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La mafia detrás de los fuegos artificiales

Ángela Constanzo recuerda el velorio de su hijo. Fue el 29 de mayo, cuatro días después del asesinato de Jacob Maureira, de 21 años, muerto a tiros en un ajuste de cuentas en la población El Castillo, en La Pintana. La despedida, dice Ángela, fue masiva e iluminó las noches de la población por varias jornadas. Los amigos de Jacob, recuerda ella, llegaban con lienzos, coronas de flores y “tortas” que encendían en mitad de la calle. “Tortas”, explica, es el nombre con el que se comercializan los paquetes de fuegos artificiales, por su forma redonda, envueltos en papeles coloridos y rellenos con cargas de 9 hasta 200 o más tiros.

—Se veía bonito, aunque después los cabros se desordenaron y comenzaron a tirar muchos y a disparar también. Ahí llegaron los pacos —recuerda Ángela.

Fernanda, vecina de Ángela y dirigenta de la población El Castillo, explica que situaciones como esta suceden a diario. No solo durante funerales y velorios, sino también para celebraciones de cumpleaños, fiestas o cuando algún traficante del sector advierte que se ha abastecido de droga. El lanzamiento de fuegos artificiales, dice, es tan cotidiano como los incendios en los patios de los vecinos donde cae alguna chispa.

—Apenas empieza a oscurecer, comienzan los fuegos —dice Fernanda—. Han quemado toldos, han caído chispas a los autos. Es como si fuera Año Nuevo todos los días.

El jefe de la Brigada Investigadora de Delitos de Propiedad Intelectual (Bridepi), comisario Marco León, asegura que, si bien las incautaciones de fuegos artificiales han aumentado durante los últimos años, lo que realmente se ha extendido es su oferta a través de redes sociales, especialmente Facebook e Instagram. La situación ha despertado la alerta de instituciones como Coaniquem, impulsora de la ley que el año 2000 prohibió la comercialización y uso de los fuegos artificiales en Chile.

—Logramos modificar una cultura —dice el doctor Jorge Rojas, director de Coaniquem—. Pero esa cultura se ha pervertido y tenemos que ver cómo recuperarla.

La mecha

Un fuego artificial es el resultado de la combustión de la pólvora con las sales que determinan su color. Materias primas hay muchas: cobre para el verde, litio para el rojo, potasio para el lila, magnesio para el blanco, sodio para el amarillo. La historia de su origen es tan antigua como la pólvora: nacieron en China y se extendieron por Europa gracias a los comerciantes árabes, y luego al resto del mundo. Hasta fines de los 90, en Chile no estaba prohibida la comercialización de fuegos artificiales. Su uso, recuerda el doctor Jorge Rojas, estaba naturalizado, sobre todo durante el mes de diciembre, cuando eran usados masivamente por adultos y niños en las vísperas de Navidad y Año Nuevo. La muerte de dos menores, y personas mutiladas o quemadas por el mal uso o por artefactos defectuosos, hicieron que Rojas y su equipo en Coaniquem iniciaran 1993 una vigilancia epidemiológica que les permitió conocer datos entregados por servicios de salud públicos y privados durante el mes de diciembre y los primeros seis días de enero. Año tras año, solo durante diciembre, entre 70 y 80 niños sufrían lesiones por fuegos artificiales en el país.

La información, recuerda el doctor Rojas, fue intensamente promovida por la prensa de la época, hasta que el año 2000, luego de una larga campaña y seis años de discusión en el Congreso, se promulgó la ley 19.680, que prohíbe el uso de fuegos artificiales, y se reformó la ley 17.798, sobre el control de armas y explosivos, que prohibió la venta al público. Durante el primer período posterior a la ley, los lesionados disminuyeron a solo 10 casos en todo Chile.

