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Maxi Falcón cuenta su dura historia familiar

Maximiliano Falcón (25) juguetea, pasea al pequeño Domingo por todos lados y dice que ya tiene planes para su hijo. "Me gustaría que fuera futbolista, pero no lo voy a forzar a hacer nada. Que él elija. Mi rol como papá es darle todas las posibilidades para que él sea una buena persona y pueda escoger lo que quiera hacer", dice.

Peluca cuenta también que con su esposa Florencia Pouso, con quien se casó en Chile durante la pandemia, van a celebrar a fines de año la fiesta de matrimonio en Uruguay. En Santiago lo pasan bien cuando salen a cenar o ven alguna película. "Soy fanático de las sagas de 'Rápido y furioso' y de 'Harry Potter' y me gustan las películas de terror, pero me cago de miedo (ríe). Aunque transo algunas veces y veo románticas por mi señora", agrega.

Falcón confiesa que ya han hablado de ampliar la familia. "Creo que lo intentaremos el próximo año. Yo quiero una niñita y de ahí cerramos", dice el defensor de Colo Colo, para quien el concepto de familia es demasiado importante, tal como reza un tatuaje que luce en la mano derecha. Este dice: "Nunca le des la espalda a tu familia, aunque ella lo haga".

-¿Por qué lleva eso tatuado?
-Por mi historia. Yo no tuve nunca una figura paterna y tampoco tuve una familia de esas que son vistas como normales. A mi viejo, que se llama Armando Caquíasm, lo conocí recién a los 21 años. Él dejó a mi mamá (María Elena Picart) cuando estaba embarazada de mí. Ella había tenido otro hijo antes -Enrique, quien ahora es bombero- con otro señor y, después de que la dejó mi papá, se juntó con un señor llamado Pedro Falcón. Ahí me pusieron el apellido.

-¿Y él tampoco fue una figura paterna?
-No mucho. Se separó de mi vieja cuando yo tenía cinco años. Ni lo conocí mucho.

-Difícil debe haber sido todo lo que le tocó vivir de niño.
-Mucho. Las cosas eran complicadas en lo económico, más aún cuando nació ÁIex, mi hermano menor, que hoy está terminando la secundaria. Mi vieja se juntó con un señor y, como no había plata para pagar los estudios, dejé el colegio a los 12 años y empecé a trabajar de albañil. Ganaba 200 pesos, que en Chile sería hoy como cuatro mil pesos. No era mucho, pero algo aportaba a la casa.

-¿Y cuándo apareció el fútbol en su vida?
-Yo era pelotero de chico allá en Guichón, que era mi pueblo. Mucho más que mis hermanos porque parece que los genes de mi viejo eran los futboleros (ríe). Yo era hincha de Nacional, pero como no tenía TV cable no veía muchos partidos. Así que era más fanático de Huracán de Paysandú, donde empecé a jugar y a formarme. En cancha mala, por supuesto.

-¿Y ahí ya era zaguero rudo y pelucón?

-(Ríe) No. Yo de chico era peladito porque a mi vieja le cargaban los pelucones, decía que eran sucios. Solo cuando crecí me dejé el pelo ruliento, que descubrí después que es igual al de mi papá biológico. Y de primera yo jugaba de volante porque era rápido y me nacía correr para adelante casi sin mirar al resto.

-Hasta que un día faltó un zaguero y...
-Claro, fui a una selección Sub 15 de Paysandú y no era titular. Como se lesionó un zaguero central me preguntaron si me atrevía a jugar en esa posición y lo hice. A las dos semanas ya era titular.

-¿Cómo llegó a Nacional?

-Fui a probarme como a los 15 años. Para mí fue aventura llegar a Montevideo desde Guichón. Pero esforcé porque quería triunfar y sabía que el fútbol podría ayudan Quedé en Nacional.

-Pero ahí no destacó.
-Empecé a jugar en las inferiores y siempre fui titular. Pero después de jugar en la Sub 20 perdí el rumbo y, a pesar de tener contrato, Nacional me dejó libre.

-¿Qué le pasó?
-Me dejé estar. Engordé, me puse bueno para la fiesta. Con plata uno que no está acostumbrado puede cometer errores y yo los cometí. Aparecen los amigos, los que celebran con uno y no fui responsable. Lo pagué caro. En 2018 estaba a la deriva. Me fui a probar a varios equipos, pero no me dejaban. Pensé que las cosas no daban para más y pensé en retirarme para siempre del fútbol.

-¿Y cómo fue que decidió seguir?
-Tuve un gran apoyo en mi representante -Gerardo Arias- y de su familia. Me llevó a su casa, me dio de todo en ese momento y me ayudó a buscar oportunidades. No salía ninguna y le dije que solo vería una más y largaba. Y justo salió la opción de jugar en Rentistas, que estaba en la B.

-Fue como una segunda oportunidad en la vida.
-Y claro que Io vi así. Me acuerdo que el día de Año Nuevo de 2018, después de haberla pasado tan mal, hice la promesa de no tomar más alcohol, de cuidarme en el peso, de ser siempre responsable porque lo que viví me trajo muchas consecuencias negativas, no solo en lo profesional.

-¿Qué tipo de consecuencias?
-Se rompió la relación con mi mamá. Y es que, cuando quedé sin club, sin contrato, ya no podía mandar plata a mi casa. De hecho, aparecí en una especie de Dicom en Uruguay. Mi vieja entonces se enojó conmigo. Decía que yo no quería ayudarla, no creyó que yo estaba mal económicamente y nos distanciamos desde ese momento.

-¿Siguen distanciados?
-La verdad es que ha habido algún intento de acercamiento, pero nada muy concreto. Hoy no hablo con mi mamá, pero espero que alguna vez podamos hacerlo.

-¿Está dispuesto a perdonar?
-Yo no juzgo a nadie.

-¿Resiente todo lo que le ha pasado?
-Creo que he vivido muchas situaciones que, a la larga, me han hecho madurar y ver las cosas de otra manera. Pese a todo lo que me ha pasado, soy un tipo alegre. Soy un poco el niño que no pude ser.

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