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Tejedora cuenta su éxito en el negocio de la lana

"La primera vez que emprendí fue por hambre, vendía sándwiches en la calle a los trabajadores que pasaban, ensaladas y me detuvieron los Carabineros. Después vendí joyas, hasta que a los 20 años encontré pegas formales en una Isapre, un banco o como ejecutiva de call center, que me permitieron aprender el mundo de los negocios. Me especialicé en ventas", cuenta Fran Cavalla (37 años), emprendedora del tejido conocida como La Nonina Tejedora (@la_nonina_tejedora), con más de 165.000 seguidores en Instagram.

Su amor por el tejido, que aprendió como una costumbre familiar, se transformó hoy en un próspero negocio, con cajas sorpresas mensuales con materiales para hacer un proyecto propio con más de 3.000 suscriptoras, la venta de insumos para tejer, el reciente lanzamiento de su libro vivencial "Soy rubia y conozco el infierno", el desarrollo de un marketplace con proveedores ligados al tejido donde ella se hace cargo del despacho, y hasta la creación de "retiros tejedores", viajes al extranjero que mezclan turismo y cursos relacionados al tejido y que este año tiene fijada una salida a Punta Cana.

Todo ello ha permitido que la empresa Lanonina.com, que Cavalla tiene junto a su socio y ex jefe Cristián Munita, haya facturado en 2020 del orden de SI ,000 millones, duplicando las ventas del año anterior. Una historia que partió hace ya casi cuatro años, cuando invirtió los $4.000.000 que tenía de cupo de su tarjeta de crédito para importar materiales para tejer.

"Los vendí en una semana, fue una locura. Partió porque empecé a explorar un tejido distinto a los chalecos como es el tejido decorativo, de alfombras, carteras, etcétera, y nadie vendía acá los materiales que necesitaba como el trapillo. Empecé a traer de Turquía, España, para uso personal. Como lo mostraba por Instagram, me empezaron a preguntar dónde los había comprado y se me prendió la ampolleta. Me había tirado muchas veces a la piscina y nunca había agua, pero esta vez sí había", cuenta la empresaria, quien hoy emplea a más de 25 personas y tiene una bodega de 1.500 metros cuadrados destinada a su e-commerce.

-¿Por qué tejer volvió a estar de moda?
-Volvió el interés por tejer porque el mundo del material XL, que son los mismos hilados con que se fabrica la lana, pero con grosor extremo para hacer alfombras, bolsos, colgantes como murales, volvió a abrir el tejido a una cosa más moderna. Hoy ya se le perdió el miedo y la gente se está atreviendo a tejer las cosas que podrían ser miradas como de abuelita como ponchos, gorros, chalecos. Se destapó y da lo mismo lo que se teja. La gente se siente orgullosa, ya no está eso de sacar el tejido en el metro y que dé vergüenza, que pueda creerse que soy una vieja.

-¿Cómo influyó la pandemia?
-Creció más aún, ha sido una locura. Si hablamos de abril o mayo del año pasado, estábamos vueltos locos por la cantidad de gente nueva que compraba o se sumaba a mi Instagram. Por eso también hice videos gratuitos para que la gente pudiera hacer algo con la lana que tenía en su casa. Hemos tenido mucho trabajo y no ha bajado. Gracias a la pandemia muchos aprendieron a tejer. Así como mucha gente se puso a hacer pan, también se puso a tejer.

Hicimos un marketplace con artesanos de diferentes partes de Chile para que puedan vender sus cosas y los despachos salen desde nuestra bodega. Vendemos, almacenamos, despachamos y luego les pagamos a ellos. Es un buen sistema para aquellos que no tienen página web o sistema de logística, por ejemplo.

-¿Cómo fue partir con un negocio en torno al tejido?
-Para todos yo estaba loca. Cuando lo comentaba todo el mundo me decía que estaba loca, que cómo iba a vivir de la lana, que me podía ir bien pero un ovillo de lana cuesta luca y no puedes viwr de eso, que ya tenía dos hijos. Para todos era que estaba medio loquita, pero me dio lo mismo. Era ahora o nunca, tenía un trabajo donde ganaba lo que necesitaba, pero no quería vivir trabajando para otros. Tenia una necesidad enorme de dedicarme a lo que me hiciera feliz.

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