Reinaldo Sánchez (76) ayuda a resolver uno de los mayores misterios del último tiempo: por qué subió tanto el precio de las paltas.
"Mire, hay varios factores. Uno es el climático porque las paltas necesitan mucha agua y en varios sectores ha habido déficit de lluvia. Lo otro es que somos exportadores y lo mejor de la producción se va afuera. Los grandes empresarios del rubro están mandando la mayor parte de lo que cosechan a Colombia, que es donde se está pagando mejor. Y como queda poco para el consumo interno, la palta sube de precio", precisa.
Sánchez se dedica a las paltas desde hace años. Cuenta que con la crisis económica y sanitaria el negocio de las micros -que era lo suyo- se vino abajo y por eso hizo un giro y cambió de rubro: se fue a vivir a Quillota y en Pocochay, cerca de La Cruz, tiene un campo de unas 50 hectáreas donde siembra, cosecha y exporta paltas, además de plantar limones y pasto para animales y criar caballos para la hípica. "Pero las paltas son lo principal. Hoy el sector de Quillota, La Cruz y La Calera es pura palta. Yo trabajo con cuatro variedades: Negra La Cruz, Fuerte, Hass y Edranol que se dan en distintos meses del año".
-¿Es bueno el negocio?
-Sí, pero a nivel internacional nos hemos quedado medio dormidos. México es el mejor productor y Perú nos ha superado en los últimos años. Hay que remontar.
-¿Por qué aceptó volver al fútbol?
-Porque me vinieron a buscar y me lo pidieron harto. Y de verdad que a mí me da pena la situación que está viviendo Wanderers. Mis hijos y la mayoría de mis 25 nietos son del club. Algunos de ellos me dijeron que ayudaban si me metía. Por eso acepté y ahora mi hijo Andrés y mi nieto Matías son mis manos derechas en el club. Sí les dije que esta es mi última vez en la dirigencia. Yo estaba feliz plantando y vendiendo paltas, pero me pidieron ayuda y no pude negarme. Esta es mi última contribución. Voy a cumplir esta semana 77 años y con 80 creo que cualquier cosa se pone difícil para una persona.
-Salvar del descenso a Wanderers parece casi imposible.
-Yo no eludo las responsabilidades. Siempre le puse el hombro a la pega. Imagínese que cuando era empresario, si me fallaba un chofer porque estaba enfermo o no llegaba no más, yo manejaba la micro porque había que cumplir.
-¿Y cortaba los boletos?
-Claro, como cualquiera de mis choferes. El recorrido que más me gustaba era Chorrillos-Aduana, donde se subía gente humilde y trabajadora que no daba jugo como en otros recorridos. También hacía lo mismo cuando mi papá tenía camiones. Yo lo ayudaba a administrar, pero si fallaba un chofer, me iba yo desde Valparaíso a Santiago por la cuesta, no estaba el túnel. Tenía que estar a las 6 de la mañana en punto para entregar los plátanos en La Vega, a la Chilena-Ecuatoriana, una empresa que ya no existe.
-Usted fue negociante de joven. ¿Nunca pensó en hacer otra cosa?
-Es que las cosas se fueron dando así. Éramos cinco hermanos y yo era el menor, el regalón. Mis padres -Luis Sánchez y Paulina Olivares- eran dueños de un almacén en Recreo, en Viña, y yo me iba todos los días allá para ayudarlos en lo que fuera.
-¿Y no estudió una carrera?
-No pude. Primero hice un año el servicio militar en Arica y después entré a estudiar mecánica a la Universidad Católica de Valparaíso, pero fue justo cuando hubo revueltas y huelgas de estudiantes. Luego me casé, así que ya no me daba el tiempo de seguir estudiando.
-¿Cómo la conoció?
-En un malón. O sea, esas fiestas de barrio en que cada uno llevaba cosas para comer y tomar. Mis hermanos me llevaron y una amiga de ellos me presentó a Amelia. Llevamos 54 años.
-¿Y cuándo apareció su afición por Wanderers? Usted nació en Viña.
-La mayoría de mis amigos en Recreo eran de Wanderers. De hecho, en ese tiempo, no sé ahora, en Viña había más wanderinos que en Valparaíso. No era raro. Me acuerdo que en 1956 Wanderers jugó un partido amistoso con Bandera de Chile, un club muy conocido en la zona que celebraba 50 años y me llevaron a verlo al estadio de la Refinería, en 8 norte. Yo tenía 12 años y me acuerdo de que jugó el argentino Félix Díaz, un astro. Quedé encantado y ahí empecé a seguir a Wanderers.
-El título de 1968 debe haberlo celebrado con todo.
-Viajé a Santiago para ver a Los Panzers sus últimos partidos. Equipazo con Juanito Olivares, Vicente Cantatore, Mario Griguol dirigidos por José Pérez.
-Usted, ya como presidente del club en 2001, les dio su último título. ¿Es cierto que el equipo lo armó usted?
-Participé activamente. Y no es algo extraño. Los dirigentes que son los que administran un club deben participar en la construcción del plantel. Es obvio. Los entrenadores obviamente que deben dar su opinión, pero no toman las decisiones.
-¿Y el DT dice que el que sabe es él?
-Si me dice que no debo meterme u opine para armar el plantel, lo echo.
-Ya. ¿Qué mérito le da a Jorge Garcés en ese título de 2001?
-Era muy trabajador y se preocupaba de los detalles. Siempre estaba pendiente de enfocar a los jugadores y eso fue fundamental. Su problema era otro: era muy bocón.
-¿Qué jugadores fueron esenciales?
-Lejos el principal fue Jaime Riveros. Yo lo traje a Wanderers porque me encantaba y porque pienso que los grandes equipos se hacen a partir de mediocampistas talentosos. Después se fue a Everton y también fue campeón. Riveros debería tener un monumento en el camino Valparaíso-Viña del Mar, sin duda.
-¿Qué siente hoy ver a Wanderers tan lejos de esos tiempos de gloria?
-Uff, imagínese. Pero yo soy de los que piensan en positivo. La primera vez que me buscaron para ser presidente el equipo estaba por irse a Tercera División y terminé siendo campeón de Primera. Sé que es difícil que eso ocurra de nuevo, pero hay que intentarlo. Para eso volví.