Francesca Cigna, conocida como Blanquita Nieves, ahorró durante meses hasta que logró reunir el dinero para pagar un curso y certificarse como coach en crianza consciente en Estados Unidos con la autora y sicóloga clínica de la Universidad de Columbia, Shefali Tsabary.
"La educación tradicional no siempre tiene buenos resultados. Los mayores problemas que tenemos de adultos tienen que ver con heridas que arrastramos desde nuestra infancia, con patrones y creencias limitantes que nos traspasaron. En la crianza consciente hay más conexión con el niño versus corrección", expone la ex figura de "Morandé con compañía", madre de Amayra, de tres años.
Blanquita Nieves tuvo clases online en inglés durante un año, un día a la semana con la sicóloga, y el resto era material de estudio. "Fue una formación muy costosa de 8.000 dólares (7.600.000 aprox.)", cuenta ella. La graduación presencial fue el martes pasado en Estados Unidos. La bailarina debió conformarse con las fotos, pues no pudo viajar. "Yo empecé a seguir a Shefali Tsabary poco antes de ser mamá y me gustaba mucho su mensaje. Me apasiona la primera infancia", dice.
A partir de esta capacitación, y otras anteriores, pretende dedicarse a transmitir sus conocimientos vía talleres virtuales desde mediados de noviembre. Para ello abrió la cuenta @francrianzaconsciente en Instagram. "Quiero que sean clases prácticas, por ejemplo, cómo manejar las pataletas, cómo gestionar las emociones de nuestros hijos, cómo mantener la calma".
-¿Cómo se controla una pataleta?
-Es importante saber cómo funciona el cerebro de un niño. El cerebro del ser humano termina de desarrollarse entre los 21 y 25 años. Imagínate que a los tres años hay un montón de cosas que el cerebro no puede aprender. La pataleta es la manifestación intensa de una emoción y el problema es que los adultos tampoco sabemos regular nuestras emociones. Lo primero que hay que hacer es conectar con la emoción del niño porque necesita nuestra ayuda. Tal vez necesiten un abrazo o que los acompañemos. Siempre hay que mantener la calma porque si nos alteramos, cómo Io vamos a tranquilizar.
-¿Qué es la crianza consciente?
-La crianza consciente ve más allá del comportamiento del niño, entonces en vez de corregir la conducta moldeando al niño de acuerdo a nuestras expectativas, como lo hace la educación tradicional, conectamos con las necesidades del niño validando sus emociones. Es una crianza a través del amor y respeto, pero también entendemos que la mayor enseñanza es por medio del ejemplo. Si yo quiero que mi hijo sea fuerte, con una alta autoestima, amable y compasivo, yo me tengo que convertir en una persona fuerte, con autoestima, compasiva y amable. Por eso la crianza consciente hace que los padres hagan un trabajo de desarrollo personal en la sanación de su historia, traumas y heridas para no traspasarlas a sus hijos. Me tengo que convertir en la persona que me gustaría que mi hijo fuese.
-¿O sea que no se les puede llamar la atención a los niños?
-De repente las personas piensan que una crianza consciente no pone límites, que los hijos pueden hacer lo que quieran y es al contrario: se pone límites, pero siempre de manera respetuosa, con amor, aunque firme y validando las emociones del niño. En la educación tradicional pasa mucho que los padres son demasiado permisivos o autoritarios. Ahí los niños crecen en base al miedo y desarrollan baja autoestima, mienten y tratan de ocultar sus cosas.
-¿Qué descubrió de usted como mamá?
-Yo soy súper perfeccionista, necesito estudiar mil veces una y otra vez, entonces me sirve para algunas cosas, pero para otras, no. Me cuesta lanzarme a algo porque primero debe estar perfecto. A veces hay que actuar nomás y vamos aprendiendo en el camino, se puede corregir. Yo recuerdo que cuando mi hija tenía dos años le decía "no tires eso al suelo" y lo hacía igual. Pensé que yo lo estaba haciendo mal. Pero su cerebro a esa edad no sabía controlar los impulsos. Recién a los 4 0 5 años se puede aprender eso.