-->

Escribe y presiona enter

On

Abel Zicavo pareja de Camila Vallejo

La primera vez que Abel Zicavo, 36 años, ex cantante de Moral Distraída y actual front man de Plumas, la nueva banda que está lanzando junto a su hermano Camilo, vio a la actual ministra secretaria general de Gobierno, Camila Vallejo, fue en la televisión. Corría 2010 y ella era presidente de la Fech y salía casi a diario en las noticias.


—Para mí ella se convirtió en una figura importante y admirada antes de conocerla, como para todos. Me impactaba su trabajo, lo elocuente que era siendo tan chica, o sea yo la miraba y decía “¡qué mujer!”.


Sentado en un café al lado de Plaza Ñuñoa, hasta donde llegó en su bicicleta, la pareja de Camila Vallejo, quien es hoy una de las ministras mejor evaluadas del gabinete, recuerda sus inicios juntos.


—Fue a mediados del 2016 cuando nos conocimos. Nos presentó su hermana mayor, Javiera, a quien yo conocía desde hacía varios años. Cuando empezamos a tener onda, la Cami me dijo “oye, tengo que ser super honesta: me dijeron que tú eres cantante de una banda, pero no tengo ni idea de tu banda, nunca he escuchado nada de Moral Distraída”.


La invité a un concierto y esa fue la primera vez que nos escuchó. Y nada, nos enamoramos, la verdad, brutalmente.


Y, dice, todo fue muy “flash”, tanto que a los cinco meses ya estaban viviendo juntos.


—¿No te pareció muy distinta a lo que tú habías visto en la tele?


—Frente a las cámaras, o en el escenario, uno es otra persona. A ella le pasó lo mismo cuando me vio en el escenario. Me dijo: “no eres tímido” y yo le dije “sí, soy tímido, pero en el escenario es otro rollo”.Cuando está frente a las cámaras es una parte exacerbada de Camila.


—Ella se ve muy seria y tú, todo lo contrario. Uno se pregunta cómo funcionan dos personas tan distintas.


—Es que ella no es tan seria y yo no soy tan fiestero.


Abel Zicavo, el mayor de cuatro hermanos, tres de la misma madre y padre, nació en Suecia en 1985. Hasta allá habían llegado sus padres —ella chilena, él uruguayo— tras haberse conocido en Cuba, donde ambos vivían porque sus familias habían sido exiliadas de sus respectivos países.


Su madre había estudiado medicina en la isla y su padre sociología y habían viajado a Suecia para ver si se podían quedar a vivir ahí. Estaban buscando un nuevo lugar. No lo consiguieron y volvieron.


Finalmente, en 1990, con el retorno a la democracia en Chile, decidieron volver al país de su madre. Llegaron a Chillán, donde estuvieron cinco años antes de volver a Cuba para que ambos hicieran sus respectivas especialidades.


—Acá ellos no tenían cómo especializarse, no tenían la plata para hacerlo, jamás nos habría alcanzado.


Volvió a Chile cuando tenía 14 años y fue raro, dice.


—Imagínate lo que fue volver en la adolescencia de La Habana a Chillán. No es que fuera feo porque hay verde, la cordillera es hermosa en Chillán y la gente es amable. Vivir en provincia es muy bonito, uno puede tener una infancia muy buena, segura, pero había una cosa cultural que en esa época no podías encontrar en regiones.


Además, dice, él era un niño tímido.


—También soy un adulto tímido— dice en voz baja y se ríe.


Al salir del colegio entró a estudiar Teatro en la Universidad Católica. Cuando llegó, dice que fue otro choque.


—Fue cuático. La mayoría de los estudiantes de ahí vienen de colegios privados con cierta perspectiva artística y yo no tenía nada de eso. Yo venía de un colegio un particular subvencionado, en el cual yo decía “voy a estudiar teatro” y me respondían “te vay a morir de hambre”.


En su primer año de universidad ya estaba participando en montajes. Una de las personas clave en su vida fue la actriz Paulina García, con quien hizo varias obras. Pero ya a mediados de la carrera, se dio cuenta que a él le gustaba hacer sus propios proyectos y que si bien se sentía cómodo siendo intérprete y lo pasaba bien, no tenía claro si se quería dedicar a eso.


