Durante la pandemia, Chapa Fuenzalida ha estructurado un verdadero horario de
trabajo familiar. Combina sus entrenamientos, pensando en el retorno del
campeonato, con ayuda en las clases online de sus hijos y, por cierto, con sus
propias inquietudes y proyectos intelectuales.
"Al principio me levantaba a las 8 de la mañana, leía el diario tomando desayuno y luego entrenaba. Ahora con las clases online de los niños, con mi señora estamos toda la mañana ayudándolos. Me pongo a entrenar después de almuerzo", dice.
-¿Cómo ha sido la experiencia de las clases con sus hijos?
-Duro, pero entretenido porque uno se va acordando de cosas del colegio, aunque ahora se enseñan muchas cuestiones de manera diferente a cuando uno era niño. Yo me enfoco en las clases de Clemente, de 6 años y que está en primero básico. Soy como su tutor. Y María Jesús se encarga de Mateo, que tiene 8 y es más complicado, jajajá. A la más chica, Ema de 5, también la ayuda mi señora.
-¿Siente que sus hijos igual están recibiendo una eficiente educación pese a no tener clases presenciales?
-Obviamente es diferente para ellos, igual como ha sido para todos. Pero veo que están recibiendo apoyo del colegio. Además, ellos tienen casi todos los ramos en inglés y se puede ver que igual mantienen la fluidez del idioma, algo que nos importa mucho a mi señora y a mí.
-¿Le gusta estar al tanto de lo que pasa, tener opinión?
-Creo que uno debe estar informado lo mejor posible. Puede que al final uno no sea experto en muchos temas, pero al menos hay que saber qué está pasando, en especial lo que pasa en el país. No leo el diario entero. De repente con el título uno más o menos entiende de qué se trata y cuál es el ángulo que se le da a un tema. Pero sí leo lo que me interesa saber.
-Si le ofrecen algún cargo político cuando se retire, ¿lo aceptaría?
-La política como oficio no me gusta nada. Creo que de cada lado se trata de sacar ventajas. Obviamente tengo mi opinión. Con mi señora hablamos de estos temas y no siempre estamos de acuerdo. Y para eso hay que informarse, pero no lo veo como puerta de entrada a una carrera política. Para nada.
-¿A sus papás les entusiasmaba que fuera futbolista?
-Mi papá y yo fuimos siempre fanáticos de la Católica. No nos perdíamos partidos en Santiago, en especial cuando jugaban Gorosito y Acosta. Cuando jugaba fuera de Santiago, escuchábamos los partidos por radio. El resto de mi familia es más de Colo Colo y de la U, pero a todos siempre les gustó que yo fuera futbolista. El apoyo de ellos siempre lo sentí.
-Pero habrán esperado una carrera tradicional.
-Sí, claro. Somos nueve hermanos y la idea que nos inculcaron a todos es que estudiáramos.
-¿Dijo nueve hermanos?
-Cinco mujeres y cuatro hombres. Alternados perfectamente, es decir, mujer-hombre, mujer-hombre hasta la más chica. Yo soy el mayor de los hombres.
-Tenía la puerta abierta para estudiar en la universidad.
-Es que también pensé en la opción de estudiar en la universidad. Yo era mateo. Salí con promedio 6,5 del colegio y en la PSU ponderé 760 puntos. De hecho, me matriculé en la Universidad Católica para estudiar ingeniería civil, como mi papá, pero no fui nunca a clases porque no podía congeniar con los horarios de entrenamiento y los partidos. Me cambié a la Universidad de Los Andes que estaba más cerca de San Carlos y la verdad es que no me gustó para nada la carrera. Congelé y solo volví para estudiar ingeniería comercial, después de haber ido al Mundial Sub 20 de Holanda. Ahí me retiré del fútbol por un tiempo, para ver cuál era mi camino, pero volví al fútbol porque me di cuenta de que era mi pasión.
-Ya tiene 35 años. Le queda poco de esta carrera. ¿No se arrepentirá de la decisión?
-Es que yo tengo claro que cuando deje el fútbol volveré a estudiar y que sacaré un título. He comprobado que no es tan difícil ponerse a estudiar después de diez años. El año pasado, por ejemplo, terminé un magister online en gestión deportiva que duró un año y medio. Me gustó porque quería saber de instalaciones deportivas, de marketing digital y otros temas que me interesan.
-¿Va a buscar algo parecido a lo que hizo en el magister para estudiar y titularse?