Desde entonces, cuenta el doctor Rojas, la cifra osciló siempre entre cuatro y ocho casos por año. Sin embargo, durante el último período registrado en 2019, la cifra ascendió por primera vez a los 18 casos. Según él, el ascenso se explica por el fácil acceso a los fuegos artificiales a través de redes sociales y a la cultura asociada alrededor de la pirotecnía, que ha permeado desde el mundo del narcotráfico. El subprefecto de la BIRO Centro Norte, Jorge Aguillón, ha estudiado el fenómeno:

—Inicialmente, los fuegos artificiales se han usado como una manifestación de fuerza dentro del territorio donde viven —dice Aguillón—. Demuestra la potencia, la capacidad de fuego, porque también se mezcla con disparos. En un comienzo se utilizaba para alertar de la llegada de droga, luego para despedir a alguno de los suyos que murió, por lo general, en una trifulca con bandas rivales, y ahora se ha sumado su uso más festivo.

—Se perdió el respeto —agrega el doctor Rojas—. Tenemos casos de niños afectados de hasta menos de 1 año, lo que no había pasado nunca. El problema es que la ley debe ser actualizada si queremos recuperar las cifras que teníamos.

Jorge Rojas recuerda una anécdota: el año 2018 fue invitado ante al Consejo Permanente de la OEA para exponer sobre la ley chilena. La intención del Consejo, asegura, era utilizarla como ejemplo para el resto de los Estados americanos. Pero antes de hacerlo, reparó en un detalle: si bien en Chile la comercialización y uso de pirotecnia están prohibidos, ambos están tipificados como falta y no como delito.

—Eso significa que la ve el Juzgado de Policía Local y lo máximo que puede aplicar es una multa un poquito superior a 2 millones y medio de pesos —dice Rojas—. Tendrían que cambiar la ley y que la falta pase a delito con privación de libertad. Porque lo que nosotros estudiamos es que a quienes venden fuegos artificiales les resulta más barato pagar la multa que pagar los impuestos o el IVA. ¿Cómo íbamos a exportar una buena práctica sabiendo que tiene fallas?

Ese mismo punto, dice el comisario de la Bridepi, Marco León, es el que les ha impedido ser más efectivos en el control de los ingresos de fuegos artificiales al país.

—La ley dispuso que las policías fueran fiscalizadoras, pero no hay ninguna pena asociada, ni siquiera con multa que tenga relación con el Ministerio Público —dice el comisario León—. Simplemente es una multa como la de cualquier automovilista mal estacionado. Nosotros hemos tratado de pesquisar los fuegos artificiales, pero eso significa destinar una labor de inteligencia y mucho recurso humano para perseguir algo que no es penal. No le resto importancia, pero los recursos humanos están en mira de los delitos propiamente tal.

Los recursos necesarios para enfrentar el problema, explica el comisario León, deben ser más contundentes para desbaratar las organizaciones pequeñas pero complejas que están detrás de la internación de fuegos artificiales.

—Nos cuesta mucho llegar al importador —dice el comisario—. Es tan rápida la venta que, si uno se demora una o dos semanas en llegar, la mercancía ya no va a existir.

La cadena, explica, funciona así: primero está el importador del producto, luego el que recibe el cargamento —por lo general en los puertos de Valparaíso, San Antonio, o por tierra, a través de pasos fronterizos con Perú, Bolivia o Argentina— y finalmente el vendedor, el que vende al detalle, el que promociona el producto a través de redes sociales, doblando o triplicando el valor original del producto.

Un vendedor como Alejandro Brevis.

Jugando con fuego

—La “torta” de 9 tiros la tengo a 12 lucas. La de 15 a 25 lucas. Si te las doy al por mayor, una “torta” de 15 te la puedo dejar en 13 lucas. La gente que más busca fuegos es por si está de cumpleaños, por si hay muerte, o cuando están de aniversario. Pero las “tortas” de más tiros salen más cuando muere algún choro o cuando llega la droga. Antes de ayer fui a dejar una torta de 500 tiros pa' un loco cototo que le llegó droga de la pura.

Alejandro Brevis está al teléfono desde la comuna de Colina. Desde allá explica que ese no es su nombre real, sino el que usa en Facebook para comercializar todo tipo de fuegos de artificio: “tortas”, “pilas”, “palmeras”, petardos y bengalas. En su perfil no se ve mucho, salvo ofertas de productos y un número de WhatsApp por el que se comunica con sus clientes. Dice que tiene 23 años. Y que lleva cinco en el negocio.

