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Detalles de la sofisticada plantación de marihuana que el OS-7 encontró en el desiert

El dato era tan ambiguo como improbable: una plantación de marihuana en el desierto más seco del mundo, cerca de la cordillera y a la altura de Copiapó, en la región de Atacama. Algo tan raro como encontrar un jabalí en el patio de la casa. Pero la fuente, reconoce el capitán Eugenio Olea del OS-7 de Carabineros, era confiable y no había razón para no intentar una búsqueda.

Hicieron barridos en helicóptero y atravesaron cerros y quebradas en dirección al este, donde solo hay desierto sobre desierto. Hasta que de pronto el piloto detectó, en medio de la vasta aridez, un punto verde. El OS-7 fue a chequear con patrullas y reforzados con el Gope.

Luego de tres horas de viaje desde Copiapó, los uniformados se toparon con un camino perfectamente delineado "y que se notaba que había sido construido con maquinaria pesada", describe el capitán Olea. Al final del camino, a unos 2.600 metros sobre el nivel del mar y en lo que después descubrieron tenía por nombre quebrada Margarita, lo insólito.

"Nunca nos habíamos topado con algo así", reconoce el capitán Olea. "Era cerca de media hectárea de plantación. El cultivo tenía un sistema de riego con mangueras. Había un pozo de agua profundo de cinco metros de ancho y aparte había cinco estanques de agua de mil litros cada uno. También encontramos un invernadero donde había almácigos de marihuana que después seguramente serían trasplantados a la tierra. Y había además una especie de casucha de plástico con dos colchones, que es donde se alojaban los agricultores, por llamarlos así. No había nadie en el lugar".

En total incautaron 1.253 plantas de marihuana de entre 15 y 60 centímetros de altura, más un kilo de marihuana en granel que estaba en proceso de secado. "Si estas plantas se hubiesen cosechado, habrían obtenido un total de 501 kilos de cannabis equivalentes a un millón de dosis y con un valor estimado de unos tres mil millones de pesos", asegura el capitán Olea.

Heisenberg de la marihuana

Marco Garrido, doctor en agronomía y académico de la Universidad de Chile, con solo observar las imágenes del cultivo, llega a la conclusión de que detrás de esto "hay una mano experta con mucho conocimiento". Algo así como un Heisenberg de "Breaking Bad", pero de la marihuana.

"En el desierto de Atacama hay distintas condiciones ambientales dependiendo del lugar, pero en general los problemas para el cultivo son las oscilaciones térmicas extremas, con mucho calor en el día y mucho frío en la noche; la mala calidad del suelo, porque es muy salino y arenoso; y, por su puesto, la escasez de agua", explica Garrido. "Pero aquí se las arreglaron para encontrar soluciones para todo". A saber:

El suelo. "Si nos fijamos, cada planta fue puesta en una especie de hoyo que fue rellenado con un sustrato más fértil o algún tipo de enmienda que mejoraron la fertilidad de ese suelo. De hecho se ve en las imágenes que tienen un color y una textura diferentes".

Agua. "No me queda claro que hayan ocupado un sistema de riego por goteo, aunque se ven mangueras cada cierto tramo. Pero tienen un pozo de reserva y agua en estanques, porque saben que a esos niveles de radiación y con tan poca humedad ambiental, se necesita regar con mayor frecuencia".

Temperatura. "La misión del invernadero es ayudar al proceso de aclimatación o endurecimiento de las plantas. Sucede que cuando la planta germina y es joven y ha crecido en un ambiente muy favorable, la planta estará aclimatada a ese ambiente favorable. Así que si esa planta la llevas inmediatamente a una condición demasiado rústica como el desierto, esa planta se estresaría. El invernadero es para hacer esa transición".

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