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Las Siete Tazas
A penas se asoma entre los meandros del río Claro, de inmediato se entiende por qué a la cascada le llaman El velo de la novia. Son unos diez metros de caída de agua en forma de espuma que se depositan en una poza donde se proyecta una estela igual de blanca, acaso como la cola de un vestido de novia.

En estos días de confinamiento eterno, el espectáculo resulta aún más arrebatador, pero para los habitantes de la comuna de Molina, que es donde se encuentran Las Siete Tazas, de las cuales El velo de la novia es una de sus atracciones principales, el fenómeno evoca más bien una resurrección.

Felipe Barrios, jefe del Departamento de Áreas Verdes Protegidas de Conaf en la región del Maule, cuenta que Las Siete Tazas terminaron de secarse en octubre del año pasado por la sequía. La gente, sin embargo, seguía yendo por costumbre y porque el entorno de todas maneras valía la pena, hasta que en febrero debieron cerrar El velo de la novia, porque en algunas pozas, rancias por el estancamiento, se había formado una capa de hongos que era peligrosa para la salud.

La lápida total cayó el 15 de febrero cuando se produjo un incendio forestal que obligó a cerrar el parque. Y cuando ya estaba a punto de superarse la alerta, vino la pandemia, que lo cerró todo.

Pero durante las últimas 48 horas, ocurrió un fenómeno prodigioso: llovió. Y no poco, dice Barrios. "Hasta ahora han llovido unos 550 milímetros en lo que va del año, siendo que durante varios años solo ha llovido unos 450 mm", cuenta. "La última vez que tuvimos una lluvia importante fue en septiembre del año pasado, pero debido a la poca nieve acumulada, en la época estival no llega nada".

Barrios dice que en un año normal debieran caer en la comuna de 1.800 a 2.000 mm, pero desde el 2007 la escasez ha sido enfermante. El agua en Las Siete Tazas se ha transformado en un fenómeno estacional.

Roberto Pizarro, doctor en Hidrología y académico de la Universidad de Talca, explica que la región del Maule, antes de estas lluvias, mantenía un déficit de agua del 90%, y que si bien estas lluvias son importantes, es demasiado pronto para cantar victoria. "No estamos tan alejados hasta ahora de como fue el año pasado. Hay que esperar julio y agosto, que son los meses claves", dice. "Llevamos mucho tiempo no sobrepasando en Talca los 300 milímetros, cuando en un año normal debieran caer 700 milímetros".

Petorca

La lluvia ha ilusionado a otros sectores del país. Cristián Araya es dirigente de una comunidad agrícola en El Pedregal, en la comuna de Petorca, quizás la imagen corporativa de esta mega sequía. Dice que en algún momento tuvo 70 animales y cultivaba cebada y trigo; hoy le quedan cinco animales y no se puede sembrar nada porque no hay agua por ninguna parte. "Y hace un año que no tenemos agua potable porque se secaron los pozos. Vamos a buscar agua a la cordillera, donde nacen los manantiales", cuenta.

Pero durante las últimas 48 horas vio algo que no veía, asegura, desde el 201 6: agua fluyendo por el río Pedregal. "Esto es un regreso a la vida. Esto puede cambiar el futuro", dice emocionado. Pero hay que tener cuidado.

James McPhee, doctor en Ingeniería de Recursos Hídricos, dice que el año pasado llovió un poco en junio, pero en julio y agosto no llovió absolutamente nada. "Y una sequía así de grande no se sana con un solo evento, sino que debe haber eventos sucesivos", dice. Principalmente por el tema de la recuperación de los acuíferos, aquellas lagunas subterráneas que son las que alimentan las norias. Explican desde el MOP: "Se requieren años húmedos seguidos, mínimo tres, para ver efectos positivos en la recuperación de las napas debido a su alta explotación y baja recarga".
Las Siete Tazas sin agua

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