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Fatal encerrona causa dilema médico en el Hospital Salvador

Ana Guzmán Contreras cumplió 32 años este miércoles. La madrugada de este jueves regresaba de una fiesta en la casa de unos amigos, en Puente Alto, cuando el taxi que la trasladaba fue impactado por un vehículo Changan CS 35 rojo en la esquina de Grecia con José Pedro Alessandri, en Ñuñoa.

El vehículo rojo huía de la policía y de seguridad municipal. Minutos antes había sido robado por dos delincuentes a una pareja, en José Domingo Cañas con José Manuel Infante. Tras el impacto, Anita, como le decían sus cercanos, falleció en el lugar.

Su amigo de 31 años con el que viajaba, el taxista, de 61 años, y el conductor del automóvil robado, de 17 años, quedaron lesionados.

Soledad Vega, tía de la joven, cuenta que "en el taxi quedaron abandonados los regalos y un ramo de flores que le habían dado sus amigos. Le habían hecho una fiesta sorpresa".

El dilema

Anita trabajaba hace diez años como técnico en enfermería (Tens) en el área quirúrgica del Hospital del Salvador. Por la cercanía con el lugar del choque, el joven de 17 años que conducía el vehículo que provocó su muerte fue trasladado precisamente a ese lugar.

Carlos Suazo, compañero de trabajo y representante de los Tens de ese hospital, cuenta que los propios colegas de Anita "con dolor, pena y rabia, tuvimos que atender al asesino que le quitó la vida". Pero no fue fácil.

Apenas se enteraron de la noticia espontáneamente los compañeros de Anita se comenzaron a reunir en el auditorio del hospital. "Estábamos todos, los compañeros, los subdirectores de servicios y la supervisora directa del área quirúrgica", describe. Era tal el impacto que "se activó un grupo de sicólogos para conversar del tema. Hubo una catarsis que duró cerca de dos horas, donde básicamente recordamos cómo era ella".

Allí tomaron la decisión de que, sin bien había que prestarle la primera atención al muchacho, iban a pedir que lo sacaran de allí. "Nos organizamos para exigir que lo sacaran antes de las dos de la tarde", contó.

El imputado había llegado al servicio de urgencia, donde fue evaluado por un médico. Como venía policontuso, tuvo que ser revisado por un neurocirujano.

"Hubo momentos tensos", dice Carlos. "Un grupo de colegas fue a increparlo. Tuvimos temor de que fuera linchado, pero se pudo contener la situación. Los funcionarios estaban muy enojados", explica. "Pero teníamos que atenderlo sí o sí, por un tema ético y legal".

Poco después del mediodía, Carabineros lo sacó del recinto. En el camino a la patrulla, declaró que estaba arrepentido de lo que había hecho.

Primera línea

Carlos recuerda que Anita trabajó en la primera línea durante la pandemia. "Incluso se contagió con el Covid, pero nunca bajó los brazos". Agrega que la joven "siempre fue respetuosa y responsable. Muy comprometida con sus pacientes. A veces, faltaban insumos y ella traía cosas de su casa, como pañales y útiles de aseo".

La vocación de Anita

Soledad Vega asegura que su sobrina siempre quiso trabajar en el área de la salud. "Le gustaba hacer reír a los pacientes y animar a los enfermos. Les bailaba, echaba la talla con ellos, no le importaba asearlos", dice.

Según Vega, una vez la joven tuvo la oportunidad de trabajar en el sector privado de salud. "Pero ella no aceptó esa oferta; prefería mil veces el sector público. Era muy trabajadora. Hacía dobles turnos cuando quería viajar o comprar cosas para su departamento, que lo fue equipando de a poco", relata.

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