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Las extenuantes jornadas al interior de un laboratorio de PCR
Una suave lluvia cae sobre Santiago la tarde del viernes y Gino Corsini, doctor en Ciencias y microbiólogo, viene saliendo de La Moneda. Fue a buscar implementos de seguridad para que los investigadores del laboratorio de virología de la Universidad Autónoma de Santiago, del que es director técnico, puedan seguir procesando test PCR como lo han hecho sin pausa desde abril. "Vine a buscar mascarillas, protectores, guantes y otros artículos porque se nos estaban acabando. Hemos reportado más de 8 mil exámenes con muestro equipo", cuenta.

El centro que dirige es uno de los cerca de 100 que están analizando las muestras y que han permitido que en Chile la cifra de diagnósticos ya supere el millón.

Para poder lograrlo, los profesionales trabajan en jornadas de hasta 12 horas. "Dividimos nuestro equipo en dos grupos de 7 personas que trabajan cuatro días cada uno para estar disponibles de lunes a lunes, así que llevo meses sin ver en persona a mis colegas del otro turno. También tenemos colaboración de personal del Servicio Médico Legal. Hemos logrado, trabajando arduamente, informar unos 200 a 250 exámenes al día", relata Corsini.

Su equipo, que además componen bioquímicos e ingenieros en biotecnología, trabaja en el quinto y sexto piso del edificio universitario ubicado en el barrio El Llano, y para ellos se ha reservado uno de los tres ascensores por motivos de seguridad. Reciben las muestras de PCR en pequeñas bolsas almacenadas en coolers o cajas de plumavit, enfriadas con "ice packs para mantener la cadena de frío".

Los profesionales preparan planillas y fichas de los pacientes y comienzan un proceso largo. Se pone el contenido del test en tubitos, se mezclan con algunos compuestos, se le centrifuga, los expertos hacen un complejo proceso para extraer el material genético de la muestra y luego la someten a nuevos compuestos para amplificar la cantidad de material genético y se analiza si en él hay presencia de virus. De ser así, el resultado es positivo.

"Tenemos dos gabinetes de bioseguridad en que dos profesionales deben trabajar para su resguardo. Cada uno procesa 20 muestras en dos horas y media", cuenta Corsini. Luego hay que llenar el informe de la persona que consulta para que sea registrado por las autoridades.

-¿Cómo se visten para no contaminarse?
-Sería ideal trabajar con poleras y delantal, pero no se puede. Nos ponemos buzo, delantal, protectores, mascarillas, máscara, guantes. Como son artículos plásticos, se suda mucho. El visor que usamos lo hemos ido adaptando porque se empañaban mucho con el sudor y la respiración. Si usas lentes, como yo, igualmente se te empañan los lentes, así que recurrimos a limpiar los cristales con jabón para evitarlo.

Luego de terminar la tanda de dos horas y media, los profesionales se turnan para descansar. Para comer también organizaron turnos y en el comedor nunca hay más de 3 personas. Corsini, para mantener la distancia social, come en su oficina.

"Al terminar nuestros turnos de 4 días nos hacemos la PCR y ninguno de nosotros se ha contagiado. Hemos tenido mucho trabajo colaborando con el Servicio Metropolitano Occidente. Hace meses que no tengo un fin de semana libre, aunque en el laboratorio nadie trabajó el día del padre", cuenta.

En medio de estas jornadas, hay espacio para las demostraciones de compañerismo. "Un colega ha llevado un queque, yo he llevado sopaipillas, otros chicos llevan pan o kutchen. La idea es que en los ratos de descanso podamos comer algo rico. Tenemos una sala en la que ponemos los canales y comentamos las noticias", sostiene Corsini.

-¿Cómo lo hace para no contaminar a nadie de su familia?
-A diario la pechera usada se desecha. El delantal que va abajo lo llevamos en una bolsa y lo lavamos en casa con cloro. Al volver por la noche, me saco los zapatos, me cambio toda la ropa, me lavo bien las manos, me ducho y luego abrazo a mis mellizas de 12 años.

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