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Rodrigo Barrera, a  los 50
Siempre tuvo claro Rodrigo Barrera que no sería entrenador. No le gustaba eso de dirigir y dar instrucciones. Por eso estudió durante varios años, congelando un par de veces incluso, y sacó su título de administrador de empresas que hoy le da la posibilidad de trabajar en el rubro que le gusta.

"No fue fácil sacar mi cartón. Estudiaba en las tardes y en las mañanas debía ir a los entrenamientos. Muchas veces me quedaba en el auto leyendo y venía Juvenal Olmos y me decía que soltara los libros y pensara solo en los partidos".

-¿Le daban facilidades en donde estudiaba?
-No. Si no rendía una prueba, un uno nomás. A lo más, me daban la posibilidad de darla solo después. Pero mis compañeros me ayudaban. Me acuerdo de que ellos les decían a los profes que había jugado el día anterior en la Copa Libertadores para que entendieran por qué no había llegado a hacer una prueba.

-¿Cuándo pudo formar su empresa?
-La primera vez fue una donde vendía cuchillos, tenedores y cucharas. Después de eso cambié de rubro a lo que hago hoy, que es vender e instalar aparatos de aire acondicionado a grandes empresas.

-¿Cómo llegó a eso?
-Por casualidad. Estaba en Punta Cana (República Dominicana) de vacaciones y conocí a una chilena, Ana Paola Silva, que era ingeniera mecánica y me contó de su proyecto. Nos reunimos como cuatro veces y ahí decidimos asociarnos. Después nos separamos y hoy estoy a cargo de esta empresa. Estoy feliz porque trabajo para grandes cadenas y en proyectos grandes. Ahora, de hecho, estamos en un proyecto en la Municipalidad de Santiago.

Solo, pero acompañado

-¿En qué está hoy en su ámbito familiar?
-Estoy solo y no tengo planes por ahora de que sea distinto, jajajá. Pero bien. Mis hijos son ahora mi prioridad. Tengo tres: Emilia de 16 años, y Amparo de 9, de mi primer matrimonio, y Facundo de 2, de una segunda relación.

-Papá a los 50 de un niño chico. Complicado.
-Para nada. Soy un papá moderno, súper presente. A pesar de que no vive conmigo, hasta antes de esta pandemia, lo llevaba todas las mañanas al jardín infantil. Igual que a mis hijas las llevo todos los días al colegio. A las 6.30 de la mañana inicio el tour.

-Igual es sacrificado...
-Pero no importa. Tuve la suerte de combinar con las dos mamás los horarios. Y me encanta compartir esa instancia aunque por el sueño no hablamos mucho. Yo nunca voy a olvidar que a la Emilita la conocí cuando tenía dos meses de vida porque estaba en Europa y no me dieron permiso para venir al parto.

-¿Es aprensivo? ¿Celoso por sus hijas?
-Jajajá. No creo, pero reconozco que cuando supe que la Emilia estaba pololeando me desencajé.

-¿Cómo fue ese momento?
-La Maca, su mamá, me dijo un día que quería contarme algo. Que parecía que la Emilia tenía algo con un chico. Al final me dijo la verdad: que estaba pololeando. Me quería morir, jajajá. Hablé con ella y le dije que si bajaba las notas por eso, se acababa. Pero no las bajó.

-¿Sigue pololeando?
-Parece que sí.

-¿Le tiene buena al yerno?
-Sí, buen cabro.

-¿Le dice tío?
-Si me dice tío, lo mato jajajá.

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