-Sí, acá o afuera, porque no descarto irme, ya sea a jugar o simplemente a vivir fuera de Chile. Ojalá a algún pueblo chico en Estados Unidos o Europa, sin muchos autos. No tengo aún muy claro dónde será y qué cosa estudiaré. Solo que será algo vinculado al deporte. Incluso podría ser educación física. No sé, pero de que lo haré, lo haré. Quiero sacar un título profesional porque sé que hay vida después del fútbol.
J osé Pedro Fuenzalida (35) dice que pasar la cuarentena en Talagante, donde vive desde hace algunos años, les ha permitido a él y a su familia enfrentar mejor el encierro.
"Venirnos para acá fue una decisión de vida que tomamos con mi señora. Desde que nos casamos tuvimos la idea de alejarnos de Santiago y buscar un lugar tranquilo que nos diera una vida mejor. Más aún cuando llegaron los hijos. Buscábamos un lugar con buen aire, con espacio y donde pudiésemos conocer y entablar relación con los vecinos. De suerte encontramos un condominio en Talagante con todo eso. De aquí es difícil que nos movamos. Ni siquiera siento que esté lejos de San Carlos para ir a entrenar todos los días. Me demoro como 55 minutos en la mañana y menos de vuelta, porque al mediodía casi no hay tráfico", cuenta el futbolista.
-¿Cómo han enfrentado este encierro? Tiene niños chicos.
-Es que un lugar como éste les da muchas opciones de jugar, de correr. Si no hace tanto frío, pueden estar mucho tiempo en el patio y a ellos les encanta. Han crecido con esta visión. Obviamente tienen espacio para ver tele, para jugar Play, pero eso lo hacen en forma acotada, no es su vida. Eso es lo que queríamos para ellos con mi señora.
-¿Le gustó que ella se hiciera conocida por "El discípulo del chef" en la tele?
-Todos la apoyamos mucho porque fue algo que ella quería hacer. Es agrónoma, pero casi no ejerció y se dedicó a la familia, a la crianza de los niños. Por eso me alegré de que hiciera algo que le gustara.
-¿Cuándo la conoció?
-Teníamos como 18 años. Desde ahí que estamos juntos.
-¿Fue su única polola?
-Nooo, a los 14 tuve una relación de 1010, pero con María Jesús nos conocimos, anduvimos a los dos meses, pololeamos siete años y nos casamos en 2010.
-Cuente el flechazo.
-La verdad, me puse a pololear casi por una necesidad.
-¿Cómo es eso?
-Lo que pasa es que, como yo jugaba en las inferiores de la UC, tenía poco tiempo para ir a fiestas. Solo si jugábamos los sábados podía carretear en la noche de ese día. En una de esas fiestas un amigo me presentó a María Jesús, enganchamos e intercambiamos teléfonos. No pasó mucho hasta que me di cuenta que se venía la fiesta de graduación del colegio y que no tenía pareja. Así que me acordé de ella, le escribí por messenger y nos juntamos.
-Espere un momento. ¿Fue un pololeo por necesidad?
-(Ríe) Sí, un poco. A María Jesús la llamé y la conquisté pensando en que no tenía pareja para la fiesta de graduación. Pero ojo, me enganché súper rápido.
-¿Ella sabía que usted era futbolista?
-Sí, pero le daba lo mismo. Nunca le ha gustado el fútbol y pocas veces ha ido al estadio. Ahora va, pero para acompañar a mi hijo, no para verme a mí. A la larga ha sido bueno: entro a mi casa, estoy con mi familia y me desconecto.
Aunque es difícil de creer, Chapa Fuenzalida no jugaba fútbol, sino vóleibol, en el colegio: "Es que en el Cordillera estaba la idea de que, si había fútbol, todos íbamos a irnos a esa clase y dejaríamos botados los otros deportes. Por eso se fortalecieron mucho el atletismo y el vóleibol. Solo cuando yo estaba en cuarto medio contrataron a un profe de fútbol". En el balompié ha sido campeón de Chile con la UC y Colo Colo, y de América con la Selección.
-¿Cómo era en el vóleibol?
-Pese a que no era muy alto, estaba entre los buenos. Era divertido porque jugaba con todos mis amigos.
-¿Y cómo llegó al fútbol?
-Es que de repente invitaban a mi colegio a los torneos escolares de fútbol y, como no había equipo, los que jugábamos armábamos uno. De hecho, yo hacía la lista de convocados. En un torneo fui elegido el mejor jugador y me regalaron una camiseta autografiada de mi ídolo, Sebastián Rozental. En la UC me llamaron para que fuera a probarme y quedé.
