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Cómo es la lucha microscópica del sistema inmune contra el coronavirus
La batalla microscópica entre el sistema inmune y el coronavirus parte en desventaja numérica. El virus invade al organismo como si fuera una horda de bárbaros: en un solo día, una partícula viral puede hacer 100.000 copias de sí misma. El cuerpo humano, en cambio, demora una semana en tener en circulación los primeros anticuerpos y cerca de 21 días en inmunizarse completamente. Pese a la virulencia de la invasión, el cuerpo humano gana la pelea la mayoría de las veces.

El inmunólogo Arturo Borzutzky, académico de la Universidad Católica e investigador joven del Instituto de Inmunología e Inmunoterapia, explica que el sistema inmune tiene una primera línea de defensa conocida como inmunidad innata o natural, capaz de localizar al invasor y dar la alerta ante la amenaza; y una segunda línea protectora llamada inmunidad adquirida o adaptativa, dedicada a formar células específicas (linfocitos y anticuerpos) contra el patógeno.

El infectólogo Guillermo Acuña, de la Clínica Las Condes, cuenta que en la primera línea defensiva existen glóbulos blancos que, literalmente, se comen a las partículas invasoras. Se les conoce como macrófagos y se dedican a engullir a cada patógeno que intenta llegar a los tejidos. Según el doctor, es probable que estas células puedan eliminar una infección con baja carga viral o menos agresiva, antes de que se presenten síntomas como tos o fiebre.

El inmunólogo Marcos López Hoyos, presidente electo de la Sociedad Española de Inmunología, puntualiza: "Por lo que se conoce de otros coronavirus anteriores, como el causante del SARS y del MERS, aunque aún no hay certeza con el coronavirus actual, se cree que una activación de esta respuesta con un virus localizado en la zona orofaríngea (garganta detrás de la boca) podría controlar al virus y no causar enfermedad sintomática".

Contraataque

La viróloga Vivian Luchsinger, académica del programa de Virología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile, explica que el virus, una vez engullido por el macrófago, es destruido en mil pedazos por una infinidad de lisosomas, que son organelos llenos de enzimas que habitan dentro del glóbulo blanco. Los macrófagos toman lo que queda del virus (fragmentos de proteínas y ARN) y se lo presentan a otras células, los linfocitos Ty B, para que lo conozcan y lo eliminen apenas lo vuelvan a ver.

El inmunólogo Borzutzky agrega que los macrófagos son ayudados por otros glóbulos blancos (las células dendríticas) para presentar los antígenos al resto del organismo. Los antígenos son los fragmentos de las proteínas virales, que son capaces de estimular la respuesta inmune adaptativa. Hay otras células, las asesinas naturales o natural killers, que destruyen las partículas invasoras apenas notan algo raro en ellas. No las engullen y procesan como los macrófagos. Solo les inyectan una suerte de veneno para eliminarlas.

La viróloga Luchsinger explica que los macrófagos siempre producen proteínas proinflamatorias (citoquinas) cuando detectan una infección viral, aunque sea menor. Lo hacen para estimular la respuesta inmune adaptativa y eliminar las partículas que escaparon de la primera línea defensiva. Las citoquinas buscan activar a los linfocitos T y B, y la producción de anticuerpos: inmunoglobulina M (IgM) e inmunoglobulina G (IgG). Los casos asintomáticos, pese a no enfermarse, son detectados por estos anticuerpos.

El inmunólogo López Hoyos agrega que "si falla la respuesta innata, los componentes de la segunda barrera, también pueden controlar la infección y contribuir a gran parte del porcentaje de los asintomáticos o con síntomas leves. En este sentido, una respuesta inmunitaria adecuada facilita la defensa frente al virus".

La tormenta de citoquinas

El infectólogo Acuña cuenta la liberación de citoquinas, en parámetros normales, inflama los tejidos y puede provocar algunos síntomas como fiebre o tos. Sin embargo, este proceso defensivo, en los casos más graves de coronavirus, ha generado una sobrecarga de proteínas proinflamatorias, que terminan colapsando al organismo. A esta respuesta inmune se le conoce como "tormenta de citoquinas" y puede acabar con la muerte del paciente.

"La tormenta de citoquinas es lo que lleva a las personas al shock. Esta respuesta inflamatoria, por ejemplo, produce en el pulmón que la membrana, que separa al alveolo con el capilar, se ensanche y por eso deja de funcionar el órgano", ilustra.

El inmunólogo Borzutzky agrega que "en el Covid-19 se produce una respuesta inflamatoria tan grande, que hace más daño a nuestros tejidos que lo que está causando la infección misma. En el virus hanta se ve algo similar. Es una sobrerreacción del sistema inmune. Tanto así que se están usando medicamentos inmunosupresores que bloquean las citoquinas en los casos graves".

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