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Témpano gigante está a punto de chocar con una isla en medio del Atlántico

A fines de 191 5, un expedicionario anglo-irlandés llamado Ernest Shackleton quedó atrapado junto a su tripulación en la isla Elefante, en el extremo norte de la Península Antártica, luego de que las embarcaciones de madera en las que viajaban fueran destrozadas por impredecibles bloques de hielo. Solo pudieron rescatar seis botes a remo de seis metros de largo cada uno.

Shackleton, que conocía la Antártica como nadie en ese tiempo y viendo que cada día que pasaba era una palada más hacia la tumba, tuvo una idea que para cualquiera hubiese resultado una insensatez: tomar uno de los botes y remar hasta las islas Georgias del Sur, ubicadas a 1.300 kilómetros de distancia. Seguramente va a sonar demasiado irreal lo que viene, pero el caso es que el aventurero llegó en apenas dos semanas a su destino y luego regresó para rescatar a las 21 almas que quedaron en la Antártica.

¿Cómo lo hizo?

Dejándose llevar por la poderosa corriente Circumpolar, que, como su nombre lo indica, circunda el continente helado y corre en el sentido de las agujas del reloj. Shackleton sabía que nada escapa a su empuje, ni los barcos, ni los botes, ni nada. Ni siquiera los grandes témpanos de hielo.

Cien años después, el satélite Sentinel 2, de la Agencia Espacial Europea, captó el inicio de una fractura en la monumental plataforma de hielo Larsen C, que se encuentra al este de la Península Antártica. Desde ese momento la grieta no hizo otra cosa que crecer hasta que el 12 de julio de 2017, tras la fractura final, parió uno de los témpanos más colosales jamás registrados por la era satelital, el A68.

El recién nacido era una mole de hielo de unos 5.800 kilómetros cuadrados (algo así como las 3/4 partes de la región Metropolitana), 200 metros de espesor (de los cuales unos 180 se encuentran sumergidos) y con un peso calculado de un billón de toneladas.

En un comienzo, el gigante helado fue navegando muy lentamente por el mar de Weddel hacia el norte, hasta que a principios de este año alcanzó el extremo norte de la Península Antártica, muy cerca de la aciaga isla Elefante. Su viaje entonces agarró un ritmo vertiginoso.

El 25 de noviembre de este año, el Sentinel 2 tomó la última imagen conocida del A68. Había adquirido la graciosa forma de una mano con dedo acusador, se encontraba a 168 kilómetros de las islas Georgias del Sur y tenía una superficie de unos 4.200 kilómetros cuadrados. Todo indica que va a llegar al mismo destino que sir Ernest Shackleton.

"Las islas Georgias del Sur es un destino natural de los témpanos, por muy grandes que sean, debido a la fuerza de la corriente Circumpolar", explica el glaciólogo Gino Casassa, académico de la Universidad de Magallanes y jefe de la Unidad de Glaciología y Nieves de la Dirección Nacional de Aguas. "Lo sorprendente de este témpano es que ha mantenido su tamaño, a pesar de los dos desprendimientos que ha tenido, uno al mes de haberse desprendido, a mediados de 2017, y el segundo en abril de este año".

¿Qué va a pasar con el témpano? ¿Va a chocar con la isla? "Es muy poco probable que vare frente a la isla y se quede ahí", apuesta Casassa. "Muy probablemente va a pasar lo mismo que ocurrió con otro gran témpano que llegó al lugar el 2004, el A38, que rodeó la isla y apareció por el otro lado".

Ricardo Jaña, glaciólogo del Departamento Científico del Instituto Antártico Chileno (Inach), también opina que es poco probable que el A68 quede anclado frente a la isla, pero dice que tomará otra dirección. "En los últimos cuatro días ha girado 90 kilómetros en contra del sentido horario. Yo diría que está yendo hacia el norte y va a pasar de largo por la isla", asegura.

"En cualquier caso", dice Cassasa, "si mantiene este ritmo de derretimiento, al témpano le quedan otros siete años de vida".

Lucas Kruguer, biólogo e investigador del Inach, dice que lo más probable es que el témpano de todas maneras provoque una catástrofe en la fauna de las islas Georgias. "El témpano A38, que era de menor tamaño que el A68, en el tiempo que quedó estacionado frente a la isla, provocó una gran mortandad de pingüinos y focas, principalmente de polluelos, porque los padres de las crías no pudieron ir a buscarles alimento. Puede pasar lo mismo con el A68", explica. "Especialmente preocupante es la situación del pingüino Macaroni, que se caracteriza por su penacho amarillo y que está en riesgo. La mayor concentración de esta especie en el mundo está en las islas Georgias".

Por supuesto, agrega Kruguer, también provocará muertes directas en el lecho marino, cuando el fondo del témpano se ancle al suelo. "Los cangrejos serán las primeras víctimas", dice. "El peor escenario es que el A68 se estacione frente a la isla y se quede allí hasta que se derrita", dice.

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