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Javiera Acevedo

"Siento que tengo una paz plena, una tranquilidad única, quizás es por el cansancio, no sé, como que ando en las nubes", pronuncia con voz pausada, desde la cama de su casa, Javiera Acevedo (36), a cuatro días del momento más importante de su vida: el jueves pasado se convirtió en madre de Kai, su primer hijo, quien a la hora de su nacimiento pesó vigorosos 4 kilos 390 gramos, distribuidos en 54 centímetros de extensión corporal. "Lo miro y me emociono. Estoy feliz. Es una exquisitez. Mientras hablo contigo, le estoy dando papa", confidencia la actriz, sin hacer mucho ruido.

-¿Tiene buen apetito?
-Me pide muy seguido, cada hora y media. La demanda es todo el día. Y este es guatón, es grande, tiene hambre todo el día, en eso salió a la mamá. Está sanito, muy bien, eso es lo importante.

-¿Y usted, cómo está?
-Ando como zombie, se duerme muy poquito, pero todo eso da lo mismo cuando veo sus ojitos. Una está hecha bolsa, partida en pedazos por el cansancio, pero da lo mismo. Todo está en función de él. En verdad no tienes tiempo de hacer otra cosa, de prender la tele o agarrar tanto el teléfono. Mi vida en estos días ha sido dar papa, sacarle los chanchitos, mudarlo, esperar que duerma, que despierte, darle pechuga otra vez y todo de nuevo. Todo el rato es así. Cada una o dos horas...

De pronto, un llanto infantil interrumpe el diálogo. Kai se hace escuchar al teléfono. El gimoteo genera al segundo una sospecha maternal casi automática. "Debe ser un chanchito", propone Javiera, quien a través de golpecitos intenta aliviar a su retoño, que disminuye su protesta. Tras hacerlo, ella rememora impresiones de ese primer día, cuando conoció a su hijo.

La madre recuerda: "El parto fue intenso. Cuando dicen que algo complicado fue como un parto , es pura verdad. Al momento de las contracciones muy seguidas, cada cinco minutos, supe que ya se venía, porque también era mi semana 41. Mi mamá (Gisa Ludwig) y el papá de mi guagua (Federico Mekis), me llevaron a la clínica altiro y cuando llegamos, empezamos a prepararnos con la matrona, que es una exquisita. Después llegó el doctor, que se portó un siete. Ellos hicieron todo Io posible para que yo tuviera parto normal, pese a lo grande de mi guagua".

-¿Cuánto duró el proceso?
-Desde que llegó el doctor fueron como 4 horas 0 4 horas y media. Siempre estuve acompañada de mi mamá, cosa que agradezco un montón. El doctor y la matrona me dieron mucho ánimo, me decían que dependía de mí nomás seguir porque la mayoría de las mujeres que tienen guaguas tan grandes las tienen por cesárea. Pero si se podía, yo quería parto natural, así que le di con todo nomás. Fue todo muy doloroso, porque el cuello del útero se tiene que ablandar y luego abrir, todo para que salga una cabeza, que en mi caso fue de 31,5 centímetros de contorno. Bien grande.

-Wow.

-El doctor y la matrona me dijeron que fui a una guerrera, que pocas veces sacaban guaguas tan grandes por parto normal. Me tiraron todas las flores, después de eso me sentía súper poderosa. Nunca me imaginé que tuviera esa fuerza, que sólo sale para sacar a tu hijo de adentro tuyo. Es casi sobrenatural. Después de eso, siento que puedo hacer cualquier cosa. Me siento aguerrida total.


-¿Y cómo va la recuperación?
-Físicamente una se tiene que restituir, recuperarse. El útero sufre, el cuerpo, todo... es como partir una vida nueva en todo sentido. De tener una vida independiente ahora paso a tener a una persona totalmente dependiente a mí, lo que es un mundo de diferencia. O sea, salió una persona desde dentro de ti. Es muy loco estar embarazada y tener un hijo.

-Se oye emocionada.
-Es emocionante, sobre todo por el contexto de estos tiempos, con todo tan difícil, con todo lo que uno se tiene cuidar por el covid, la crisis... lo encuentro todo tan épico que incrementa la emoción. Y tengo la suerte de que mi mamá ha estado conmigo todo este tiempo, ayudándome, apoyándome. Imagínate, ahora ella está sacándole los chanchitos al Kaicito para que yo hable contigo. Siento que tengo suerte. Me he sentido súper querida y contenida por mis papás, mis hermanos, las amigas. Están todos pendientes, y cuando la guagua te mira, siento que todo cobra sentido. Qué más te puedo decir. Estoy muy feliz.

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