Antes de llegar a eso, Brevis cuenta que su camino fue más bien delictual: participó en atracos, robos, en quitadas y venta de droga. Hasta que cumplió 18 años y prefirió cambiar de rubro.

—No quería andar como un delincuente —dice—. Ya había cumplido 18 años y las condenas eran brígidas. De joven te podís mandar cagazos, si total vái a estar dos, tres meses y te vái para la calle. Pero ya grande, te podís agarrar una deuda de 17 años o más, y no po', fome.

Fue un cercano el que le ofreció vender algunos fuegos artificiales, un conocido del mundo delictual que, como dice Brevis, le tendió la mano. Poco a poco fue ganándose la confianza hasta llegar al contacto con el proveedor que consigue el producto desde las importaciones que un tercero hace desde China.

—Tengo la “mano” de lo que llega a puerto —dice Alejandro Brevis—. Arrendamos un camión tres cuartos y lo traemos a Santiago.

Según Brevis, hay dos formas en que los vendedores finales como él se abastecen de fuegos artificiales. La primera es la suya, a través de un contacto directo con el proveedor. Y la segunda, en bodegas del barrio Meiggs, donde se almacenan los productos.

—Tú vái a Meiggs y encontrái toda esa hueá a mitad de precio —cuenta—. Llegái a un bodegón que hay en un mall, un subterráneo, y están todas las “manos”. Allá sale un poco más caro, pero podís sacarle el doble. Yo le saco más porque me llegan directo. Tenís que saber hacerla si vái a Meiggs, porque igual te estái metiendo en un juego oscuro.

El comisario y jefe de la Bridepi, Marco León, confirma la descripción que hace Alejandro Brevis. Según los antecedentes de una de las últimas incautaciones que hicieron, y con la colaboración de un proveedor de fuegos artificiales al por mayor del barrio Meiggs, lograron establecer el modus operandi de la internación. Por lo general, explica, los paquetes ingresan en containers, rotulados como juguetes u otro tipo de productos, como velas, y almacenados al comienzo de la carga que es cubierta por productos que sí tienen un ingreso aduanero legal.

—Después que entran, son distribuidos a través de su red —dice León—, pequeñas redes, como células que se encargan de vender el producto. Nosotros logramos seguirles la huella a dos personas que estaban vendiendo por Instagram. Ofrecen este producto, pero usan otra estrategia. Después de vender, utilizan el envío a través de Chilexpress y Starken. Así mandan a todo Chile. Donde más mandan es a Antofagasta. Y para darte fiabilidad, te van enviando fotos de cuando van a hacer el despacho e imágenes de los vouchers.

Los que son comercializados al por mayor en Meiggs, agrega el comisario, son ofrecidos en la calle por captadores de proveedores más grandes. Estos, explica, coordinan la compra del producto que luego es despachado en otro sector del barrio. Así la persona que se abastece tampoco sabe de dónde los sacan. Este detalle le ofrece protección al proveedor y al importador, que, según León, por lo general es un ciudadano chino.

—Ellos tienen todos los contactos para ingresarlos —explica—. Pero también lo que hacen es poner a un chileno como representante legal, entonces cuesta ver quién es el importador, porque para efectos legales figura un chileno.

“Sábado” se contactó con la Cámara Chileno China de Comercio, pero según ellos solo promueven la relación entre inversionistas chinos y exportadores chilenos. No tienen mayor información sobre importadores, según explican.

—El chino nunca se ve —agrega Alejandro Brevis, desde Colina—. El chino lo traslada aquí mismo y tú le comprái aquí mismo, pero nunca sabís quién es. A ese le interesa la plata, nomás. Igual que a uno, si yo me metí en esto por la plata, para darme mis gustos, pa' irme pa' la playa, pa' comprarme mi pedacito de carne, pa' una casata San Francisco de tres leches.

—¿Cuánto puedes ganar al mes vendiendo fuegos artificiales?