-¿Ya pensaba en ser futbolista profesional?
-No. Para mí era pura diversión. Por eso, cuando dejó de serlo, a los 12 años, les dije a mis papás que quería dejar de ir y me fui.
-¿Por qué?
-Es que entrenaba lunes, miércoles y viernes. Y jugaba los sábados. Me perdía los cumpleaños de mi familia y de mis amigos que, en general, se hacían los viernes. Me acuerdo que me daba lata escuchar el lunes, cuando volvíamos a clases, las historias que contaban mis amigos de los cumpleaños a los que no fui. Así que largué el fútbol hasta los 14 años.
-A esa edad empieza el carrete en muchos casos.
-Sí. Pero es la edad decisiva, el límite. Rozental dijo una vez que esa edad era la de las definiciones y me quedó para siempre. Lo fue para mí.
-¿Y ahí enfrentó mejor los sacrificios?
-Sí, y era duro. Tenía clases en el colegio entre las ocho y las cuatro de la tarde. Iba a San Carlos a entrenar a partir de las cinco. Volvía a mi casa a las 20 horas, cenaba y a acostarse. Así toda la semana. Nunca bajé mis notas.
-Y le pusieron Chapita.
-Sí, y fue en una situación muy rara. Resulta que fuimos a jugar al sur con un equipo juvenil y en la calle un tipo con acento argentino me vio y gritó: "Sos igual al Chapa. Por Guillermo Barros Schelotto". Mis compañeros se rieron, pero fue el profe Jorge Pellicer el que empezó a decirme Chapita. De ahí quedó.
-Usted fue campeón y llegó al Mundial. ¿Qué le queda como sueño antes del retiro?
-La verdad es que no tengo sueños, sino que objetivos. Miro para atrás y me siento conforme, feliz, y ahora solo quiero mantenerme en forma y ganar en mi club. Tengo contrato hasta fines de 2021 y lo que pase después es una incógnita.
-¿No le motiva estar en la Selección, volver a un Mundial?
-No me obsesiona. Digo, si se da porque estoy a bien nivel, encantado. Pero no es algo que tenga como gran objetivo. Vivo el día a día. Y cuando vea que no doy lo que me gusta largaré el fútbol. Lo tengo claro. Si bien es triste dejar lo que uno ama, no me deprime pensarlo.
"Al principio me levantaba a las 8 de la mañana, leía el diario tomando desayuno y luego entrenaba. Ahora con las clases online de los niños, con mi señora estamos toda la mañana ayudándolos. Me pongo a entrenar después de almuerzo", dice.
-¿Cómo ha sido la experiencia de las clases con sus hijos?
-Duro, pero entretenido porque uno se va acordando de cosas del colegio, aunque ahora se enseñan muchas cuestiones de manera diferente a cuando uno era niño. Yo me enfoco en las clases de Clemente, de 6 años y que está en primero básico. Soy como su tutor. Y María Jesús se encarga de Mateo, que tiene 8 y es más complicado, jajajá. A la más chica, Ema de 5, también la ayuda mi señora.
-¿Siente que sus hijos igual están recibiendo una eficiente educación pese a no tener clases presenciales?
-Obviamente es diferente para ellos, igual como ha sido para todos. Pero veo que están recibiendo apoyo del colegio. Además, ellos tienen casi todos los ramos en inglés y se puede ver que igual mantienen la fluidez del idioma, algo que nos importa mucho a mi señora y a mí.
-¿Le gusta estar al tanto de lo que pasa, tener opinión?
-Creo que uno debe estar informado lo mejor posible. Puede que al final uno no sea experto en muchos temas, pero al menos hay que saber qué está pasando, en especial lo que pasa en el país. No leo el diario entero. De repente con el título uno más o menos entiende de qué se trata y cuál es el ángulo que se le da a un tema. Pero sí leo lo que me interesa saber.
-Si le ofrecen algún cargo político cuando se retire, ¿lo aceptaría?
-La política como oficio no me gusta nada. Creo que de cada lado se trata de sacar ventajas. Obviamente tengo mi opinión. Con mi señora hablamos de estos temas y no siempre estamos de acuerdo. Y para eso hay que informarse, pero no lo veo como puerta de entrada a una carrera política. Para nada.
-¿A sus papás les entusiasmaba que fuera futbolista?
