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Roser Bru, la artista que pintaba con una especie de rara felicidad

"El mundo parece precipitarse insensatamente", decía Roser Bru sobre el sinsentido reinante, del que ella procuraba alejarse usando una frase de la escritora Marguerite Yourcenar: "Emprende el combate como si el combate sirviera". La artista nacida en Barcelona y nacionalizada chilena, Premio Nacional de Artes Plásticas 201 5, implementó esta estrategia hasta su muerte, ocurrida ayer en su casa, en Santiago, a los 98 años.

"Te fuiste a la misma hora del eclipse de luna. Qué sabia fuiste hasta el último momento. La luna roja te llevó al lugar de las estrellas. Vuela alto, altísimo, querida abuela, amiga, maestra", escribió en redes sociales su nieta Amalá Saint-Pierre, quien informó que el deceso fue "producto de la vida".

Roser Bru comenzó a estudiar en su ciudad natal, pero cuando tenía 1 6 años se tuvo que embarcar en el Winnipeg junto a su familia para huir de España luego de la Guerra Civil. El mismo año que llegó a Valparaíso, 1939, comenzó a tomar cursos libres en la Escuela de Bellas Artes, donde recibió lecciones de pintura de Pablo Buchard e Israel Roa. Gradualmente se incorporó al ambiente artístico local y su búsqueda expresiva la llevó a ingresar en 1957 al Taller 99, dirigido por Nemesio Antúnez.

Incursionó en la pintura, el dibujo y el grabado trabajando en grandes temas, como la memoria y su fragilidad. En sus obras comenzaron a aparecer recursos inusuales para la época: camas desechas, tachaduras, borrones, incisiones, textos, fotos, cintas y banderas. "He aprendido de muchos para la ejecución de mis ideas", declaró en una ocasión. Del arte románico catalán, por ejemplo, absorbió"la libertad que tuvieron sus exponentes para pintar al fresco con grandes trazos. También de la frontalidad de las figuras de América, la enseñanza de sus culturas, las formas que inventaron, los códices y el color".

"Ha pintado tan abundante e insistentemente que Io hace con una mano de ángel (pegada al ojo de la cerradura del infierno), con una especie de rara felicidad", dijo en una ocasión el poeta Enrique Linh, refrendando la opinión positiva que generaba Bru con su trabajo artístico.

A través de su obra, abstracta y figurativa, la creadora fue dejando huellas de la dualidad catalana y chilena. "Tierras entreveradas. Estar doblemente marcada, hecha de dos culturas. Mi figuración es persistente; hay enseñanza de muchos, expresionismo, materia, abstracción y voces conceptuales que se van filtrando. Diría que mi trabajo, libremente figurativo, pertenece a 'una obra de autor'", afirmó en un autorretrato publicado en el libro Espejos que dejan ver: mujeres en las artes visuales latinoamericanas , de 2002.

Así como la Guerra Civil española fue su punto de partida, el golpe militar en Chile reorientó sus preocupaciones acerca de la contingencia urgente. En su última etapa activa reconoció preferencias por la marraqueta y la sandía, que aparecieron en su obra. "Trabajo con la sandía como cuerpo herido, cuerpo femenino de modificaciones: círculo, triángulo calado con un cuchillo. Dolor y vida. Antigua fertilidad del triángulo, siempre señalando a la mujer", escribió.

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