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Joven baleado después de que su padre protestó por narcotráfico en su edificio

La noche del miércoles, un padre y su hijo de 16 años caminaban por la céntrica avenida Pacífico en La Serena. Cuando llegaron a la calle Cuatro Esquinas, fueron interceptados por un puñado de sujetos armados que acababan de bajarse de un auto.

Algunos de ellos persiguieron al padre, que salió corriendo, pero al no darle alcance, regresaron. En el camino se toparon con el menor. Uno de los sujetos se le acercó, apuntó la pistola en su cabeza y disparó. El adolescente sigue hospitalizado con riesgo vital.

El jueves el padre dio su testimonio en Chilevisión. Explicó que esto había comenzado semanas antes, cuando "tuvo un encontrón" con la administración del edificio donde vive. En múltiples ocasiones, dijo, les había protestado por la impunidad en que opera el narcotráfico y la prostitución en el edificio. Cierto día, recibió una llamada telefónica.

"Me dijeron que me iban a matar a mí, a mis hijos y a mi señora por haber conversado con la administradora", dijo a Chilevisión. "Fui a la PDI a dejar constancia, donde me tomaron los datos, pero no me tomaron más en cuenta".

Dos semanas después, la pesadilla. "Se bajaron como ocho personas", relató el padre. "Los veo con pistolas. Le digo iMatita (su hijo), vamos! Pero donde vio a las personas con pistolas quedó petrificado. El tipo me pilló para matarme, pero no me alcanzó. Mi hijo no pudo correr y le pegó un balazo en la cabeza. Lo tiró a matar al tiro. Fue terrible".

Que un padre y su hijo sean atacados a balazos por el simple acto de protestar en la administración de un edificio, dice bastante de cómo han cambiado las cosas en el último tiempo. Como explica Jorge Araya, académico en temas de seguridad ciudadana y ex jefe de la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior, "el delincuente profesional de antes, el que tenía esos códigos como de no robar a los pobres o no robar en su propio barrio, ya no existe. La criminalidad ahora es otra. Es esta violencia".

Para Rubén Lozano, perfilador criminalístico, director del área pericial de Forensis SPA y autor del libro "Delincuencia organizada: historias y estructuras delictivas", la nueva violencia obedece a la llegada de bandas criminales extranjeras.

"Esto viene sobre todo de delincuentes colombianos y, ahora último, de venezolanos", afirma. "Ellos actúan así porque en el ambiente en el que se desempeñan, la violencia es el único medio de obtención de objetivos. Son bandas con mayor poder de fuego, con más gente y con más violencia, porque es la única forma de hacerse respetar, de no quedarse atrás. Porque si se quedan atrás, su espacio Io va a ocupar otro".

Lozano es mexicano, hace seis años que reside en Chile y desde hace años que se dedica a analizar el crimen organizado. Dice que este tipo de violencia tiene un origen bien concreto: la banda de los Zetas.

"Los Zetas era una banda narco compuesta por militares desertores que sabían que la intimidación había funcionado en otras guerras", dice. "Estamos hablando de un nivel de violencia brutal. El problema es que después de tanta brutalidad, la gente se acostumbra y los delincuentes, para lograr el mismo efecto que al principio, recurren a más violencia. El un método se expandió rápidamente".

Daniel Johnson, director ejecutivo de la fundación Paz Ciudadana, dice que hay ciertos índices que dan cuenta de un aumento de los delitos violentos. Por ejemplo, entre 2014 y 2020 los homicidios aumentaron un 70%, siendo la mayoría de los imputados desconocidos, Io que indica que serían actos premeditados.

"Antes, en cambio, la mayoría de los homicidios eran o por violencia intrafamiliar, por riñas o por algún otro episodio de furia momentánea que derivaba en un hecho violento. De hecho las armas homicidas son distintas ahora. Antes eran armas blancas u objetos contundentes. Ahora son armas de fuego, lo que se explica por el financiamiento del crimen organizado", explica.

¿Cómo enfrentar a esta nueva delincuencia? Rubén Lozano dice que Io peor que se podría hacer "es enfrentar directamente a estas bandas, porque eso significaría una sangría de muertes como la que hubo en México y otros lados". La clave, en cambio, es atacar el financiamiento.

"Si atacas el financiamiento, atacas la base de su estructura, la que le permite comprar armas, arrendar departamentos, reclutar gente", dice. "En cambio, si combates al microtraficante, enseguida va a venir otro financiado por el cabecilla de la organización".

Una opinión similar tiene Johnson: "Tomando el caso ocurrido en La Serena, no basta con saber quién disparó, sino cuál es la dinámica completa que hay detrás de este grupo y desarticular la banda".


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