—Me preguntaba “¿soy actor?”, en verdad sí pero “¿quiero ser el mejor actor?”, “no, no me interesa ser el mejor actor”. “¿Quiero ser director?”, “más o menos, pero si dirijo tampoco quiero ser el mejor director”.


Hacerse constantemente esa pregunta sin encontrar respuesta le producía angustia, asegura.


—Pasé un período depresivo muy malo por eso. A mediados de la carrera incluso quise congelar. Pero fue un proceso, y creo que me ayudó mucho a salir de ese momento de angustia el darme cuenta que me gustaba hacer lo mío, por raro y particular que fuese. Son bonitos esos momentos que le pasan a todo joven, y que es descubrir y fijar quién eres. A mí me pasaba que como tenía acento chileno, cubano y uruguayo, me decían el chileno o el cubano o el uruguayo, entonces había un tema ahí con la identidad.


Para su tesis decidió hacer una obra que hablara de la fiesta.


—Yo estaba bien metido investigando qué ocurre socialmente con la fiesta. Es un lugar bien especial donde quitamos las barreras para encontrarnos en las cosas bonitas y en las feas.


La obra incluía una banda a la que invitó a tocar su hermano Camilo, cuatro años menor, y quien había llegado recién a Santiago a estudiar teatro igual que él. Le pusieron Moral Distraída.


—Hemos cambiado la historia muchas veces, porque nos preguntaban tanto por qué nos llamamos Moral Distraída que empezamos a inventar, pero la historia de verdad es esta. Yo trabajaba en ese período en que salí de la universidad de técnico de iluminación y había un diseñador que hacía las escenografías, y un día le pregunté “¿tú eres gay o bisexual o qué? Es que lo había visto con algunas parejas mujeres que eran sus pololas, con parejas hombres que eran sus pololos y no cachaba. Él me dijo “na`, a mí ninguna de esas etiquetas me va, me dan lo mismo, yo tengo la moral distraída”.Y justo en ese momento estábamos montando “El gran Bang”, entonces les dije a los cabros que ya teníamos el nombre de la banda: Moral Distraída.


—Decir tengo la moral distraída es una alternativa, en un sentido más liviano, que decir soy bisexual, gay, pansexual, o las varias clasificaciones que hay ahora.


—Sí, o sea, yo también he tenido relaciones con hombres, he tenido relaciones con mujeres y si me preguntas si soy bisexual o qué, no tengo idea. En verdad, no me importa, me da lo mismo, pero yo entiendo que la gente necesite esa reafirmación de la identidad y se ponga en esas categorías y las reivindiquen. Yo también soy un poco de las diversidades, pero a mí en lo personal, me da lo mismo.


—Las nuevas generaciones necesitan o quieren pertenecer a algo, ponerle nombre.


—Yo lo entiendo y está bien, los que vinieron después de mi generación fueron los que empezaron a fijar mallas, y nos fueron enseñando.Y en la universidad yo viví eso porque, por ejemplo, en Chillán nunca había tenido una relación normal con la homosexualidad, no había tampoco descubierto que también tenía algo de eso, pero era porque el entorno era muy represivo. Cuando llegué de Cuba estaba acostumbrado a bailar y en esa época si bailabas mucho y eras hombre, eras fleto.


—¿Te lo decían?


—Sí. Te hacían sentir mal, aparte que no tenías referentes tampoco para decir “oye, si esto está bien”. Nadie te decía que también podía estar bien ser gay, o que daba lo mismo, bailar aunque fueras hombre (…) .Esa era una sociedad muy represiva dentro de todo lo que era ser mujer, ser hombre, era muy heteronormado Chile. Cuando entré a teatro me di cuenta que se podía ser distinto, la gente vivía sus libertades de orientación, en un entorno más igualitario. Yo no sabía eso, no tenía idea de ninguno de estos conceptos que estoy hablando ahora, pero se sentía muy bien y eso, bueno, lo quisimos llevar a distintos lugares, y yo creo que en Moral Distraída, cuando surge la idea de banda, era el rollo de llevar toda experiencia de la fiesta, del encuentro que hablábamos y también, bueno, de la libertad de ser quien uno es nomás, sin etiquetas y darle para delante.


