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El viaje de Soledad Bacarreza y su hijo de 15 años a EE.UU.

Además de plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo, en el check list de tareas imprescindibles para los padres de adolescentes, hay un anhelo que tiene que ver justamente con lo que Soledad Bacarreza está perpetrando por estos días: un viaje madre-hijo, a tiempo completo, en un destino entretenido, y orientado a profundizar el vínculo intergeneracional entre ambos miembros de la familia.

"Era su viaje de 15 años que tuvo que suspenderse por las cuarentenas, pero ahora que se podía, lo hicimos. Lo decidí en tres días", cuenta la comentarista deportiva sobre su periplo por Estados Unidos con Guillermo Durruty, su hijo de 15 años, y con quien decidió irse de viaje como una forma de celebrar una nueva etapa en la vida del muchacho y marcar un punto de encuentro entre mamá y retoño.

"Todo ha andado súper bien, con algunos desencuentros porque los intereses son totalmente distintos. Pero hemos transado y repartido el día. Por ejemplo, él quiere andar en skate y yo quiero ir al Museo Metropolitano de Arte. Yo quiero sacar fotos y a él le da lata. Somos dos polos opuestos viajando juntos y compartiendo todo 24/7. Es un viaje de nosotros dos solos, bien largo, y más encima hombre-mujer", describe Soledad, que ha recopilado alguna de las fotos de su experiencia en su cuenta de Instagram, y donde sus seguidores le han hecho énfasis en dos aspectos: lo grande que está su hijo y lo entretenido de una experiencia de este tipo en un contexto de disfrute, lejos del hogar.

"Guillo creció mucho en la pandemia, durante la cuarentena y me pasó de porte, todo. Y claro, ha sido una experiencia espectacular Hemos andado en avión, auto, trenes, metro, barcos, scooters y bicicletas. ¡Estoy reventada!", añade la sicóloga.

-¿Qué es lo que destaca de la convivencia mamá e hijo adolescente?
-La verdad es que ha sido rico estar con él todo el día. Claro que el celular es tema y, por otro lado, él duerme bastante, pero en estos viajes hay que elegir las batallas que una da y el resto es hacerse la muerta no más un rato. Obviamente todo se amplifica en una pieza de hotel de 20 metros cuadrados. Empezando por el desorden y el chateo.

-¿Por qué?
-Hay un sector de la pieza que es de él y su desorden, pero el resto de mi pieza, de mi lado, está impecable. Y claro, porque ahora con la pandemia no hacen room service, entonces una se tiene que preocupar de todos estos detalles. Los primeros días fueron mucho más difíciles, pero después ya nos acostumbramos.

De momento, mamá e hijo han viajado por Nueva York, Filadelfia, Washington DC y Miami, una suma de más de 2.000 kilómetros en lo que han acumulado anécdotas, sabrosas conversaciones y en los que Soledad terminó por darse cuenta del crecimiento integral de su regalón.

"Con Guillo y con mi hija Amanda toda la vida he sido súper aprensiva, pero he ido entendiendo que tengo que soltarlos. Él tiene polola ya, de hecho. ¿Qué como soy como suegra? Un encanto, pues", agrega.

"Y, por otro lado, Guillo me ha pedido acá que Io deje solo en tal parte, y que nos juntemos en tres horas, y así también tiene su espacio. Aquí me di cuenta de que ya no es una guagua. De hecho, en la única situación medio difícil que nos tocó, la controlo él. Sin entrar en detalles, yo estaba en un punto que no sabía cómo solucionarlo y el que atinó fue él. Estábamos en un barrio medio desconocido, sin internet, sin auto, sin plata y sin cajeros para solucionar el tema, y él se le ocurrió cómo salir del paso. Pero, en resumen, lo bueno de un viaje así es que estamos solos, y vamos a seguir solos una semana más a la vuelta por toda la cuarentena", cuenta.

-¿Piensan implementarlo siempre?
-O sea, tres semanas sola con tu hijo de 15 años y aprendes a conocerlo completamente y sería genial seguir viajando siempre. Pero el problema es la cuarentena, todo el montón de trámites que hay que hacer, que Estados Unidos está súper caro, y y que él está en el colegio, pero hay que verlo. Sólo espero que en un par de años ellos me inviten a mí y yo ya no tenga que meterme la mano a la billetera todo el rato, jajajá.

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