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Romina Cannoni

En un momento de esta charla, por pocos segundos pero en forma evidente, la ex nadadora chilena Romina Cannoni se quiebra y da rienda suelta a una emoción que quizás afloró por una simple imagen. "A los 20 años tuve que decirle chao a mi faceta competitiva. Tenía la marca para ir a los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, pero en enero de ese año ya supe que no podría cumplir con mi sueño. Venía arrastrando una lesión que se me había provocado dos años antes. Me fracturé un disco en la zona de la columna y no había solución posible en esos años para una lesión así. Solo existía tratamiento para aminorar el dolor. Fue el comienzo del fin de mi carrera", cuenta la ex deportista.

-¿Por qué se produjo la lesión?
-Yo en realidad era muy bruta porque no me cuidaba mucho al hacer los ejercicios. Me lanzaba al agua y empezaba a nadar nomás. Puede haber sido un mal movimiento, falta de preparación física. Incluso algo genético. Nunca lo supe bien. Solo sé que eso me invalidó.

-Usted era en ese momento la nadadora chilena más destacada de la historia. ¿Cuánto le costó asumir que se le había terminado la carrera?
-Mucho. De hecho, poco después de lesionarme, a la mala, seguí yendo a nadar. Mi papá decía que era una locura, pero yo iba igual a la piscina. Fue tanto que, incluso, participé en el Sudamericano de ese año. Pero ahí vino el gran cachetazo: me tuvieron que sacar en brazos de la piscina.

-Así y todo, no se retiró ahí. Bien porfiada.
-Como buena italiana nomás. Pero si bien seguí compitiendo e, incluso, haciendo buenas marcas, en enero de 2000 supe que ya no podía más. Lo hablé con mi entrenador, Rodrigo Bañados, quien fue el único que supo de esta decisión. Me había hecho un bloqueo, un cóctel de inyecciones y ahí me di cuenta de que ni eso disminuía los dolores. Me pegué una llorada cuática y decidimos con Rodrigo que participaría en el Nacional, donde se seleccionaría el equipo olímpico para Sydney, la cual sería ml última competición.

-Al menos se preparó mentalmente.
-Pero igual me enojé porque, pese a haber hecho la marca para ser seleccionada, cuando dieron la nómina no me incluyeron. Pensé que era injusto, pero la verdad es que lo hicieron adrede para despedirme.

-¿Cómo fue esa despedida?
-Mi club, Stadio Italiano, en conjunto con Stade Francés y la Universidad Católlca me hicieron un homenaje anunciado públicamente mi retiro. Me dieron ramos de flores, hablaron de mí, me aplaudieron. Es algo que siempre he llevado muy adentro y ahora que lo recuerdo, pucha, como que me dan ganas de llorar.

-¿Qué le quedó pendiente por ese retiro tan joven?
-Siento que pude haber llegado más lejos a pesar de que hice muchas cosas que en ese tiempo quedaron como referencias en la natación chilena. Fui campeona de Chile y sudamericana; bajé del minuto en los 100 metros estilo libre cuando nadie lo había hecho en el país a los 16 años. Fui 20 del mundo en Suecia.

-Todo eso indicaba que usted podía seguir escalando y logrando marcas.
-Sí, lo tengo claro. Tal vez nunca hubiese alcanzado una final olímpica, pero quizás sí una final B olímpica, que es algo bastante complicado. Y seguro que, a pesar de que en ese tiempo a los 20 años una nadadora era considerada veterana -no como hoy-, hubiese seguido bajando marcas en Chile y Sudamérica.

-¿Siente algo de frustración?
-No, no creo que esa sea la palabra exacta. Miro para atrás y estoy orgullosa de lo que me tocó vivir. Logré cosas que ninguna mujer nadadora había logrado en Chile y en un mundo que era casi exclusivamente de hombres. Siento quizás nostalgia de esos momentos. Pero no frustración.

-Pero se alejó de la natación.
-Sí. En los primeros meses del retiro me daba pena ir a la piscina. Me costó seis meses volver a nadar. Y cuando lo hice, estuve a punto de volver a competir.

-¿De verdad?
-Es que comencé a nadar con los seleccionados chilenos a modo de refuerzo en algunas competencias. Lo hacía en los entrenamientos. Y un día un entrenador brasileño que vino a Chile me vio y me preguntó quién era y por qué no me integraba a la Selección. Le dije quién era, lo que me había pasado y acordamos ver si podía volver. La meta era estar en los Panamericanos de 2007 de Río de Janeiro. Pero no me dio porque ya estaba trabajando y no podía cumplir en las dos cosas a la vez. A los 26 años era una vieja de mierda (ríe).

-¿Siente que la natación le robó parte de su vida? ¿Qué se perdió de muchas cosas?
-No, al contrario. Para mí la natación fue parte esencial de mi vida. El deporte me salvó del Ritalín porque era de esas niñas inquietas e hiperactivas que en los colegios tratan de bajarles las revoluciones. Yo, en vez de tomar medicamentos, jugaba básquetbol, hacía gimnasia rítmica y nadaba. Hasta en un grupo de teatro estaba. No, el deporte y la actividad física nunca me privaron de algo. Solo me hicieron feliz y me enseñaron cosas para enfrentar la vida.

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