Moral Distraída explotó en 2016, pero esos seis años, fueron duros. Empezaron a hacer presentaciones, a llevar sus canciones a la radio, pero sin resultados. Él seguía su carrera de actor en paralelo.


—El arte en Chile es bien difícil, hacer música puede ser un poquito más fácil, pero es complicado igual, no hay tantos lugares para tocar y en esos años no había una escena tan consolidada. Estamos hablando en un momento de transición en donde la vieja forma de hacer música, con cds, se estaba muriendo, para nosotros eso fue bueno porque supimos aprovechar bien el mundo de internet. Fuimos de las primeras bandas que solo se publicitaba por Facebook.


Todos tenían que tener otros trabajos porque el dinero no daba.


—Hubo como un año y medio, o dos años antes de que explotara, donde nos dedicamos exclusivamente a la banda. Y fue terrible, arañábamos las paredes, no teníamos ni uno. Había que saber contar las lucas de la semana, pedir plata prestada constantemente, deberle a todo el mundo, fue tremendo. Eso obviamente a uno le provoca angustia, imagínate que le estábamos dedicando el cien por ciento a algo y ya habiendo pasado varios años, no daba.


Finalmente el 2016 la banda alcanzó el éxito y se mantuvo así hasta el 2019. Pero los hermanos Zicavo ya estaban cansados y querían cambiar de estilo, hacer canciones más rockeras.


—Habían pasado muchos años, ya habíamos crecido, ya teníamos otra vida, yo tengo pareja con hija, entonces quería más tiempo con la familia y llevar la banda de otra forma. Nuestras miradas se distanciaron y no logramos ponernos de acuerdo.


La idea original era que Moral Distraída se tomara un receso, pero el resto del grupo no quiso, e incluso quisieron seguir con ella. Los Zicavo aceptaron y decidieron hacer otra banda: Plumas.


—Para nosotros (con Camilo) es muy nutritivo trabajar con el otro, es bacán, yo lo admiro mucho, él crea, es un talentoso y es incansable. Él es más impulsor, es el motor, yo dirijo junto a él, pero tiene más claridad para ver ciertas cosas que yo no alcanzo a ver. Yo estoy más en el mundo del arte y él no, es más concreto, sabe lo que está sonando y para dónde tenemos que ir. Creo que si Camilo hubiese decidido hacer una cadena de panadería, le hubiese ido bien, es de esas personas que puede hacer todo porque es estudioso, honesto y buena onda y se lleva bien con todo el mundo. Es lo máximo.


—¿No te da susto empezar todo de nuevo con Plumas, vivir el que no te toquen en la radio, o un período de carencia económica, aunque no partan desde cero?


—No partimos desde cero, pero sí hay que empezar a remarlas de nuevo, volver a empujar para que suene en la radio y otra vez tocar a bares chicos para ahacer público. Y sí, va a ser duro, pero al mismo tiempo ya sabemos lo que es y lo encontramos muy entretenido. Eso es importante porque da lo mismo la plata— o sea nunca da lo mismo— pero si no estás contento con cómo estás viviendo tu vida, no vale la pena.


Uno de los cambios que vivió Abel Zicavo al irse a vivir junto a Camila Vallejo es que le tocó comenzar a compartir con la hija de la ministra, quien es ese tiempo tenía tres años.


—Fue un cambio fuerte, pero fue lo más amable que ha podido ser porque la Cami es bacán, porque la Adela es dulce y porque Julio, el papá de la Adela, es un bacán también. Nos llevamos todos bien.


—¿Te sientes como su otro papá?


—No, la Adela tiene su papá. Yo soy otra figura significativa en su vida. Es que ellos (Camila y Julio) tienen custodia compartida, entonces ella está una semana con su papá y otra con su mamá. Todo es por igual. Y eso funciona muy bien y no es rígido, es súper flexible también. Nosotros tenemos una relación normal, bonita, nos llevamos muy bien. Creo que colaboró mucho el que ella tuviera una vida mediática y exigente en tiempo, cuando era diputada y comenzamos la relación, y yo estuviese viviendo también una vida mediática y exigente en tiempo, entonces nos entendíamos. Yo le podía decir: “tengo una gira, voy a volver en 3-4 días” y ella me respondía “qué lata, pero bueno es lo que hay, ya, sí amor, te amo mucho”, y listo.


