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Voluntario de la vacuna de Oxford
Joan Pons (45) es uno de los voluntarios de la vacuna de la Universidad de Oxford. El equipo médico del Hospital General de Sheffield en Inglaterra, donde trabaja como enfermero, le inyectó una dosis en su brazo izquierdo el 5 de junio pasado. Nunca supo si recibió efectivamente la vacuna contra el coronavirus o una contra el meningococo, que es la que utilizan como placebo para determinar si es que la inoculación generó o no inmunidad en su organismo. Eso, dice, lo sabrá cuando finalicen los estudios.

"Un voluntario, de los más de 30.000, ha ingresado en el hospital. No sabemos por qué. Todos tenemos una tarjeta como esta y si nos pasa cualquier cosa tenemos que comunicarlo", dice el enfermero mientras muestra algo parecido a un carnet en blanco y negro, con los números de contacto a los que debe llamar si es que llegase a sentir algo anormal.

"No hay que alarmarse, hay que esperar a que se sepa más. Ha sido solo uno, es verdad, pero nadie de momento sabe si tiene que ver o está relacionado con la vacuna de Oxford porque puede ser por cualquier otra cosa. La vacuna de Oxford se ha ampliado, hay voluntarios incluso mayores de 55 años y personas con enfermedades crónicas. Por lo tanto, los otros voluntarios también sufrimos de otras enfermedades. Pido paciencia y calma, tenemos que esperar a ver qué es lo que pasa. Parar los ensayos es lo normal y es lo que se tiene que hacer", agrega desde Inglaterra, en un video que difundió entre sus cercanos.

-¿Ha sentido algo extraño después de vacunarse?
-Yo no. Solo debo notificar si me siento mal, pero no ha ocurrido nada.

Pons dice que entiende que las personas en todo el mundo estén preocupadas. Cuenta que el protocolo indica que mientras no se sepa la causa que originó el efecto adverso en un voluntario, el ensayo clínico debe pararse.

"La seguridad de las personas es la prioridad número uno. No hay que alarmarse, hay que esperar que se sepa más", dice.

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