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La historia de Chanchi

El Ministerio Público acusa al hombre que aparece en la foto, apodado tiernamente por sus cercanos como "Chanchi", de liderar un clan narco con perspectiva comercial. Este hombre de 29 años, según la investigación, tiene dos sucursales de venta de droga: una abarca cuatro pasajes de la población José María Caro y la otra un edificio en La Cisterna, conocido como el ghetto de Ceppi, que fue allanado este miércoles por más de 200 funcionarios de la PDI.

El subprefecto Marcelo Atala, jefe de la Brigada Antinarcóticos Metropolitana Sur, cuenta que "Chanchi" se había instalado en el ghetto hace al menos siete meses, adueñándose de cuatro departamentos: uno para él, otro para su hermana y otros dos para sus subalternos, quienes debían acopiar, dosificar y distribuir la droga dentro del ghetto.

El modelo de negocio, dice el detective, consistía en comprar varios kilos de droga a los peces gordos del narcotráfico y abastecer con esa mercancía a su propia clientela o a microtraficantes de su territorio. Para asegurar el correcto funcionamiento de su empresa, en ambas sucursales, "Chanchi" dividía sus días entre el ghetto de Ceppi y la población José María Caro.

"Este tipo era muy violento, porque sabía que era la única forma de ganar jerarquía frente al resto. Cuando veía a un miembro de una banda rival pasando por su territorio, llegaba y les disparaba. No esperaba que le apuntaran o le dijeran algo. Él simplemente se sentía atacado por la simple presencia de sus rivales. Con eso él mantenía cierta jerarquía en el barrio", describe Atala.

A beneficio propio

El subprefecto cuenta que "Chanchi", quien es padre de un niño, fue capturado este miércoles casi a la misma hora que se hacía el operativo en el ghetto de Ceppi. Fue encontrado por los grupos tácticos de la PDI en la casa de una tía, en la población José María Caro. Otros seis miembros de su banda, entre ellos, una hermana, también fueron detenidos.

El detenido no es el heredero de un clan narco, dice el detective, más bien es un pionero que arrastró al resto de su familia al negocio. En el 2012, fue condenado a 10 años de cárcel por tráfico de drogas, pero sólo pasó ocho años tras las rejas. Durante todo ese tiempo preso, sostiene Atala, seguramente encontró fuentes de inspiración para dar el salto de calidad en su negocio.

"A medida que fue pasando el tiempo y empezó a tener ganancias por la venta de droga, este sujeto empezó a organizar fiestas en la población José María Caro.

Tenemos conocimiento de que en al menos una oportunidad organizó un evento a beneficio de la comunidad, invitando a exponentes musicales que son conocidos en el sector, específicamente, cantantes de trap", relata.

El subprefecto afirma que "este evento a beneficio más bien era a beneficio propio, para vanagloriarse, porque así trataba de ganar la confianza de los vecinos, para que en un futuro lo pudieran cubrir; su intención era ganarse a la comunidad a través de buenas acciones o usando las armas de fuego".

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