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Chileno y su familia llevan 51 días flotando en un velero frente a Honduras
Marcelo Escalante García, de 52 años, llevaba 15 años viviendo en España trabajando los 365 días del año en una hostería, hasta que un día se dijo que había llegado el momento de hacer un cambio de vida.

"Estábamos demasiado estresados y no podíamos seguir así", cuenta.

El plan era el siguiente: abandonar todo, comprar un barco y regresar a Chile por mar hasta llegar a Puerto Williams, donde se dedicarían a pasear a turistas que quisieran conocer los fiordos.

Por internet encontraron a la venta un velero de segunda mano en Guatemala y partieron en tropel a comprarlo: Marcelo, su señora y su hijo. Una vez allá, contrataron a dos jóvenes guatemaltecos que los acompañarían en el emprendimiento turístico. Los cinco zarparon a principios de marzo.

El siguiente es el relato de una travesía donde todo resultó infernalmente mal.

"Nos vinimos tranquilos, recorriendo cayos e islas deshabitadas del Caribe, donde no hay internet por ninguna parte y no había nadie que nos dijera lo que ocurría en el mundo por el coronavirus. Recién nos enteramos cuando llegamos al puerto La Ceiba, en Honduras, el 17 de marzo.

"Nos interceptó un barco de la fuerza naval y un señor nos dijo que los puertos estaban cerrados, que había estado de emergencia y que debíamos irnos a alta mar. Yo le expliqué que estaba muy cansado y le rogué para que nos dejara atracar en el malecón hasta el día siguiente. Con un tono bien amenazante me dijo que sí, pero que a la madrugada no quería ver mi barco ni en pintura.

"Esa noche tuvimos la mala suerte de que hubo tormenta y fuertes vientos. El ancla garreó (se soltó) y nos movimos unos 60 metros hasta encallar en unas rocas. Pedí ayuda por radio, lanzamos bengalas y llamé por teléfono. Nadie nos quería ayudar. Alguien dijo por radio que era mucha chamba , o sea, que era mucho problema ir a ayudarnos. La última llamada la hice por teléfono al número de emergencias y le dije a una operadora que iba a abandonar el barco porque corríamos peligro.

"A los cinco minutos apareció un barco de la guardia costera. Nos desencallaron y nos dijeron que debíamos irnos a alta mar sí o sí y que debíamos ir a la isla de Roatán. Allí nos darían provisiones. Pero teníamos un gran problema: al encallar se nos averiaron el timón y la quilla, pero a ellos no les importó nada. Teníamos que irnos igual.

"El viaje a Roatán dura en condiciones normales tres horas; nosotros nos demoramos 12. Llegamos el 18 de marzo y dos días después apareció la guardia costera con un batallón de soldados. Nos trataron como traficantes. Nos sacaron fotos, le sacaron fotos al velero y nos dijeron que debíamos irnos de inmediato. Les dije que la única forma de irme era yéndome a la cárcel, porque no iba a poner en riesgo a mi familia con la quilla y el timón averiados. Fue un momento muy tenso. Minutos después el capitán de puerto se calmó y nos permitió quedarnos en el barco, pero por ningún motivo podíamos pisar tierra. También nos dio permiso para nadar en el mar, como gran cosa. Nuestras condiciones no han cambiado desde entonces.

"Las provisiones que traíamos se nos acabaron en unos cuantos días y después tuve que recurrir a la tarjeta de crédito. Al final, el capitán se transformó en un aliado y me ayudó con las compras. Yo le pasaba la tarjeta y la clave y él me traía mercadería. No había otra manera. Pero a los 45 días, la tarjeta reventó. Por suerte salimos en las noticias de Honduras y una chilena, que tiene un hotel en Roatán, supo de nuestra historia y nos comenzó a traer comida.

"La vida en el barco ha sido muy dura. Tiene 12 metros de largo y cuatro de ancho y la parte de abajo tiene 48 metros cuadrados. El agua para bañarnos y la del baño en sí, el barco la extrae de donde flota, así que llevamos 51 días lavándonos los dientes con agua salada.

"Todos los días hacemos lo mismo. Yo me voy del camarote a la cabina y de la cabina al camarote. No he podido dormir nada. Me la paso pensando en si tomé las decisiones correctas. Mentalmente estoy muy mal. Las personas aquí también lo están. Lo veo en sus caras, en los roces que tenemos.

"Lo que más rabia da es lo absurdo de todo. Llevamos 51 días aquí y no podemos pisar tierra porque el alcalde de Roatán piensa que podemos estar infectados. iY llevamos cuatro cuarentenas acumuladas arriba del barco! Hasta un doctor vino a revisarnos y nos dijo que podíamos descender, pero el alcalde se niega. De hecho, cuando supo que el capitán nos estaba ayudando, lo mandó a hacer cuarentena por precaución. Es absurdo. Tampoco hemos recibido ayuda ni del consulado ni de la embajada. Nada.

"Hasta que un día llegamos a la conclusión de que nadie nos iba a ayudar y decidimos salvarnos solos. Sacamos el timón y lo enderezamos a la antigua, a martillazo limpio, lo mismo con la quilla. El domingo zarpamos a Chile. Pero ya no vamos a Puerto Williams, porque está cerrado, sino a Arica. Antes debemos ir a Guatemala a dejar a los jóvenes que vienen con nosotros y después pienso recoger al mayor número de chilenos varados que están en el Caribe. En este tiempo supe de dos chilenos que estaban atrapados en Roatán y que no podían salir. Lo mismo sucede con otros chilenos en Costa Rica y Nicaragua. Los vamos a pasar a buscar a todos y los vamos a subir al velero como sea. Porque sabemos lo que es estar atrapado en estas condiciones y que no te ayude nadie. Si todo sale bien, serían 17 días de viaje".

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