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Enrique Aguayo cuenta cómo supera los golpes del virus
Enrique Aguayo, sicólogo deportivo de la clínica MEDS, guía de atletas y futbolistas, con pasos por Colo Colo, Wanderers y selecciones varias, se vio enfrentado a su propia vida de manera dramática. Su padre, de 97 años, se contagió de Covid-19 y falleció el 2 de abril. Es mismo día, y en medio de su confinamiento obligado, Enrique comenzó a sentir los síntomas de la enfermedad.

Este lunes Enrique cumplió 66 años. No hubo mucha celebración. Más bien un proceso de reflexión. Y una tranquila conversación sobre cómo superó el virus, despidió a su padre y se rearmó emocionalmente.

"Mi papá -cuenta con tono calmo, aún cansado por la batalla física que ha librado- se contagió el lunes 16 de marzo cuando fue a vacunarse por la influenza. Había atochamiento. Él, que tenía 97 años, estuvo tres horas de pie esperando con un amigo y con la pareja del amigo. Los tres salieron contagiados. Mi padre falleció, el amigo estuvo cinco semanas con ventilación mecánica y aún está en proceso de recuperación, fue dado de alta hace una semana. Su pareja también se recuperó. Yo me contagié al ir a verlo".

-Por lo que cuenta, él estaba bastante bien para sus 97 años.
-Él había quedado viudo hace 15 años y había ido perdiendo lentamente las funciones motoras. Era independiente dentro de su casa, pero caminaba con bastón. Yo hace tres años viajé con él a Argentina y caminaba bien por las calles. La verdad es que tuvo una buena vida, y larga. Le fue bien en su trabajo (hizo carrera en la Contraloría). Tengo a dos hermanas médicos, para él era muy importante que estudiáramos, en eso estaba bien contento. Teníamos una vida familiar buena.

-¿Cómo fueron esos días del contagio?
-Los primeros síntomas le aparecieron a los cuatro días a mi tío y a los siete a mi papá. El domingo 22 se cayó. Nadie sabía que tenía coronavirus y lo fuimos a socorrer con mi hermana y mi hija. Lo manipulamos, lo llevamos a la clínica, lo regaloneamos, lo acompañamos dentro de la pieza. El martes en la mañana lo vi y cuando volví en la tarde, había sospecha de coronavirus. A partir de ese momento no me dejaron entrar y no lo vi nunca más porque tuve que hacer cuarentena. Diez días después falleció. Y dos días después me tuve que internar y confirmaron mi contagio.

-¿Qué pasaba por su cabeza en esos momentos?
-Mientras él estaba hospitalizado y yo encerrado, fue difícil vivir todo esto sin poder participar, con la información que me iba entregando la familia. Allí me enfrenté de verdad al coronavirus, me di cuenta de que es una enfermedad gravísima, con una facilidad de contagio impresionante.

-¿Cómo enfrentó esa realidad?
-En mi pieza, contagiado, no le daba mucha pelota a mis molestias, que no eran tan fuertes tampoco, pero sí estaba pendiente de mi papá, de qué le estaba pasando. Además sabía, casi en un 99 por ciento, que iba a fallecer, por la edad, y porque no tenía sentido, como decían los médicos, tomar con él medidas más invasivas, porque no las iba a soportar y le iban a causar más estrés y más sufrimiento.

-Tuvo que aceptar su muerte anticipadamente.
-Hace quince años mi madre (Gloria Chaves) sufrió un derrame cerebral y estuvo 15 días en la clínica; la tenían llena de tubos y decidimos trasladarla a la pieza normal para que estuviera en familia hasta el momento de fallecer. Es súper duro, pero es mejor eso a que estuviera una semana más llena de tubos, con niveles de estrés altísimos y dolores. Lo que se está haciendo con personas tan mayores es que estén sedadas para que haya menos sufrimiento y yo hice ese ejercicio, para allá fue mi pensamiento, no fue el vivir o morir, sino que los últimos días de su vida fueran en condiciones confortables.

-¿Qué decían los médicos?
-Hablaba por teléfono con los médicos y el que lo trataba me dijo que él había tomado la misma decisión con un familiar muy querido. Entonces yo pensaba en eso, en que tenía 97 años, nietos, bisnietos, todos los adultos trabajando. Y empecé a pensar en las cosas buenas que hizo en la vida y me pasó algo que me pasó con mi mamá, pensé en las cosas concretas que hice: la compañía, el ir a verlo, hace tres años haber viajado con él, tener las fotos de ese viaje y verlo con 94 años caminando por Buenos Aires, comiendo en un restorán, cosa que le encantaba. También hizo cosas con mi hermana y eso me da tranquilidad, porque vivieron una buena vida. Incluso ese día cuando se cayó, estuvimos con él mientras estaba en el suelo. No lo podíamos mover y lo dejamos tapado. En los momentos finales incluso recibió amor. Él falleció el jueves y yo caí a la clínica el sábado. Recién me dieron de alta el 16 de abril, estuve unos días en cuidados intermedios y con problemas a la sangre.

-¿De dónde saca fuerzas?
-Una de las cosas que más fuerzas me da es hacer cosas, no quedarme acostado. Hay que mantener actividades, estés como estés, como ahora, que hablamos con la gente de la Sociedad Chilena de Medicina del Deporte y creamos conversatorios todos los martes.

-¿Cómo será el adiós de don Enrique?
-Mi padre fue cremado y cuando mejoren las condiciones y se pueda, vamos a enterrar el ánfora donde está mi madre. Él lo tenía decidido.

-¿Qué fue lo último que le dijo ese martes por la mañana?
-Me dijo conversa con los médicos que no creo que esté muchos días acá . Al irme le di un beso en el costado de la cabeza y le hice cariño en el brazo sin saber que él estaba contagiado.

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