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Fiscal Karen Padilla

Este jueves se conoció el caso de Viera Rivera (42), chilena que vivía hace cuatro años en la localidad de Chiclayo, en Perú, junto a su esposo Giorgio Armas Gabrielli, de nacionalidad peruana, y la familia de este. La semana pasada ella y su hija de dos años fueron rescatadas desde el departamento donde residían, por la policía y el Ministerio Público de ese país, tras recibir una denuncia por presunto secuestro en contra de su marido y su suegro.

"He permanecido privada de mi libertad desde diciembre del año 2018 hasta el 11 de mayo del 2022, donde fiscales penales, fiscal de familia y efectivos de la Policía Nacional del Perú, a las 14:30 horas me rescataron junto a mi hija", declaró la chilena Viera Rivera ante Karen Padilla, fiscal de la Segunda Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Chiclayo, Perú.

"Mi hija no ha interactuado con otros niños, hasta ahora no sabe hablar debido a nuestro encierro. Yo siempre vivía encerrada en mi habitación, no tenía libre tránsito. Quiero regresar a mi país, por favor solicito a las autoridades que me ayuden a regresar. No quiero estar en Perú, tengo miedo que vuelvan a secuestrarme con mi hija", dijo Viera, según consta en el acta de declaración de la fiscalía.

Viera conoció a Giorgio en el año 2017 por Facebook y se casaron en agosto del 2018 en Perú (también se casaron en Chile).

La vecina

La fiscal Karen Padilla, cuenta desde Perú, que el rescate fue posible gracias a la ayuda de una vecina de Viera, llamada Marcia Saquicela (47). Ella vive en el departamento D 402 de ese condominio y la chilena residía en el D 403.

"Esta señora de nacionalidad ecuatoriana hizo la denuncia ante el Ministerio Público indicando que Viera y su hija estaban secuestradas por parte de su suegro y de su esposo", cuenta la fiscal.

"Ella se entera de esta situación porque el imputado Julio Armas es boxeador y su hijo Giorgio da clases de taekwondo, y ella llegó a tomar clases con ambos a su departamento. Allí ella se percató de que encerraban a Viera y a su hija en una habitación, y escuchaba que la menor lloraba y gritaba constantemente. Eso no le pareció normal", relata.

La vecina Marcia, según la persecutora, con el fin de averiguar lo que pasaba en esa vivienda, "siguió asistiendo a las clases y con el tiempo se ganó la confianza de los imputados y pudo acercarse a Viera, quien le pidió auxilio. Le contó que ella estaba encerrada desde diciembre del 2018".

Según Padilla, la chilena vivía confinada en una habitación pequeña donde solo tenía una cama de plaza y media, donde dormía con su hija, y una cómoda.

También estaba aislada virtualmente, porque "nadie de la familia le compartía la contraseña del wifi del departamento", agrega.

Sin embargo, en noviembre del año 2021, la vecina pudo compartirle Internet desde su propio celular a Viera, quien "se conectó mediante una tablet y le escribió a su hermana Linda, por Messenger", relata la fiscal.

"Luego de eso, la hermana a través de la embajada chilena, puso una denuncia indicando que su hermana estaba secuestrada. Sin embargo, cuando el Centro de Emergencia Mujer visitó a Viera en su domicilio, ella estaba con toda la familia presente, y en la entrevista les dijo a las abogadas que ella estaba bien, y que no necesitaba protección. Entonces se archivó esa denuncia", detalla.

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