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Franklin Lobos
El martes 2 de junio, Franklin Lobos cumplió 63 años. Ese día recordó que cuando lo rescataron de la mina San José tras 70 jornadas de oscuridad se prometió disfrutar y valorar su entorno. "Lo he hecho", se responde el minero y ex jugador de Cobresal y La Serena.

A una década del accidente, su familia creció y a su esposa (Coralia Alarcón), sus hijas (Claudia y Carolina) y su nieta Odette (16) hace tres años se sumaron dos nietas más: las gemelas Antonela y Florencia.

La pandemia cambió su vida, claro. Otra vez quedó confinado, como muchos, pero para él es distinto. Está en su casa, en Copiapó, frente al río del mismo nombre que cruza la ciudad en la Región de Atacama.

"El otro fue obligado, porque no queríamos estar ahí. Estuvimos 70 días, hicimos sufrir a nuestras familias, a gente que no nos conocía, pero este encierro es diferente, porque la responsabilidad es grande, por el miedo de pegarles este virus cochino a nuestras familias. Abajo éramos 33 y quedábamos enterrados en esa mina. Acá somos 18 millones y la responsabilidad que tememos los seres humanos es grande", explica Lobos.

-¿Qué lecciones de la mina puede aplicar hoy, Franklin?
-Estábamos más cerca de morir que de salir con vida, a 15 kilómetros de la superficie. Muchos cabros jóvenes dicen "qué bonita es la vida, salgo a jaranear", pero la gente que tiene edad piensa "yo también quiero seguir viviendo como ese cabro joven".

Lobos se armó una rutina diaria de trote para que la comida que le prepara su esposa no lo haga engordar. Mientras corre piensa en sus goles cuando jugaba en Cobresal y en su hija Claudia, enfermera en la primera línea en el Hospital de Copiapó.

"Me levanto como a las 8, porque uno cuando se pone viejito se levanta más temprano. Me pongo la ropa de entrenamiento y troto cinco kilómetros, almuerzo y después no hay nada que hacer, porque ver la televisión es estar todo el día metiéndose en la cabeza esta cuestión de la enfermedad", dice.

"Duermo un ratito y a las cuatro y media hago cinco kilómetros más. Quedo desocupado, tomo once con mi señora y me acuesto otra vez. Qué más vamos a hacer si estamos en statu quo en mi trabajo", explica Lobos, que operaba en una empresa de arriendo de camionetas en el aeropuerto, junto con su compañero minero Omar Raigada. Se quedaron sin ese ingreso y ahora se afirma con la pensión vitalicia que les entregó el estado tras el accidente minero.

Lobos pesa 84 kilos. Quiere llegar a 80. "Troto, camino rápido, lo hago más que nada para comer, imagínese que no hiciera nada. Camino, bajo un kilo y después ese kilo lo puedo comer", cuenta entre risas Lobos.

-¿Sale a la calle?
-Salgo yo a comprar rapidito al supermercado porque mi mujer tiene asma, voy donde mi hermana, compro el diario, el pan. Mi casa es grande, me pongo a barrer, me gusta hacer aseo y limpiar los platos.

-¿Usted goza de buena salud o tiene secuelas?
-Yo salí de esa mina pesando como 60 kilos. Me molesta la vista, el sol me hace llorar y me duelen los ojos. Y otra cosa, cuando usted me llamó y estaba dormitando, salté porque nosotros abajo en la mina dormíamos con un ojo, porque el cerro crujía todos los días por los derrumbes. Cuando suena algo, tengo ese temor y me despierto.

-Me comentaba de su miedo porque Claudia, enfermera, trabaja con pacientes Covid-19.
-Claudia me preocupa porque es enfermera y está en primera línea en el hospital de Copiapó. Hace turnos de 24 horas y es súper aperrada, vivimos pendientes de ella, llamándola siempre. Las vemos poco y cuando viene, lo hace con mascarillas.

-Cuando usted estaba encerrado, su hija tenía 20 años, usted le pagaba los estudios.
-Claro. Estudió en la Universidad de Atacama, por eso yo trabajaba en dos partes, conducía mi colectivo siete días y luego siete días en la mina, además que mi señora también trabaja, así que entre los dos le pagamos.

-¿Qué mensaje les da su hija desde dentro?
-Estuvo un mes en urgencia trabajando, luego pasó a otro lugar sin Covid y van rotando. A veces me menda fotos de todo lo que tiene que ponerse para evitar contagiarse. La Claudia es muy sensible, igual que yo, cualquier cosa le duele hasta el alma. Le digo que tiene que cuidarse. La gente de salud está tratando de hacer lo mejor posible.

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