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Personas que ayudan a transitar por la ciudad

Las cuatro amigas

Bastián es un joven que vende agua en la esquina de Bellavista con Loreto. Al ver los estragos que estaba causando la falta de un semáforo en esa intersección, les preguntó a sus amigas de El Castillo, en La Pintana, si se animaban a ir a ayudar a ordenar el tráfico. Las muchachas se entusiasmaron y se tomaron en serio el desafío. Se compraron chalecos reflectantes, pitos e hicieron unos carteles de cartulina roja y verde, con las palabras PARE y SIGA por ambos lados.

"Casi todas tenemos hijos, así que en la mañana los dejamos en los colegios o jardines infantiles y a las 9 de la mañana nos juntamos donde el Bastián y nos venimos. Nos demoramos 2 horas en llegar, tenemos que tomar dos micros", cuenta Macarena Parraguez, de 25 años (la segunda de izquierda a derecha).

Con sus amigas Linda (27), Tania (22) y Raysa (28) se reparten las esquinas y se miran constantemente para ver cuándo deben cambiar y darle prioridad a los autos de la otra calle (unas también se paran en Santa María). Funcionan como relojito. "La gente está agradecida y contenta con la ayuda. Pero los que menos plata dan son lo que andan en los autos más bacanes", asegura la joven.

Como hace tanto calor, se turnan para descansar y refrescarse. La señora Ginette (54) las acompaña: "Ella nos cuida, nos echa bloqueador y nos da pancitos", cuenta Macarena, quien asegura que cada una junta diariamente entre 10 y 15 mil pesos.

Las chiquillas se quedan máximo hasta las 4, sino después las agarra la hora del taco.

Su negocio murió tras el estallido

Eduardo (36) vende sopaipillas en un carrito afuera del Metro Carlos Valdovinos junto a su esposa, pero las ventas de la pyme se le vinieron abajo tras el estallido social. Su amigo Ringo (al fondo en la foto) lleva cuatro semanas dirigiendo el tránsito en Vicuña Mackenna con Santa Isabel y lo invitó a acompañarlo. "Estaba aproblemado con los regalos de Navidad. Tengo cuatro hijos y les quiero comprar zapatillas y regalos, así que esto me ayuda un montón", cuenta Eduardo, quien ahora deja instalada a su mujer en el Metro temprano en la mañana y luego se va a ayudar a los automovilistas.

Ringo (43) vive y trabaja en esa esquina desde hace 20 años. Antes del 1 8 de octubre vendía jugo de naranja recién exprimido, pero unos inspectores le quitaron el carro. Ahora piensa comprarse otro exprimidor con las propinas que le da la gente. Valen $15.000. "Ayer me tan bien que pagué $17.000 y me fui a dormir a un hotel del barrio, pero eso no lo puedo hacer todos los días". Ambos están desde como las 10 u 11 de la mañana y se quedan hasta cerca de las 7 PM. Se van turnando, porque el sol pega fuerte. Al final del día dividen en dos el dinero que juntan en un tarrito. "Recibo propinas hasta las 6, después sólo dirijo el tránsito y me preocupo que no atropellen a nadie. No puedo preocuparme de recibir monedas y ordenar los autos a esa hora", aclara Ringo, quien un día llegó a juntar $50.000. Eduardo complementa: "La gente agradece lo que uno hace. Yo salgo de acá y queda la embarrada altiro. Mire, ¿quiere ver lo que pasa si no estoy?

Perdió su trabajo y se fue a dirigir el tránsito

Luis Reyes (38) trabajaba como guardia de seguridad en un supermercado de Pudahuel que fue saqueado y ahora está sin trabajo. "Una mañana vine a manifestarme pacíficamente a Plaza Italia y vi que empezó a quedar la embarrada con los autos. Agarré un chaleco verde que encontré botado y empecé a ayudar. Después de eso he venido todos los días", cuenta.

El está separado y vive con su hija de 17 años. Después que ella se va al colegio, Luis se dirige a Plaza Italia y se intala en la intersección de Vicuña Mackenna con Andrés Bello. Un cruce muy complicado, pero él es bastante histriónico, mueve los brazos, toca fuerte su pito y se hace respetar. "En la mañana hay unas carabineras, pero ellas después se van. Ya me conocen y me preguntan si yo voy a quedarme. Hay gente prepotente que igual tira el auto aunque uno esté dirigiendo. En esos casos no hay mucho que hacer, sólo me preocupo que no vayan a atropellar a algún peatón. Pero en general hay respeto y agradecimiento por lo que hago. La gente te grita por la ventana y te da las gracias", cuenta el hombre de Pudahuel.

"Me quedo hasta las 4 PM, porque después me voy a la casa para estar con mi hija. En general, gano entre $9.000 y $15.000 diarios. A mí me gusta hacer esto y feliz seguiría haciéndolo, pero con sueldo e imposiciones", aclara.

Este viernes Luis no va a estar en Plaza Italia porque tiene la graduación de su hija. "Cuando todavía tenía trabajo le compré una cadena de oro y un anillo. Con estas monedas que me dan le voy a comprar unas flores".

La calle complicada

En varios lugares de Vicuña Mackenna no están funcionando los semáforos. Entre las vías exclusivas para micros y las de autos, en algunos sectores esa avenida tiene hasta siete pistas. Evidentemente cruzarlas es problemático. Pero a la altura de Francisco Bilbao hay dos hombres facilitando la tarea. Uno de ellos es José Martínez, un boliviano de 43 años que llegó al país hace 18. Trabaja en la construcción pero en estos días está cesante. Su amigo Luis lo invitó a sumarse a esa esquina, necesitaba ayuda para controlar la situación y que el tráfico fuera más expedito. Uno se instala en lado oriente de la avenida, controlando a los que bajan por Bilbao y deteniendo a los que vienen por Vicuña Mackenna desde el sur, y el otro se ubica al poniente de la amplia avenida. "En cuatro horas puedo ganar unos $20.000, pero la gente a veces también me da otras cosas, como botellas de agua. La otra vez me regalaron una energizante", cuenta José, quien tiene cuatro hijos en el colegio.

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