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Cómo criar a un hijo pequeño cuando uno de los padres falleció

"Cuanto más difícil es hacer algo, mayor es la recompensa que te espera al final", dijo el personaje que interpretaba Ewan McGregor en "El gran pez", la película Tim Burton que se trata de la inminente muerte de un padre y las historias que hacen que el vínculo con el hijo sea más profundo. Criar en soledad por la muerte de uno de los padres tiene un componente emocional significativo, de tristeza en un comienzo y también de un cierto orgullo posterior: de hacerle frente como sea a las adversidades de la vida que, tarde o temprano, llegarán. El mismo orgullo que mostró el exfutbolista Ronald Fuentes junto a su hijo Santiago; lidiar con la pena por la muerte de su esposa y continuar con la vida, enfrentar todo lo que viene. Puede que llegue una nueva pareja en algún momento o que los niños crezcan. Lo que dure ese proceso de crianza y duelo es relativo; pero hay ciertas pautas recogidas desde la experiencia, que hacen que, incluso, se pueda salir fortalecido de esa experiencia. Aunque al comienzo sea casi todo confusión, "se va pasando. El tiempo en estos casos es lo único que ayuda", dice Judith Álvarez, sicóloga.

El duelo

Lo que implica la muerte para un niño "no es lo mismo que para un adulto", agrega Álvarez. "Si bien una separación es un duelo, la muerte implica para el niño la aceptación de la finitud, que es un concepto que un niño no puede entender, porque no tiene la capacidad de pensamiento abstracto necesario. Depende de las edades, los niños no tienen el mismo pensamiento, va mutando, cambiando a medida que crecen", comenta la sicóloga.

Mantener actividades

Álvarez dice que lo ideal es, dentro de lo que se pueda, mantener las actividades anteriores a la pérdida familiar con los hijos. "Depende de la edad, pero es importante hablar de la situación. Que esa persona no está más, que está el recuerdo, pero hay que seguir viviendo sin esa persona. Que las dinámicas sean prácticamente las mismas o muy parecidas. Los horarios; comer a la misma hora; intentar dejarlos en el mismo colegio o seguir yendo a las actividades de siempre" recomienda. "No modificar el entorno que son las actividades habituales. Entendiendo que quizás esa persona que ya no está tenía un protagonismo valioso en esas actividades, habrá que suplirlo", sostiene.

Red de apoyo

Para mantener las rutinas de la mejor manera posible, es necesario ocupar "el ingenio o el apoyo familiar", dice Judith Álvarez. "Hay que conectar esta situación de dolor para que opere la red de apoyo, para que se hagan parte cualquiera de las dos familias en el vínculo afectivo de los niños. Y, por otro lado, quien se quede a cargo de la crianza deberá utilizar la creatividad para suplir lo que falta. Por ejemplo, hay casos en que algunas personas pueden salir antes de sus trabajos ciertos días en la semana o ponerse de acuerdo para tener más jornadas de teletrabajo. Eso es algo que ocurre y que se puede coordinar perfectamente", sugiere Álvarez.

Nociones de la pérdida

"Los niños, cuando son más pequeños, menores de 8 años, no tienen la misma noción de muerte", dice Fernando Marchant, sicólogo de Vidaintegra. "Hay más fantasía. Yo diría que la etapa más sensible de los niños está entre los 10 y 14 años, ahí tienen mayor impacto los duelos", estima. "La conciencia más real de la muerte para un ser humano parte desde los 7 años en adelante. Ahí realmente comienzan a dimensionar que la persona que falleció no va a regresar", opina el sicólogo.

No dramatizar

"No dramatizar ni tener repuestas muy dramáticas al niño", sugiere Marchant. "No está bien que se sobreproteja en un periodo de duelo. No más allá de un año, idealmente, y no negar las emociones. Mientras más neguemos es peor, no decirle que no lloren, tampoco que piensen en otra cosa. Tienen que vivir su dolor. Que extrañen, que echen de menos, no hay nada malo con eso", dice el sicólogo.

Ni explicaciones fantásticas ni eufemismos

La sicóloga infantojuvenil de RedSalud, Natalia Terán, comenta que cuando se tiene que abordar el tema de la muerte con los niños, debe ser siempre "de manera honesta. No se tiene que mentir ni recurrir a explicaciones fantásticas o eufemismos. No podemos aislarlos de las emociones de los adultos, ya que ellos son muy intuitivos y saben cuándo ocurre algo. La honestidad es una herramienta emocional muy importante en las familias, por ello, es importante también que los padres expresen sus emociones. De esta forma, también los niños o niñas puedan observar y vivenciar que es necesario expresarlas en nuestro día a día y darse cuenta también de que no solo ellos enfrentan momentos complejos y difíciles", menciona.

Cambia todo cambia

Como la vida puede cambiar de manera radical para cualquier persona, Natalia Terán cree que la pérdida de una madre o de un padre "es un vacío que nunca lograremos sanar, que cambiará mucho nuestra vida o forma de ser, pero aprenderemos a vivir con esa herida. Lo saludable en ese caso es aprender a vivir con nuestra pérdida y darse permiso para volver a la vida". La sicóloga añade que la clave está en "crear un espacio de confianza y apertura, y que transmita a los niños que no hay una manera correcta o equivocada de sentirse", explica.

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