-Mi papá y yo fuimos siempre fanáticos de la Católica. No nos perdíamos partidos en Santiago, en especial cuando jugaban Gorosito y Acosta. Cuando jugaba fuera de Santiago, escuchábamos los partidos por radio. El resto de mi familia es más de Colo Colo y de la U, pero a todos siempre les gustó que yo fuera futbolista. El apoyo de ellos siempre lo sentí.
-Pero habrán esperado una carrera tradicional.
-Sí, claro. Somos nueve hermanos y la idea que nos inculcaron a todos es que estudiáramos.
-¿Dijo nueve hermanos?
-Cinco mujeres y cuatro hombres. Alternados perfectamente, es decir, mujer-hombre, mujer-hombre hasta la más chica. Yo soy el mayor de los hombres.
-Tenía la puerta abierta para estudiar en la universidad.
-Es que también pensé en la opción de estudiar en la universidad. Yo era mateo. Salí con promedio 6,5 del colegio y en la PSU ponderé 760 puntos. De hecho, me matriculé en la Universidad Católica para estudiar ingeniería civil, como mi papá, pero no fui nunca a clases porque no podía congeniar con los horarios de entrenamiento y los partidos. Me cambié a la Universidad de Los Andes que estaba más cerca de San Carlos y la verdad es que no me gustó para nada la carrera. Congelé y solo volví para estudiar ingeniería comercial, después de haber ido al Mundial Sub 20 de Holanda. Ahí me retiré del fútbol por un tiempo, para ver cuál era mi camino, pero volví al fútbol porque me di cuenta de que era mi pasión.
-Ya tiene 35 años. Le queda poco de esta carrera. ¿No se arrepentirá de la decisión?
-Es que yo tengo claro que cuando deje el fútbol volveré a estudiar y que sacaré un título. He comprobado que no es tan difícil ponerse a estudiar después de diez años. El año pasado, por ejemplo, terminé un magister online en gestión deportiva que duró un año y medio. Me gustó porque quería saber de instalaciones deportivas, de marketing digital y otros temas que me interesan.
-¿Va a buscar algo parecido a lo que hizo en el magister para estudiar y titularse?
-Sí, acá o afuera, porque no descarto irme, ya sea a jugar o simplemente a vivir fuera de Chile. Ojalá a algún pueblo chico en Estados Unidos o Europa, sin muchos autos. No tengo aún muy claro dónde será y qué cosa estudiaré. Solo que será algo vinculado al deporte. Incluso podría ser educación física. No sé, pero de que lo haré, lo haré. Quiero sacar un título profesional porque sé que hay vida después del fútbol.
J osé Pedro Fuenzalida (35) dice que pasar la cuarentena en Talagante, donde vive desde hace algunos años, les ha permitido a él y a su familia enfrentar mejor el encierro.
"Venirnos para acá fue una decisión de vida que tomamos con mi señora. Desde que nos casamos tuvimos la idea de alejarnos de Santiago y buscar un lugar tranquilo que nos diera una vida mejor. Más aún cuando llegaron los hijos. Buscábamos un lugar con buen aire, con espacio y donde pudiésemos conocer y entablar relación con los vecinos. De suerte encontramos un condominio en Talagante con todo eso. De aquí es difícil que nos movamos. Ni siquiera siento que esté lejos de San Carlos para ir a entrenar todos los días. Me demoro como 55 minutos en la mañana y menos de vuelta, porque al mediodía casi no hay tráfico", cuenta el futbolista.
-¿Cómo han enfrentado este encierro? Tiene niños chicos.
-Es que un lugar como éste les da muchas opciones de jugar, de correr. Si no hace tanto frío, pueden estar mucho tiempo en el patio y a ellos les encanta. Han crecido con esta visión. Obviamente tienen espacio para ver tele, para jugar Play, pero eso lo hacen en forma acotada, no es su vida. Eso es lo que queríamos para ellos con mi señora.
-¿Le gustó que ella se hiciera conocida por "El discípulo del chef" en la tele?
-Todos la apoyamos mucho porque fue algo que ella quería hacer. Es agrónoma, pero casi no ejerció y se dedicó a la familia, a la crianza de los niños. Por eso me alegré de que hiciera algo que le gustara.
-¿Cuándo la conoció?
-Teníamos como 18 años. Desde ahí que estamos juntos.
-¿Fue su única polola?
-Nooo, a los 14 tuve una relación de 1010, pero con María Jesús nos conocimos, anduvimos a los dos meses, pololeamos siete años y nos casamos en 2010.
-Cuente el flechazo.