—Pero hoy su cargo es mucho más demandante. ¿No hay un costos, una merma en la relación?


—No, para nada. Hay cosas que han cambiado su forma, pero no ha mermado porque la Cami es de esas personas que puede ver una película, después va al cumpleaños de un amigo y al otro día en la mañana se despierta, corre siete kilómetros, se va a trabajar otras ocho horas, llega a la casa y tiene siete seminarios. Yo no soy de esa gente y no sé cómo lo hace .Es muy determinada y trabajadora. Cuando hay que trabajar, hay que trabajar y tiene una convicción imbatible. Eso de las 40 horas no aplica para ella. Trabaja diez, doce horas al día y cuando termina llega a la casa y dice, “vamos al cumpleaños de mi amiga” y yo la miro y me pregunto con qué fuerza. Y ahí baila y feliz. Yo no tengo esa fuerza. Y hay momentos en los que tienen que estar y mala suerte nomás, porque es la responsabilidad del cargo, así lo entiendo. Por eso cuando no puede estar en cuestiones familiares, es como ok, no importa.


—¿Tú eres como su cable a tierra?


—No sé, creo que cumplo harto ese rol, pero somos varios los que cumplimos ese rol también. Ella tiene un entorno familiar, de amistades, que hacen harto esa pega. Y si bien somos todos, todas, personas a las que nos gusta la política y seguimos hablando de política en la fiesta, también bailamos. Es importante tener la mayor normalidad posible, que tengan sus espacios. Todas estas personas que trabajan en política, en cargos importantes de elección y representación, necesitan sus tiempos de descanso, necesitan tener una vida familiar, amistades, porque si no van a empezar a tomar decisiones malas que nos van a afectar a todos. Esta generación es divertida en ese sentido: uno pensaría que son unos enfermitos del trabajo, pero no. También tienen vida y eso es un valor.


—¿Te sorprendió cuando le ofrecieron ser ministra?


—Yo no sé qué expectativas tenía ella, a mí me parece que estaba dispuesta a lo que fuese, lo que el colectivo necesite.Yo igual más o menos sabía que por ahí iba, pero Camila tiene un sentido de ética y de moral muy alta, entonces nunca me dijo porque, por muy pareja que seamos, esas cosas son de ella y no sería correcto comunicarme a mí las decisiones que se toman en el Gobierno. Por ejemplo, cuando ya estaba nombrada y estaban haciendo el gabinete, un día le pregunté “ya po, ¿quién va a ser ministro?” y ella me respondió muerta de la risa “pucha amor, no te puedo decir”. Y yo dije “súper bien” porque me gusta su seriedad.


—¿Hoy la ves más estresada o es de la gente a la que no le ocurre?


—No, si se estresa igual, se estresa harto. En algunos momentos más que en otros, pero creo que ahora están en un período que es súper bueno porque se están dando ciertas condiciones, a pesar de que el contexto es horrible. Es la primera vez que una fuerza fuera del duopolio de izquierda o derecha está gobernando. Y tienen hartos desafíos, desde la experiencia institucional que algunas personas la tenían pero otras no tanto, y eso tiene algunos costos, pero también beneficios que son increíbles porque es una nuevas forma de hacer las cosas. Y van a haber problemas, van a haber incendios, de hecho está lleno de incendios: estamos en un país que está haciendo una nueva Constitución, la derecha está agilá con el rechazo, el ataque mediático es durísimo, y al mismo tiempo está la pandemia. Y están ahí empujando, pendiente de todos los frentes. Entonces si bien las condiciones podría uno mirarlas como muy adversas, se está haciendo muy bien la pega y por primera vez existe la posibilidad de un cambio real. Eso lo valoro mucho.


Abel Zicavo pide otro café, mientras cuenta que a pesar de que en el pasado miraba la política con distancia, hace unos años comenzó a militar en el Partido Comunista y que si bien no trabaja en la orgánica diaria, lo hizo porque sintió que ya no quería estar mirando lo que pasaba desde lejos. Ha cambiado.


—¿Y a estas alturas ya sabes quién eres?


Abel Zicavo se ríe.


—Sí, soy un tipo sencillo.

Click para comentar