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Fabián Estay, papá abuelo a los 51
A los 51 años, Fabián Estay ya tiene una nieta, Romina, hija de su primera hija, Fabiana, hoy de 29 años. Ellas son representantes del compacto grupo femenino que ha rodeado al ex futbolista desde chico: su mamá Carmen, su hermana Pamela, sus otras dos hijas de su primera esposa (Constanza y Renata) y la pequeña Valeria, hija de su actual pareja, la cantante cubana Yoanna Pozas.

"Vivir siempre rodeado de mujeres es algo que ya tengo asumido y me gusta. De hecho soy como papá abuelo, porque crío a Valeria y malcrío a Romina. Además, con mis hijas mayores aprendí a hablar de temas que no hablan los papás habitualmente y que son normales, como el período", dice Estay.

-Su pareja es cantante y sale de giras. ¿Cómo se distribuyen las tareas domésticas?
- En general, no tenemos problemas porque yo trabajo en horarios fijos en Fox Sports y tengo ratos libres para estar con ellas. Cuando Yoanna se va de gira -está en el coro de Ricardo Montaner- tenemos una nana que nos ayuda o si no, yo salgo y juego con mi hija y con mi nieta.

-¿Van a Cuba de vez en cuando?
- Yoanna es una especie de embajadora musical de Cuba así es que entra y sale cuando quiere. Sus padres son de un pueblo pequeño, gente muy sencilla y alegre.

-Y a usted, ¿qué le parece el modo de vida en Cuba?
- Tiene sus cosas positivas y negativas como todos los lugares. Por ejemplo, queremos que Valeria obtenga la nacionalidad cubana -ya tiene la mexicana y la chilena- para que pueda aprovechar la gratuidad de salud y educación en Cuba. Pero hay cosas que a mí me chocan. Por ejemplo, mi suegro es ganadero, pero si se le muere un animal no puede comérselo. Debe donarlo al Estado. Es raro.

-Usted se casó joven y no duró mucho con su primera mujer...
- Así es. Y cuando me fui a México nos alejamos.

-Es un hecho que los futbolistas conocidos tienen arrastre. Usted tenía fama, ¿no?
- Jajajá. Es que de chico fui bueno para hacerme el lindo. Yo iba a las fiestas y como no tomaba, me dedicaba a engrupir. No era muy entrador y tampoco era de bailar salsa, pero esperaba que tocaran los lentos para lanzarme. Si había conexión, a pololear Papá, jajajá.

-¿Y había harta "conexión"?
- No me quejo. Llegué a tener tres pololas al mismo tiempo. Y mi vieja me ayudaba a que ninguna supiera de la otra.

-En México usted contó una historia en un avión. Cuéntela acá.
- Jajajá...íbamos con la Selección a jugar a Europa. O sea, toda la noche volando. En ese tiempo viajábamos en clase turista y a mí me tocó en una fila de tres asientos entre el utilero y una chica chilena. Nos pusimos a conversar con la niña, nos pegamos nuestras miraditas, cuando oscureció nos tapamos con las frazadas y ahí comenzamos a juguetear. De pronto ella se paró al baño y me dijo que la acompañara. Y bueno, ahí mismo tuvimos un encuentro íntimo.

-¿Y nadie se percató?
-Yo creo que sí. Al menos el utilero, je. Pero fue eso y se acabó. A la chica nunca más la volví a ver.

En cada regreso a Chile, que es casi siempre a fines de año, como ahora, Fabián Estay se refugia en la comuna de Recoleta, específicamente frente a la plaza de El Salto, para estar junto a su mamá Carmen. No tiene otro lugar que ese para quedarse y cuenta por qué. "Mi vieja es lo mejor del mundo. Ella vive ahí junto a su pareja en la misma casa donde nos criamos con mi hermana (Pamela) aunque, claro, hoy está remodelada. Ahí viví toda mi infancia y la casa era, además de nuestro lugar para vivir, un bazar y una sastrería que eran las pegas que mi mamá tenía para mantenernos y educarnos".

Estay recalca que su vida en esa época fue de esfuerzo, pero también de buenos recuerdos: "Mi papá Juan y mi mamá se separaron cuando yo tenía cinco años, pero mi viejo estuvo siempre presente, porque se cambió como a tres cuadras de donde vivíamos. Yo me quedé con mi vieja, pero cuando me retaba, me iba indignado donde mi papá y me quedaba con él algunos días hasta que me hacía volver con mi mamá. Lo curioso es que siempre me llevé mejor con la familia de mi papá que con los de mi mamá. Eso porque los hermanos de mi vieja se repartieron propiedades y mi mamá fue la única que se quedó sin nada. Tenía que pagar arriendo".

