. Las plantas del desierto son variadas. Hay algunas que parecen pastos, otras dan vainas, por ejemplo. Entonces se buscaron los genes comunes entre ellas.
"Encontramos 265 genes que serían únicos de las especies de Atacama o que cambian en las especies de Atacama en comparación a otras plantas. Esos son los que postulamos como genes candidatos, que serían interesantes de estudiar en el futuro, por ejemplo, si quisieras hacer un programa de mejoramiento genético o algo de ese estilo", explica.
Eso podría significar insertar esos genes en el genoma de otras plantas, para aumentar su capacidad de resistencia a falta de lluvias, a altas temperaturas. En el trabajo participaron investigadores de las universidades Católica, de Chile y de Nueva York, y del Museo de Historia Natural y del Jardín Botánico, ambos de esa ciudad estadounidense.