Tiene 60 años y vive en el sector El Toyo, en la comuna San José de Maipo. Se gana la vida como soldador y hace 15 años fundó con un grupo de personas la comunidad ecológica Arcoíris. Por seguridad pide guardar su nombre, pero ya declaró en la causa que lleva la justicia contra dos integrantes del grupo.
Hoy quiere hablar de la comunidad. Cuenta que viven en el Refugio del Guerrero, un fundo de apacible naturaleza ubicado a pocos metros del estero El Sauce. En ese mismo fundo, entre el 14 y 15 de abril del año pasado, falleció un niño que no alcanzó a vivir 40 días. Se llamaba Leufú y era hijo de los miembros apodados Loba (38) y Auca (27). La pareja sepultó al lactante en el invernadero del terreno.
Desde ese momento, asegura, hubo un quiebre irreversible.
Los nuevos
"Las cosas venían mal hace un tiempo por causa de un grupo que se integró en la pandemia, entre ellos delincuentes que hicieron cosas aberrantes como lo que pasó con la guagua", asegura el soldador.Según el denunciante, los nuevos miembros llevaban "al extremo" sus pensamientos y estilo de vida.
"La comunidad siempre había sido vegetariana, pero las familias que llegaron en pandemia impusieron el crudiveganismo (dieta basada en alimentos crudos de origen vegetal)", detalla.
No consumían proteínas, hacían ayuno con frecuencia y cuando comían eran cosas como brotes de lentejas o de trigo, cuenta.
"Una vez uno de ellos tuvo que bajar (de la montaña) a un centro de salud de San José de Maipo; estaba flaquísimo, desnutrido, en los huesos. La misma Loba, ¿qué leche iba a dar si no comía nada? No comen proteínas, no sé de dónde echan a andar las neuronas", agrega.
También acusa que entre los nuevos que se unieron a Arcoíris había ladronzuelos. Él mismo denuncia que a él le robaron dos herramientas avaluadas en $180.000.
Una filosofía
El hombre confiesa que fue expulsado hace dos meses de la comunidad. "Me dijeron que había traicionado a la familia por hacer la denuncia (de la inhumación ilegal del lactante). Al día siguiente, al otro integrante que también denunció le dieron una brutal golpiza".Asegura que esta entrevista la da "por el amor que siento por esa comunidad, pero la que estaba antes de la pandemia. Que las personas sepan que los involucrados en el caso de la guagua son un grupo aislado".
Arcoíris es un movimiento de alcance mundial, de origen estadounidense, derivado del hippismo de los años 60 que predica el amor por la naturaleza, la paz, la libertad, la armonía y el respeto.
"Es como una filosofía de vida", comenta.
Una de las reglas fijas del grupo, afirma, es tolerancia cero al alcohol y a las drogas duras o sintéticas.
En la cuenta de Instagram de la comunidad Arcoíris se lee la siguiente descripción: "Ecocomunidad que impulsa el cuidado de la naturaleza del Toyo, en el Cajón del Maipo. Convivimos con permacultura y amor. Juntos en consciencia cocreamos".
Excesos
La hierba de Santa María era "sagrada" para la comunidad, asegura. "Era nuestra bandera. La consumíamos todos los días. La usábamos para expresar todo lo que queríamos y sentíamos, nuestra intención, nuestro querer, etcétera".Sin embargo, explica que antes el consumo de plantas poderosas como el cactus San Pedro, que tiene efectos psicoactivos, estaba reservado solo para ceremonias especiales.
"Eso ya no pasaba. Estos cabros fumaban todo el día (hierba de Santa María) y tomaban San Pedro como si Io estuvieran regalando", afirma.
Sobre la muerte del lactante, tiene dos teorías: "Una es que por ignorancia o negligencia se les haya muerto la guagua. Y la segunda es que en el proceso que llevaban esos integrantes de la comunidad yo puedo pensar que ofrendaron a la guagua a la Pachamama (Madre Tierra)".
"Todo en exceso hace mal, aunque sea lo más bueno que consumas. Sea leche, yogur o pan. Y ellos ocuparon la medicina (hierba de Santa María y cactus San Pedro) en forma excesiva", reflexiona.
Ritos
La comunidad Arcoíris, dice el denunciante y quien fuera uno de sus sostenedores, realizaba sin falta dos ceremonias al mes."Una es el Fuego Sagrado donde se hace un círculo alrededor de una fogata con cantos, bailes, tambores y consumo de San Pedro", dice.
En esta instancia, los integrantes conversaban "a corazón abierto" y compartían sus pensamientos y emociones con sus compañeros.
El segundo ritual es el temazcal, una práctica ancestral de las culturas prehispánicas. Explica que consiste en un baño de vapor que, en este caso, se realiza al interior de un domo geodésico al que ingresa todo el grupo desnudo.
"Es como un baño turco intenso. Dura cinco horas y su objetivo es la limpieza espiritual y corporal", cierra.