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Qué le pasa al cerebro medio segundo antes de ver esta imagen
Biestable nada tiene que ver con ser doblemente estable. Es la característica de una cosa, la peculiaridad que ronda a ciertas imágenes. Enrique Lorca, quien ha pasado cuatro años estudiando lo que le pasa a los humanos con las representaciones biestables, explica que esas imágenes tienen dos estados preceptuales. O sea, una persona puede ver dos cosas distintas en un mismo dibujo que jamás cambia.

"Fíjate en el dibujo de la mujer que se ve vieja o joven dependiendo de quien la observe. Nuestra pregunta era por qué sucede eso. La imagen siempre es la misma, no varía. Cómo ocurrió, en qué momento, qué le dijo a mi cerebro que cambiara la percepción de la imagen o será que mi cerebro la cambió sin preguntar. Ese era el paradigma inicial", explica el investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

Expermineto visual

Lorca reclutó a 26 voluntarios para determinar qué ocurría en esas personas al momento de observar una serie de imágenes biestables. El investigador pensaba que la decisión de percibir una cosa u otra dependía de los movimientos oculares, pero obtuvo una sorpresa: el cerebro manda.

Para llegar a la conclusión de que el cerebro decide lo que vemos, Lorca puso a los 26 voluntarios frente a pantallas de computador. En ellas veían varios tipos de imágenes biestables.

"Usamos el cubo de Necker, que es el típico que dibujabas en el cuaderno de matemáticas, ponías las aristas y de pronto, el cubo se daba vuelta, veías que estaba hacia arriba y después hacia abajo. También utilizamos una esfera que gira a la derecha o izquierda y unas grillas que permiten ver líneas que se separan o rombos que suben", detalla.

Además, el investigador midió los movimientos oculares a través de cámaras infrarrojas, puestas a 65 centímetros de distancia de los ojos. Sobre la cabeza de los voluntarios instaló un encefalograma para medir la actividad eléctrica del cerebro.

"Hicimos experimentos muy rigurosos para medir la influencia de mover los ojos en este tipo de ilusiones visuales. Les dijimos que miraran los dibujos todo el tiempo que quisieran. Después, les ordenamos mirar a un punto que pusimos al medio de la imagen. No podían mover la vista de allí, pero nos tenían que avisar cuando la percepción de lo que estaban viendo cambiara. También les pedimos dar vuelta la imagen todas las veces que pudieran. Pensamos que podía haber estrategias oculares, pero pasó algo distinto", destaca.

El cerebro decide

Lo escribió Nicanor Parra, acaso evidencia tenía. "Libertad absoluta de movimiento. Claro que sin salirse de la jaula". Aquella estrofa, publicada en 1985, grafica a un ser humano convencido de su libre albedrío. La paradoja ocurre en que esa capacidad de decidir está orquestada por el cerebro.

Lorca y su equipo demostraron que algo pasó en la actividad cerebral de los voluntarios. Un momento específico que les indicó que la percepción de lo que estaban viendo había cambiado. Que el cerebro de esas personas había decidido qué ver antes de que ellos se dieran cuenta del cambio de percepción de la imagen biestable.

"Ocurre medio segundo antes de que la persona diga que cambió lo que estaba viendo. Eso en el mundo cerebro es mucho tiempo. Piensa que las neuronas responden en 20 milisegundos y eso sucede en 500 milisegundos", dice.

"Nosotros creemos ser dueños de lo que vemos y vivimos, pero al parecer, nuestro cerebro le da un sentido a la realidad, que está previamente construida antes de que nosotros nos demos cuenta de que está construida así. Al parecer, nuestro cerebro es dueño de decisiones que no tomamos", asegura.

Eugenio Rodríguez, doctor en Ciencias Cognitivas de la Universidad París VI, comparte los hallazgos de Lorca. "Hoy está en duda si disponemos o no de libre albedrío. En la década de los 70, Libet concluyó que no tenemos voluntad de hacer. Lo que tenemos es la libertad de no hacer. Eso es interesante, el cerebro funciona de modo automático, esta programado, pero el humano tiene la capacidad de no hacerlo. Es un tema profundo, moral, filosófico y biológico", finaliza el académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica.

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