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Pamela Cano

Pamela Cano (51) reconoce que es una mujer activa, que debe estar haciendo cosas. Hasta hace un par de meses, su vida laboral estaba ligada a los seguros, pero ahora tiene una tienda de venta virtual de de ropa con una amiga (miss_ u chile en Instagram). "Mis padres eran profesionales y me inculcaron hacer cosas, lo que me gustara. Entré a estudiar periodismo, no terminé, pero hice un bachillerato en historia. Cuando me casé con Carlo, administré una bomba de bencina cerca del campo donde vivíamos. Me gusta hacer cosas".

Cuando se refiere a su esposo, el aludido es Carlo de Gavardo, el fallecido piloto nacional, quien hizo historia en el rally internacional en moto y, en la última parte de su vida, en autos.

-¿Usted era fanática de las motos cuando conoció a Carlo?
-Para nada. Nunca tuve relación alguna con ese mundo y de hecho, cuando conocí a Carlo, él estaba justo en una pausa en su carrera. Había sido campeón chileno varias veces y estaba trabajando en el campo. Cuando se presentó ante mí dijo eso y no que era piloto de motos. No se quebraba con eso.

-¿Cómo se conocieron, entonces?
-Por una amiga. Yo había terminado un pololeo y ella me dijo que su pololo tenía un amigo que podía caerme bien porque, al igual que yo, leía revistas tipo National Geographic. Le dije que bueno, pero la cita no resultó porque, justo el día que nos veríamos, mi mamá organizó una cena en honor a mi papá que estaba de cumpleaños y, claro, fui al cumpleaños.

-¿Y tuvo una segunda oportunidad con Carlo?
-Para no parecer que no quería conocerlo, le pedí a mi amiga el número de Carlo y le dije que, para compensarlo, podríamos ir al cine, a Las Lilas, que estaba cerca de mi casa. Carlo aceptó y, cuando pasó a buscarme, lo vi y juro que pensé: "Con este hombre me caso". Me deslumbró.

-¿Y qué tal la película?
-(Ríe) Horrible. Se llamaba "Los secretos de Nostradamus", que era la que estaban dando en Las Lilas. En medio de la película nos miramos con Carlo y decidimos irnos. Fuimos a tomar un jugo y, cuando vi que pidió uno de frutilla, que es el que a mí más me gusta, ratifiqué que era el hombre para mí.

-¿Pololearon de inmediato?
-Un mes después comenzó el pololeo. Y gracias a su primera experiencia en el rally París-Dakar, el matrimonio llegó pronto.

-¿Cómo fue eso?
-Carlo tenía muy metido en la cabeza ir al París-Dakar y empezó a juntar plata. Yo lo ayudé haciendo poleras con el mapa del rally y las vendí todas. Hicimos bingos y rifas. Una verdadera "Carlotón". Junto con los auspicios, reunió la plata y en diciembre se embarcó al Dakar. En el aeropuerto estaba su mamá y yo y a ella le dijo que yo estaría muy ocupada porque debía organizar su matrimonio conmigo. Casi me morí con esa pedida de mano. Cuando Carlo tomó el avión, nos abrazos con mi suegra y nos pusimos a llorar.

-¿Le pidió a Carlo que dejara las motos estando casados?
-Nunca se lo pedí. Ni siquiera cuando, antes de la luna de miel, tuvo un accidente grave en Túnez, donde quedó inmovilizado de los dos brazos. Y tampoco cuando tuvimos a nuestros hijos Tomás y Matteo. Él era feliz en las motos y corriendo rally. Yo sólo quería que no se matara.

-¿Pensaba en eso permanentemente?
-En cada carrera que corría, pensaba que Carlo podía morir.

-¿Y eso se lo decía a él?
-Nunca le dije eso. Sólo le pedía que me avisara cuando terminara cada carrera.

-Vivía angustiada, entonces.
-Claro. Quería que Carlo volviera vivo. Incluso pensaba que, si se quebraba, era mejor porque igual podía hacerse algo.

-¿Cómo podían tener una relación de pareja y él de padre- hijos si casi siempre estaba fuera?
-Él estaba cerca de ocho meses fuera de la casa todos los años. Yo sola, y luego con mis niños, lo acompañaba cuando podía. No fue difícil en tanto Carlo, cuando estaba en la casa, era full familia. Con los niños era juguetón. Era un papá que no retaba, sino que jugaba. Yo sabía que él estaba haciendo algo que le gustaba y tenía claro que lo suyo era la pasión por las motos y no ganas de carretear con los amigos.

-Sus hijos crecieron y hoy siguen los pasos de su papá. ¿Se renovó la angustia ahora como mamá?
-Sí, claro. Me angustia que mis hijos corran en moto, pero es la conexión con su padre. Tomás compite en rally y Matteo en enduro y empezaron a entusiasmarse más después de la muerte de Carlo. Creo que, en verdad, es una manera de estar unidos y que debe ser así. Yo estaba separada de él cuando murió, pero siento que aún está junto a nosotros.

-Pero igual debe ser bien complicado revivir con sus hijos lo que vivió con Carlo.
-Por supuesto. De manera automática, como me pasaba con Carlo, me despierto a las cuatro de la mañana cada vez que mis hijos corren en Europa o en África. Por el cambio de horario, mi mente me hace estar con ellos desde que comienzan su día.

-¿Cómo enfrenta cada carrera?
-Si puedo, prefiero estar sola en mi casa leyendo o viendo alguna serie. Tengo un pololo y él me acompaña a veces y, otras, alguna amiga. No sigo las carreras por internet porque una vez, cuando estaba con una amiga, ella puso cara de horror cuando en la pantalla se detuvo la moto de Carlo. Uno sabe que eso es un accidente. No puedo estar ahora así con mis hijos.

-¿Y cuándo termina ese calvario?
-Como dije, me encierro sola y me pongo nerviosa hasta que me llaman para decirme que terminaron sin novedad. Nuestro código es que el primero que sabe del otro, avisa.

-Y así hasta que viene la otra carrera. ¿Se puede vivir así tanto tiempo?
-Lo hice con Carlo y ahora lo hago con Tomás y Matteo porque sé que esto lo hacía y los hace felices. De hecho, cada vez que termina una carrera, luego de preguntarles si están bien, les pregunto cómo lo pasaron. No se me ocurre preguntarles en qué lugar salieron.

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