—Depende de lo que invierta. Pero 500 lucas las puedo convertir en 1 millón y medio. Yo soy terrible de desordenado. La plata fácil se va rápido.

—¿Te ha pasado que algún cliente se haya accidentado con lo que le vendiste?

—Sí, me ha pasado, pero se hacen responsable ellos, nomás. Si ellos me los compraron y son los maldadosos, no me puedo hacer responsable. Yo soy el que vende y les dice como se enciende. Allá ellos si lo hacen mal.

La forma de encender una torta, dice Brevis, es colocándola entre cuatro piedras que sostengan cada una de sus puntas. Así no hay riesgo de que se derrumbe cuando comience a estallar y mantenga la forma. El encendido es rápido, no más de tres segundos demora la mecha en hacer contacto con la pólvora que activa el fuego artificial. El espectáculo, cuenta, suele llamar la atención de la gente, sobre todo de los niños en las poblaciones. Aunque meses atrás, en Plaza Italia, sus espectadores fueron los miles de manifestantes que participaron de marchas en pleno estallido social o durante la celebración del Apruebo, el 18 de octubre.

—¿Cómo no iba a ir a celebrar? —recuerda Alejandro Brevis—. Me fui para allá a puro tomar, tirar petardos, fuegos artificiales. La gente se alegraba, te saludaba, te felicitaba. Nunca habían visto una hueá tan bonita, porque no era yo el único. Estaba lleno de locos tirando fuegos artificiales por todos lados.

Fin al fuego

En lo que va de diciembre, en Coaniquem ya lamentan las lesiones de un niño de Antofagasta. Tiene 6 años y se quemó una de sus manos al encender un petardo. El doctor Jorge Rojas espera que las cifras no vuelvan a dispararse durante los días previos a Navidad y durante el Año Nuevo. Sin embargo, su preocupación no es solo por quienes resulten lesionados, sino también por los resultados que dieron las últimas investigaciones que realizaron.

—Descubrimos que los fuegos artificiales no son un problema exclusivamente vinculado a los niños con quemaduras —relata Rojas—. También descubrimos que la cantidad de incendios provocados en Chile y en el extranjero es enorme. Hay un tema del daño medioambiental, con pérdida de fauna nativa. Se afectan las mascotas. Los lobos marinos y las aves en Valparaíso tienden a migrar después del show pirotécnico. También se ven afectados los niños recién nacidos, y algo que no sabíamos: las personas del espectro autista sufren mucho con esto.

Según el director de Coaniquem, una modificación a la ley ya fue aprobada por el Senado y espera el paso por una comisión mixta que le permita convertir la venta y uso de fuegos artificiales en un delito. Esto, cree Rojas, permitirá controlar el ingreso ilegal de artículos pirotécnicos.

—Es una ley que no tiene resquicio —dice el doctor Rojas—. No se podrá importar, exportar, producir, vender, comprar. Necesitamos recuperar esa cultura. Estamos trabajando con una agencia global de publicidad y con una agencia que nos va a permitir diseñar estrategias para el cambio que tenemos que lograr.

Este cambio en la ley, cree el comisario León, les permitirá a las policías mayor eficiencia a la hora de perseguir a las organizaciones que internan los fuegos artificiales a Chile. Fernanda, dirigenta de El Castillo, opina que sería la única manera de que el show pirotécnico al que asiste todas las noches se detenga y deje tranquilo a los pobladores que sufren con el ruido o los incendios en sus patios. Alejandro Brevis, en cambio, pronto a abastecerse de fuegos artificiales para las próximas fiestas, cree que ninguna ley terminará con el mercado negro de un producto que la gente demanda.

—Ya tengo más de cien mensajes de gente que quiere fuegos para Navidad. A la gente le encantan —dice—. A la gente de la población, a la gente de la comuna más rica, da lo mismo: le encantan. ¿O tú creís que no va a llegar nadie a Valparaíso a ver los fuegos artificiales para Año Nuevo, aunque se cierren las fronteras? Se va a llenar de gente, huacho. Espérate, nomás. No van a estar ni ahí con el covid.

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