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Carlos Gustavo de Luca

Con solo tres kilos más de los que tenía cuando se retiró allá por 1996 con la camiseta de Everton, calvo por completo y sin su reconocido bigote, Carlos Gustavo de Luca cuenta que hace varios años que no visita el país. El Pelao De Luca, como todos lo reconocían desde que llegó a Chile para vestir la camiseta de Wanderers en 1987, todavía juega al fútbol, pero está, según admite, más cerca de hacer los asados que de entrar a un campo de juego.

"Mi rodilla derecha ya no aguanta más. Son décadas soportando, pero ya no da más. Eso hizo que me retirara del fútbol en Everton, aunque el Pollo Véliz y Marcelo Oyarzún querían que me integrara al staff técnico", sostiene el ex atacante, quien tuvo un paso fugaz por Colo Colo en 1992.

Con un look diferente, el argentino dice que se mantiene en forma gracias a los ejercicios que realiza a diario donde reside, en la comuna de San Fernando de la Buena Vista, ubicada en la zona norte del Gran Buenos Aires, muy cerca de Tigre, zona donde murió Diego Maradona, el pasado 25 de noviembre.

"Entreno todos los días. Tengo un club: hago pesas, bicicleta. Me preparo como si me tocara jugar el domingo, pero en forma amateur . Estoy pensando más en el asado después de los partidos. Siempre tuve problemas en la rodilla. Cuando me lesioné en 1996 jugando en Everton, decidí operarme con Alejandro Orizola, quien me dijo que solamente iba a poder jugar con mis amigos. Después me pidieron hacer el curso de técnico, que en Chile duraba cuatro años. Así que me fui a Argentina e hice el curso junto a Milton Melgar, el boliviano; Gorosito, que ya lo conocía de mi paso por River, y con el colorado Mac Allister, entre otros. Lo hice, pero decidí dedicarme a otra cosa y me quedé en Argentina", cuenta De Luca.

-¿Y nunca más volvió a Chile?
-Volví a Viña del Mar, pero hace como cinco años. Yo estaba casado con una chilena que es de Valparaíso, pero ahora estoy separado. Así que desde entonces me encuentro en Argentina. Invertí en bienes raíces y sigo dedicado a eso con las inmobiliarias. Me ha ido bien, no me puedo quejar. También recibo una pensión del gobierno argentino por el tema Malvinas.

-Pero eso comenzó a recibirlo no hace mucho tiempo.
-La guerra fue en 1982 y estuvimos diez años sin recibir nada, ni apoyo sicológico teníamos. Lo que fue triste porque hubo compañeros que esperaban esa pensión, que estaban enfermos, que nunca superaron ese tema. Yo no tengo problemas de hablar de esas cosas. Menos mal que, después de diez años que nos tuvieron escondidos, vino esta pensión. Así que económicamente estoy bien.

-¿Y en Argentina está solo?
-No, acá estoy con mis hijos. Son tres, dos de ellos chilenos. Nicolás, que nació en La Serena, tiene 30 años y ya está casado. El otro es Sebastián, quien nació el 18 de abril de 1992, el mismo día que con Colo Colo le ganamos la Recopa a Cruzeiro en Japón. Había diferencia horaria porque la Recopa la ganamos el 19 de ese mes. La única argentina es Constanza, quien ya tiene 19 años. Así que estoy feliz con mis hijos y con la vida que tengo en Argentina. Obviamente que soy un tipo muy agradecido por lo que viví en Chile. Según mis cálculos jugué 355 partidos y marqué 222 goles.

-¿Ya es abuelo?
-Todavía no (ríe). Estoy esperando que llegue luego un nieto o una nieta. Todo llegará en su momento. Estoy feliz con mis hijos y con el rumbo que han tomado. La pasamos muy bien cuando estamos todos juntos.

-¿Qué pasó con su bigote?
-(Ríe) Desapareció. Igual que el pelo. Ahora estoy pelado, como me decían en Chile. Lo del bigote lo usaba por cábala en el fútbol. Después, cuando me retiré, decidí sacármelo. Me veo diferente, pero me siento bien así. Trato de tener una vida saludable y el peso lo mantengo, principalmente por el tema de mi rodilla derecha. Cuando jugaba pesaba 80 kilos y ahora estoy en los 83.

-Hace tres años se reencontró con River Plate.
-Cuando se cumplieron 35 años de las Malvinas, en River se dieron cuenta de que un jugador que pasó por el club había estado en la guerra. Yo nunca quise participar de nada, pero una vez se enteraron en el club por una nota. Enseguida me llamaron y me hicieron un reconocimiento por los 35 años de Malvinas. Rodolfo D'Onofrio, presidente de River, me pidió perdón y me invitó a ver un partido en el palco. Fue una reivindicación del club. En su momento, cuando me dejaron libre, fue doloroso; pero bueno, jamás tuve resentimientos.

-¿Y cómo fue que lo llevaron a la guerra?
-Fue todo muy abrupto porque incluso durante todo el año del servicio militar, que fue en el 81, yo estaba en River. Antes había jugado rugby, pero me dediqué al fútbol. Recuerdo que en mi equipo estaban Carlos Chino Tapia, Jorge Gordillo, entre otros. Cuando nos llegó la citación, de un día para el otro estábamos en Malvinas. Después, estando allá, no podíamos creer que todo siguiera igual con nuestros amigos. Ellos siguieron su vida normal, ya sea entrenando, saliendo, yendo a la cancha y nosotros estábamos en la guerra. Yo pude olvidarme rápido y enfocarme en el fútbol cuando volví. Por suerte el fútbol me sirvió y qué decir de Chile.

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