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Pregunta kafkiana complicó aún más la PSU de Lenguaje
Un personaje llamado A espera concretar un negocio con B y para ello se dirige a un lugar H. Si eso le parece raro, lo que sigue son una serie de desencuentros y cruces fallidos que culminan con A torciéndose un tobillo en la escalera, mientras un furioso B -"tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado"- desaparece para siempre, dejando en nada el mentado negocio.

Esa es la trama del cuento "Una confusión cotidiana", de Franz Kafka, que arruinó la mañana a varios postulantes que rindieron la PSU de Lenguaje. A los nervios y las amenazas de toma se le sumó en el ítem de Comprensión Lectora la intrincada historia de los personajes que sólo tienen una letra como nombre, lo que terminó de sumir a los jóvenes en una escena kafkiana ("algo trágicamente absurdo", según la RAE).

"Era enredado, tenías que hacer como una relación matemática. Hice una recta, traté de entrelazar cosas y como que relacioné todo y me lo imaginé y ahí se me hizo un poco más simple", confesó Alan Murúa, de 18 años, en el liceo Paulina Von Mallinckrodt, en Providencia.

Antonia Lizana también lo encontró complejo. "Hacía que uno se confundiera, porque no había nombres, nada", dijo la joven a la salida del liceo Augusto D'Halmar, en Ñuñoa. En ese mismo establecimiento se encontraba Javiera Alarcón. "Me gusta lenguaje, entonces para mí fue entretenida la prueba. Habían muy buenos textos, uno de Benedetti, otro de Kafka", señaló.

Parece fácil, pero no

El relato, que se convirtió en la más comentada de las preguntas de esta accidentada PSU, no ocupa más de una página (aparece completo en el recuadro que acompaña esta nota) y no se encuentra en ninguno de los siete libros que Kafka publicó en vida. "Sí está recogido en las 'Obras Completas', en la sección 'Escritos Póstumos', a veces bajo el título 'Un suceso cotidiano'", aclara Roberto Chacana, de la Facultad de Filosofía de la Universidad Austral, quien lleva 18 años estudiando al escritor checo y ha publicado dos libros sobre él.

Por los diarios de Kafka es posible saber exactamente cuándo creó este cuento. "Lo escribió en la segunda quincena de octubre de 1917 en Zürau, poco después de que le fue diagnosticada la tuberculosis de la cual moriría en 1924. Zürau es una localidad al noroeste de Praga donde se recluyó por unos meses en busca de buen tiempo", contextualiza Chacana.

El texto alude a varios temas claves para el escritor, como el fracaso y la impaciencia. "Al personaje kafkiano le suele parecer que los proyectos que se plantea son de una resolución más o menos fácil, o que solo dependen de su esfuerzo. Sin embargo, comienza a tropezar con una serie de obstáculos, tanto externos como internos. Uno de ellos es la testarudez, que le hace pasar por alto las señales que le indican que ha tomado un camino equivocado. El personaje no hace caso de ello. Sigue su camino, un camino que lo lleva directo al fracaso", comenta el académico.

Confusión infinita

Javier Llaxacondor, poeta peruano, director del Festival Internacional de Poesía (Fip Santiago) y realizador del taller "Kafka para inocentes", advierte que el escritor plasmaba su obra en alemán, lo que implica una dificultad extra. "De repente una traducción puede sonar un poquito más confusa que otras, lo que puede llevar a que aún sea más complejo", explica.

Para él, este es uno de los cuentos que mejor representa el espíritu del escritor. "El significado es esta confusión infinita, que no ocurre como algo único o excepcional, sino que para Kafka es algo normal", opina.

"Una confusión cotidiana"
Franz Kafka

"Un incidente cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. A tiene que cerrar un negocio con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, tarda diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. Al otro día vuelve a H, esta vez para cerrar el negocio. Como probablemente eso le exigirá muchas horas, A sale muy temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Llega al atardecer, rendido. Le comunican que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado en el camino. Le aconsejan que espere. A, sin embargo, impaciente por el negocio, se va inmediatamente y vuelve a su casa.

Esta vez, sin poner mayor atención, hace el viaje en un momento. En su casa le dicen que B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzó con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no tenía tiempo y que debía salir en seguida.

A pesar de esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Y ya había preguntado muchas veces si no había regresado aún, pero seguía esperándolo siempre en el cuarto de A. Feliz de hablar con B y de explicarle todo lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar tropieza, se tuerce un tendón y a punto de perder el sentido, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y que se pierde para siempre".

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