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Mascarilla N95 dejó úlcera por presión en rostro de la urgencióloga
La imagen que ilustra esta nota no se tomó en un hospital de Wuhan, Milán, Sao Paulo o Nueva York, sino este lunes, a las ocho de la noche, en la Urgencia de la Clínica Alemana de Santiago. La urgencióloga Solange Aracena, en la foto, terminó su turno con el rostro lleno de surcos y un pelón en el tabique nasal, luego de usar por tres horas y media la mascarilla de alta eficiencia N95, el escudo facial y las antiparras.

La doctora cuenta que esa tarde debió intubar a un paciente de 36 años, quien llegó con una insuficiencia respiratoria grave a causa del Covid-19. El procedimiento completo, desde la estabilización del hombre, la conexión al ventilador mecánico, la toma de imágenes y el traslado a la UCI, duró cerca de cuatro horas. Aracena dice que descubrió sus heridas una vez que se sacó la máscara y se miró en el espejo.

"El sello que tiene la máscara N95, para evitar que uno respire el virus en el ambiente, hace mucha presión y fricción contra la cara. Además, la misma antiparra te genera una presión extra sobre la nariz. Lo que hacemos habitualmente para protegernos es ponernos una suerte de huincha con una gomita en el tabique para aliviar el impacto de la máscara, pero como avisaron que este paciente venía muy grave, no tuve tiempo para protegerme la nariz", cuenta Aracena.

La urgencióloga Josefina Opazo, colega de la doctora Arecena y autora de la fotografía, agrega que el alambre metálico de la máscara pasa justo por la nariz. "En los lugares del rostro donde hay prominencias óseas, como el tabique nasal, la máscara N95 genera estas úlceras por presión, que llamamos. Lo bueno es que como es una herida superficial, basta con echarse una crema hidratante y luego con las horas se va pronto. El problema es que uno termina teniendo ese daño todos los días y la herida puede volverse crónica", explica Opazo.

Otra de las lesiones recurrentes en el personal de salud es la dermatitis por el excesivo lavado de manos. La urgencióloga Opazo calcula que se lava las manos unas 60 veces al día. El caso de la doctora Aracena es más complicado: dice que sus manos están totalmente partidas, con los nudillos agrietados y las puntas de los dedos descascaradas. Cada cierto tiempo, cuenta, se aplica cremas humectantes para hidratar la piel.

Lo mismo destaca el doctor Sebastián Bravo, médico intensivista y jefe de la Unidad de Paciente Crítico Adulto de la Red de Salud UC Christus: "Nos lavamos las manos más que nunca y esto produce alteraciones alérgicas, inflamación y descamación de la piel. Muchos colegas han tenido que consultar por dermatitis. Recordemos que nosotros tenemos que lavarnos las manos al inicio de cada jornada, entre atención de pacientes, en todos los procedimientos, y cuando manipulamos los elementos de protección personal".

La enfermera Carolina Albornoz, jefe de Enfermería de la UCI de la Clínica Alemana, cuenta que en el recinto usan crema con urea al 10 % para prevenir las heridas en las manos. Esta crema, explica, mejora la hidratación en pieles extremadamente secas, estimula los queratinocitos (células predominantes de la epidermis) y activa el sistema inmune de la piel.

La clínica, agrega la profesional, elaboró un protocolo de prevención de heridas en el personal de salud, que sugiere, entre otras cosas, aplicarse cremas hidratantes hipoalergénicas y de Ph neutro en la cara, luego de finalizar los turnos. La doctora Aracena dice que es la primera vez que termina con el rostro herido por culpa de las mascarillas. "Fue bien impactante verme así. Fue shockeante. Heavy.

Nunca pensé que iba a terminar con la cara así. Cuando uno está con el paciente, si bien siente las incomodidades, no nos preocupamos del dolor. Hasta que uno se saca la mascarilla y dice: chuta, me hice bolsa la cara".

Por seguridad preferimos dejar a mi hija con mis suegros
Solange Aracena

La urgencióloga Solange Aracena no solo ha tenido que soportar las heridas que ocasionan las mascarillas. Desde el 26 de marzo pasado que su hija, una pequeña de un año y tres meses, está viviendo en la casa de sus suegros. Volvió a tenerla en sus brazos recién el 13 de mayo, pero a fines de ese mes debió hacer de tripas corazón y regresarla con sus abuelos para volver a la línea de batalla contra el virus.

"Mi marido trabaja en la UCI del Hospital Salvador, de la Clínica Alemana y en la Clínica Vespucio. Los dos estamos en permanente contacto con pacientes Covid positivos. Entonces, para evitar cualquier riesgo de contagio, preferimos dejar viviendo a mi hija con mis suegros. Nosotros nos quedamos en nuestra casa. No la vimos por 50 días, cero contacto físico", cuenta.

-¿Cómo pudo volver a verla, doctora?
-A principios de mayo, cuando el trabajo empezó a ponerse más pesado, la carga emocional para nosotros fue mucha. Ahí tuve la suerte de poder liberarme de unos turnos para hacer una especie de cuarentena con ella. Lo que hicimos en ese momento fue que mi marido se fue de la casa y arrendó un departamento, porque debía seguir trabajando. Mi hija y yo nos quedamos en mi casa por 15 días. Sin trabajar, sin salir y sin que nadie entrara, para poder devolverla con seguridad a mis suegros. Hace poco la fui a dejar de vuelta donde sus abuelos para yo poder volver a trabajar. Y mi marido volvió a la casa.

-¿Qué tan difícil ha sido ver a medias a su guagua?
-El tiempo que no la vi fue muy difícil, pero sé que a la larga es por cuidarla a ella y mi familia. Es súper difícil, porque además el contacto por videollamada con una guagua de un año y tres meses es casi imposible, porque no entiende bien. Pero la última vez que la fui a dejar a la casa de sus abuelos, fue un poquito más difícil que la primera, porque sí se dio cuenta de que no nos vería en mucho tiempo. Entonces, esta vez, no fue tan sencillo dejarla. Ojalá pase pronto el peak y lo más difícil de esta epidemia, para poder tenerla pronto de vuelta.

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