-La verdad, me puse a pololear casi por una necesidad.
-¿Cómo es eso?
-Lo que pasa es que, como yo jugaba en las inferiores de la UC, tenía poco tiempo para ir a fiestas. Solo si jugábamos los sábados podía carretear en la noche de ese día. En una de esas fiestas un amigo me presentó a María Jesús, enganchamos e intercambiamos teléfonos. No pasó mucho hasta que me di cuenta que se venía la fiesta de graduación del colegio y que no tenía pareja. Así que me acordé de ella, le escribí por messenger y nos juntamos.
-Espere un momento. ¿Fue un pololeo por necesidad?
-(Ríe) Sí, un poco. A María Jesús la llamé y la conquisté pensando en que no tenía pareja para la fiesta de graduación. Pero ojo, me enganché súper rápido.
-¿Ella sabía que usted era futbolista?
-Sí, pero le daba lo mismo. Nunca le ha gustado el fútbol y pocas veces ha ido al estadio. Ahora va, pero para acompañar a mi hijo, no para verme a mí. A la larga ha sido bueno: entro a mi casa, estoy con mi familia y me desconecto.
Aunque es difícil de creer, Chapa Fuenzalida no jugaba fútbol, sino vóleibol, en el colegio: "Es que en el Cordillera estaba la idea de que, si había fútbol, todos íbamos a irnos a esa clase y dejaríamos botados los otros deportes. Por eso se fortalecieron mucho el atletismo y el vóleibol. Solo cuando yo estaba en cuarto medio contrataron a un profe de fútbol". En el balompié ha sido campeón de Chile con la UC y Colo Colo, y de América con la Selección.
-¿Cómo era en el vóleibol?
-Pese a que no era muy alto, estaba entre los buenos. Era divertido porque jugaba con todos mis amigos.
-¿Y cómo llegó al fútbol?
-Es que de repente invitaban a mi colegio a los torneos escolares de fútbol y, como no había equipo, los que jugábamos armábamos uno. De hecho, yo hacía la lista de convocados. En un torneo fui elegido el mejor jugador y me regalaron una camiseta autografiada de mi ídolo, Sebastián Rozental. En la UC me llamaron para que fuera a probarme y quedé.
-¿Ya pensaba en ser futbolista profesional?
-No. Para mí era pura diversión. Por eso, cuando dejó de serlo, a los 12 años, les dije a mis papás que quería dejar de ir y me fui.
-¿Por qué?
-Es que entrenaba lunes, miércoles y viernes. Y jugaba los sábados. Me perdía los cumpleaños de mi familia y de mis amigos que, en general, se hacían los viernes. Me acuerdo que me daba lata escuchar el lunes, cuando volvíamos a clases, las historias que contaban mis amigos de los cumpleaños a los que no fui. Así que largué el fútbol hasta los 14 años.
-A esa edad empieza el carrete en muchos casos.
-Sí. Pero es la edad decisiva, el límite. Rozental dijo una vez que esa edad era la de las definiciones y me quedó para siempre. Lo fue para mí.
-¿Y ahí enfrentó mejor los sacrificios?
-Sí, y era duro. Tenía clases en el colegio entre las ocho y las cuatro de la tarde. Iba a San Carlos a entrenar a partir de las cinco. Volvía a mi casa a las 20 horas, cenaba y a acostarse. Así toda la semana. Nunca bajé mis notas.
-Y le pusieron Chapita.
-Sí, y fue en una situación muy rara. Resulta que fuimos a jugar al sur con un equipo juvenil y en la calle un tipo con acento argentino me vio y gritó: "Sos igual al Chapa. Por Guillermo Barros Schelotto". Mis compañeros se rieron, pero fue el profe Jorge Pellicer el que empezó a decirme Chapita. De ahí quedó.
-Usted fue campeón y llegó al Mundial. ¿Qué le queda como sueño antes del retiro?
-La verdad es que no tengo sueños, sino que objetivos. Miro para atrás y me siento conforme, feliz, y ahora solo quiero mantenerme en forma y ganar en mi club. Tengo contrato hasta fines de 2021 y lo que pase después es una incógnita.
-¿No le motiva estar en la Selección, volver a un Mundial?
-No me obsesiona. Digo, si se da porque estoy a bien nivel, encantado. Pero no es algo que tenga como gran objetivo. Vivo el día a día. Y cuando vea que no doy lo que me gusta largaré el fútbol. Lo tengo claro. Si bien es triste dejar lo que uno ama, no me deprime pensarlo.