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Pangal alcanzó a tener abierto su hotel apenas un día

Cubierta por dos metros de lodo, pedazos de muros de concreto y rocas del tamaño de un balón de basquetbol. Así quedó la entrada del lodge Casa Primal, el orgullo de Pangal Andrade, un negocio que requirió cuatro años de esfuerzo familiar y que abrió recién el viernes al público. El hotel quedó sumergido en el barro por culpa del aluvión que arrasó al día siguiente con el pueblo de San Alfonso, en Cajón del Maipo, obligando a la evacuación de más de 250 vecinos.

El recinto de descanso, con ocho habitaciones listas y otras tres por hacer, llena de adornos de madera trabajada y un par de piscinas de relajación, está ubicado al costado sur del Camino al Volcán, justo frente a un cerro que cedió ante la violencia de la lluvia del fin de semana. Para que se haga una idea, en el terreno de Pangal, de unos 7 mil metros cuadrados, yacen el vehículo, las bicicletas y la cama elástica de Patricio Godoy, su vecino de enfrente, quien fue rescatado por el propio Pangal mientras pedía ayuda con su familia desde el techo de la casa.

"Fue terrible. Abrimos el hotel el viernes y murió el sábado. Recién el sábado en la mañana tuvimos a nuestros primeros clientes. Ocho huéspedes. Empezó a llover en la mañana y a las ocho de la tarde, el hotel murió. Estuvimos cuatro años levantando esto. Es el esfuerzo de toda mi familia. De mis padres, mis hermanos. Todos nuestros ahorros. Todo lo que ganábamos lo metíamos acá", cuenta Pangal, de pie al frente de lo que queda de su hotel, totalmente embarrado.

El deportista recorre los rincones del lodge ataviado con botas de agua, gorro y pantalones tipo pescador. Se detiene en una de las habitaciones y cuenta que el lodo impide abrir la pieza debido a que el barro está a la altura de la manilla de la puerta. Luego para en otra habitación y explica que el ventanal está a punto de ceder por el sedimento.

Pangal reconoce que el panorama podría ser inmensamente peor de no ser por la veintena de amigos, familiares y trabajadores que lo han ayudado a sacar el lodo de los pisos a punta de palas, chuzos y carretillas.

"La Onemi emitió la alarma de evacuación a las 18.44 del sábado y exactamente una hora después cayó todo el aluvión. Imagínate... Tenemos barro, nomás. Pero hay gente, nuestros vecinos, que lo perdieron todo. Ellos son los que necesitan ayuda monetaria para reconstruir sus hogares... Pero sabes, no se perdió ninguna vida y eso es un milagro. Lo atribuyo a la alarma de la Onemi", afirma.

Antes de terminar el recorrido por el hotel, Pangal comparte uno de sus recuerdos: "Llegamos desesperados al hotel y cuando lo ví, me quebré. De verdad me morí de la impresión. Piensa que el día anterior le estaba sacando brillo a las ventanas y ahora mira cómo está. Teníamos todos los pisos perfectos y ahora están tapados de lodo. Pero, ¿te digo la verdad? Soy un afortunado. Hoy terminaré de trabajar, iré a mi casa, tomaré una ducha y comeré algo rico. Mientras, hay gente que quedó sin nada. A ellos hay que ayudarlos a reconstruir sus casas".

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