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Ximena Rivas reflexiona sobre los múltiples duelos que vive actualmente
Hace poco más de una semana que Ximena Rivas volvió a habitar su casa y a encontrarse, como ella dice, con sus "amores y entornos" cotidianos. La actriz los había dejado en los últimos dos meses para viajar a Panamá y acompañar a Lina, su hermana mayor, quien residía en ese país. Lina estaba enferma y murió el 3 de febrero.

"He estado directamente relacionada con la muerte este semestre", dice la intérprete, que en este periodo también vive el duelo por el reciente fallecimiento de su madre -en agosto del año pasado- y dos amigos.

"Han sido experiencias que me dejaron muchos dolores, por supuesto, y muchas enseñanzas. Mi madre fue mucha luz. Todo lo que somos es gracias a ella. Nos enseñó grandeza, porque estaba en una situación social muy desprovista y fue una resiliente total. Escuchabas su historia de vida y preguntabas: ¿cómo estás viva? , ¿cómo pasaste todo eso? ",comenta.

Actualmente en pantalla como Betsy Mardones, la recatada evangélica que la lleva con las empanadas de pino en "Amor a la catalán", Ximena Rivas volverá a subir al escenario en marzo para interpretar una vez más a la Desideria -el célebre personaje de Ana González- en "Radiotanda", espectáculo estrenado el 2015 con motivo de su centenario.

Considerando su ausencia de dos meses, proyectos televisivos no tiene por ahora. Pero la actriz pretende dedicar este tiempo a impartir talleres de autoconocimiento, donde, entre otras técnicas y disciplinas, echa mano al oficio teatral. "Siempre he dicho que el teatro me ahorró muchas lucas en terapias sicológicas, porque para interpretar personajes te metes en mundos y empiezas a ver espacios de luz y de sombra, y a convidarles a los personajes", dice.

-¿Qué han provocado, además de la pena, tantas pérdidas en tan corto tiempo?
-Me han hecho reflexionar profundamente sobre que somos finitos y debemos anclarnos en el presente, que es lo único que tenemos. Una cosa es planear, porque la cabeza está hecha para eso. Pero lo otro es perderte el potencial de lo que está sucediendo. Siento que estamos en un momento parecido a la muerte, en el sentido de que todo tiene un circuito. Si los problemas han surgido con tanta ferocidad es porque tenemos la idea de que somos infinitos y no la claridad de que vamos a desaparecer. Creo que todos los días hay que pensar que nos vamos a morir, es un ejercicio muy sano. Vas desarrollando una fortaleza, una certeza de que nunca nos va a faltar nada, sabiendo que hay abundancia.

-Precisamente porque la abundancia se ha vuelto un privilegio de difícil acceso es que vivimos esta crisis.
-He conocido gente de muy pocos recursos, con pocas opotunidades y son grandiosos. La crisis surge de esta idea de que la torta está mal repartida y así es, pero también de la victimización, que tenemos que ir dejando de lado. La conexión con la muerte trae esa comprensión: es importante romper con este paradigma cultural de que no hay que hablar de la muerte.

-Pero nos educan para lo contrario, para mantenerla lo más lejos posible.
-Claro, y eso genera políticas públicas, un detrimento de la vejez, un abandono, porque es algo que no queremos ver. A Simone de Beauvoir nadie quería publicarle su libro "La vejez", porque era sobre algo de lo que no se debía hablar, porque los viejos son feos. Se genera una desvalorización del ser humano en tanto cumple años y una sobreestimulación de la juventud y del ego.

-La Desideria, un personaje popular en el amplio sentido, ¿de qué manera es vigente en estos tiempos?
-La Ana González, en sus inicios, representa algo que las chilenas y los chilenos tenemos mucho: atravesar límites. Ella trascendió todo lo que la sociedad le pedía. Se subió a un escenario a improvisar cuando no había escuelas de teatro en Chile. Fue muy enjuiciada y ella entró en este juego lúdico, desde el humor, para cumplir con un llamado: actuar: El poder que les puso a su carrera y personajes tiene esa carga: voy para allá, con pasión y humor y aunque me digan que no vaya. Y toca temas sociales, la Desideria fue tan potente como personaje, empoderó a tantas mujeres que no eran parte del sistema, que se convirtió en presidenta honoraria del primer sindicato de empleadas particulares. Ana González era una feminista profunda que creía en la grandeza de la mujer.

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