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Buljubasich cuenta cómo su hermana  lo ayudó a salir adelante
La pequeña ciudad de Firmat en Argentina, que hoy solo tiene una población algo superior a los 25 mil habitantes y que está a poco más de 100 kilómetros de Rosario, es el punto de inicio de la vida de José María Buljubasich. Luego está Venado Tuerto. Fue ahí donde Tati, impulsado por su papá, José, le comenzó a dar duro a la pelota como uno más de los pibes que soñaban con emular a los cracks de ese tiempo.

"Mi viejo era camionero. Hacía viajes largos pero, cuando volvía a casa, se vivía el entorno familiar, que completaba mi mamá -Magdalena Hulgich-, y mi hermana mayor, Rosana. Ahí, papá dejaba ver su fanatismo por San Lorenzo y, claro, me hice fanático de ese equipo. Era la forma de conexión entre ambos", dice el ex portero.

El pequeño José María era alentado a jugar porque su padre tenía claro el destino que quería para sus hijos: que él fuera futbolista profesional y que Rosana fuera contadora. "Mi viejo quería que yo fuera delantero. Por eso jugaba adelante. Me defendía en el puesto pero, como pasa siempre, un día, como a los 9 años, me puse al arco y me gustó jugar ahí. Era más entretenido y, aunque me comiera goles, no había dramas como pasa cuando uno es profesional".

Pero José, su padre, nunca pudo ver a Tati atajando y ganando títulos. Tampoco pudo inflar el pecho de orgullo cuando Rosana se tituló de contadora a los 40 años. "Cuando yo tenía 8 años, el viejo tuvo un accidente y murió. No me acuerdo bien qué sentí en ese momento. Tengo imágenes difusas. Mi hermana, que era más grande, se acuerda de los detalles y de lo que nos tocó enfrentar como chicos esos días. Pero ni ella ni yo lo vivimos de la manera que lo sintió mi mamá. Con ella fue distinto, el impacto fue demasiado fuerte".

El segundo golpe

Tati cuenta casi al pasar que, a los 13 años, también se quedó huérfano de madre. ¿Otro maldito a accidente?

"No, mi mamá se suicidó. La muerte de mi papá fue demasiado para ella. Era depresiva y, bueno, pasó lo que pasó".

Buljubasich no se detiene en el relato. Solo hace una pequeña pausa y, por segundos, sus ojos parecieran volver atrás. "Ese momento fue duro, claro. Pero creo que para mi hermana fue más difícil. Ella tenía 17 años y tuvo que hacerse un poco cargo de mí. Consolarme y hacer la contención. Nos fuimos a vivir con una tía. Pero, a los dos años, nos separamos con mi hermana. Ella se fue a vivir sola, estudió y se casó y yo me fui a la residencia de Rosario Central a vivir solo".

"Entre los 15 y 19 años me hice cargo de mí mismo", dice José María Buljubasich. "Primero viví junto a otros compañeros en el club, pero luego me fui a un departamento solo con uno de ellos y ahí tuve que aprender a hacer mis cosas. Por ejemplo, cocinar. Sé hacer las pastas y sus salsas porque, si no aprendía a hacerlas, no comía. No sé si soy buen cocinero. Pero no me achico para entrar a la cocina".

El portero ya hacía sus primeras armas en Central, donde Chile se le cruzó en el camino. "El que me dio la opción de debutar fue Vicente Cantatore, el técnico chileno, quien junto al profe Luis Saavedra, también chileno, creyó en mí. Nunca los olvidé".

En esa misma época, Tati comenzó a pololear con Mariela Castellano, de 15 años y hermana de uno de sus compañeros en el plantel rosarino. "Ella y su familia me acogieron como uno más, me contuvieron y creo que eso vino a llenar un vacío que evidentemente tenía, que era sentir el calor de hogar. Ahí me di cuenta de que quería formar una familia porque no deseaba ser un solitario. En ese tiempo decidí que me casaría joven y que sería padre joven. Y así fue".

La opción de construir un hogar llegó cuando Rosario Central recibió una oferta de Tenerife de España por el joven portero. Lo quería el mencionado Cantatore.

"Cuando me fui, le dije a Mariela que se fuera conmigo. Que le preguntara a sus padres qué les parecía la idea y le dijeron que lo hiciera. La idea era casarnos antes de viajar, pero no pudimos. Lo hicimos un año después. En Tenerife nos fue bien como pareja, pero a mí no mucho en lo profesional. Me fui demasiado joven, sin mucha experiencia jugando en Primera. Creo que fue un error. Y es lo que hoy le digo a los chicos que quieren irse tan temprano al extranjero".

Un hogar propio

La familia Buljubasich Castellano, tal como quería Tati, se multiplicó rápido con las llegadas de Camila y Delfina. El portero recuperó el centro emocional que había extraviado prematuramente, pero ello no fue a tono con su carrera como futbolista. Su regreso a Central, su paso por Real Oviedo y su aventura en Morelia de México, no fueron estaciones de consolidación.

"Manuel Pellegrini fue quien me llevó a River Plate, donde logré mi primer título. Pero, pese a eso, decidí retirarme del fútbol. Tenía 32 años y sentí que ya bastaba. Me hice representante, pero me fue mal. No hice ningún negocio bueno (ríe). Pero un día me encontré con Pellegrini y me dijo que un amigo suyo, el DT Fernando Carvallo, andaba buscando un arquero para Unión Española. Chile me llamaba otra vez y esta vez fui. No era mucha la plata, los clubes estaban casi todos quebrados y dije: 'Voy por un año y después veo'. Pero llegué a Chile y cambió mi vida".

Luego de Unión, Tati recaló en Universidad Católica donde, dice, vivió el mejor período de su carrera. "En 2005 logré el peak . Fui campeón con la UC y logré el récord chileno de imbatibilidad. Pero más que eso, sentí que había encontrado mi lugar en el mundo".

Claro, porque a pesar de que tuvo momentos de cierta angustia personal (un tumor cerebral benigno) y profesional (no fue renovado por la UC y terminó su carrera en Olimpia de Paraguay), Buljubasich ya sabía donde volver: "Un futbolista siempre está pensando donde irse, pero llega el momento que piensa dónde quedarse. Yo ya sé la respuesta"

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