Por eso es que mamá Carmen estuvo a punto de tomar una decisión que le hubiese dado otro giro a la vida del Fabi. "Después del golpe, estuvimos a punto de irnos a Australia. Vivíamos muy cerca del Regimiento Buin y se escuchaban constantemente balazos. Vimos también muchas cosas. Mi mamá parece que tenía un dato en Sidney, pero a última hora se arrepintió. Nunca me dijo por qué. Quizás qué hubiese pasado conmigo. Creo que algún día hubiese jugado por la selección de Australia", asegura.

A los ocho años, Estay ya cumplía funciones laborales. "Iba a la calle Maruri a comprar mercadería para el bazar. También atendía el local. Obviamente iba al colegio pero nunca pesqué mucho, la verdad. De hecho, a partir de Octavo Básico, tenía tres cuadernos para todos los ramos. Y di la Prueba de Aptitud Académica por darla, no más. Ni vi cuánto puntaje saqué. Debe haber sido el peor de Chile".

El Pelusa, como lo apodaban, en realidad tenía otras ambiciones: ser futbolista. En El Salto se lucía jugando baby donde era como fue siempre: pichanguero y comilón. "Con los amigos del barrio jugábamos hasta la noche. Pero yo no seguía la fiesta después de las pichangas. En el barrio corría el alcohol, la droga, en específico la pasta base y varios amigos cayeron en eso. Yo tuve la suerte de llegar al fútbol", cuenta.

El salto más importante lo dio cuando pudo ingresar a Universidad Católica. "A los 10 años me habían rechazado en Unión Española, el club del que era hincha y al cual me llevó uno de mis amigos del barrio: Jaimito Ramírez, quien ya jugaba ahí. Pero mi abuelo paterno, cuando tenía 13, un día vio en el diario que Universidad Católica haría una prueba en Santa Rosa de Las Condes. Ni sabía dónde quedaba, pero crucé el cerro -lo que hoy es el camino de La Pirámide- y llegué. Estaban Tito Fouillioux y Néstor Isella viendo a como 2.000 cabros chicos en cientos de partidos de 15 minutos. Yo, como era comilón, tuve la pelota casi todo el rato e hice cinco goles. Al terminar, Tito se acercó y me dijo que yo jugaría en Católica. Al otro día fuimos a la sede de El Regidor a hacer todo el papeleo. Estaba en otra. Y cuando llegué a la casa le dije a mi mamá que nunca más me tendría que dar plata: estudiaba, entrenaba y vendía botellas y diarios para cumplir. Era feliz".

El ingreso de Fabián Estay a la UC le abrió el mundo. "Había niños de La Granja, de La Pintana, pero también otros que venían de otra realidad. Tipos rubios y de colegios caros como Luka Tudor, el Mumo Tupper, Tito Fouillioux chico a quienes los iban a dejar en tremendos autos. También tenían zapatos de fútbol de marca, mientras que yo andaba con los primeros que me regaló mi mamá, que los compró en Bandera, eran de plástico y se derretían con el sol, jajajá. Los cabros rubios también andaban con pantalones Levi's y para emularlos, con otros amigos íbamos a comprar unos parecidos a la ropa americana. Pero no los envidiaba, somos amigos hasta el día de hoy".

La carrera de Fabián Estay explotó -integró la Selección Juvenil que logró el cuarto lugar en el Mundial de Chile en 1987- y rápidamente le permitió deambular por varios clubes y países; estuvo en Saint Gallen de Suiza, en el Olympiakos de Grecia, en medio jugó en la U y en Colo Colo, pero donde se estableció definitivamente fue en México. "Fui elegido tres años como Mejor Jugador. Tuve dos hijas allá, adopté la nacionalidad, hoy tengo trabajo de comentarista y soy ídolo en Toluca y me respetan también en América".

Pese a ello, y a haber disputado un Mundial (Francia 1998), Fabián Estay reconoce que tiene una espinita clavada: no haber jugado en un grande de Europa. "Y estuve a punto. Estaba casi listo en Atlético de Madrid, pero Pacho Maturana optó por el Tren Valencia. Lo que más me dolió fue no haber llegado a Real Madrid. Mi representante, Tito Olivos, tenía todo listo con el presidente Ramón Mendoza pero el traspaso se cayó. Nunca supe por qué", recuerda.

Estay vivió sus últimos capítulos como futbolista en Palestino. A los 38 años, con problemas en los ligamentos y dolores en las rodillas, decidió su retiro. Pero antes hizo su última jugada: "Me fui por la izquierda, hice la diagonal y centré. Cabeceó Juan Pablo Úbeda y gol. Palestino se salvó del descenso. Hasta luego...".

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