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Tomás Jocelyn-Holt
Faltaban 20 minutos para las diez de la noche del martes cuando el ex diputado Tomás Jocelyn-Holt llegaba hasta el centro de reclusión de Gendarmería, en el sector del barrio Blas Cañas, para cumplir con la primera de las 15 noches de reclusión nocturna que se le determinaron por haber fumado en una plaza de Las Condes hace un año. Una actividad que por decreto municipal fue prohibida por el alcalde Joaquín Lavín en diciembre del año pasado.

En horas de la tarde de ese mismo martes Tomás Jocelyn Holt fue detenido en su departamento de avenida Colón por Carabineros, por haberse negado a pagar a multa de 5 UTM ($246.145) como pena. Antes de partir al centro de reclusión tuvo tiempo para afeitarse y preparar sus cosas. Eligió zapatos sin cordones, unos mocasines que compró hace 30 años. Tampoco llevó cinturón para afirmarse los pantalones. Al llegar al penal se arrepintió de ambas decisiones: "Me di cuenta de que yo era el único pelotas con mocasines y sin cinturón, pero estaban todos con zapatillas", comenta el ex candidato presidencial, quien apenas llegó al lugar armó su cama con dos frazadas y una almohada.

"Es una casona tipo claustro de monjas donde hay un galpón construido en la época del terremoto de 2010, para que las personas dumieran en literas separadas por cortinas. Caben 100 personas, pero en 2016 hubo 900 personas durmiendo ahí", relata Jocelyn Holt, quien durmió en la primera cama de abajo hacia arriba del camarote. La luz era tan tenue que no pudo leer. Eso sí, la luz no fue impedimento para que el ex militante DC pudiera conversar con uno de sus dos compañeros de camarote.

"Lleva cinco años en ese lugar. Y él se hace cargo solo de su hijo de cuatroaños. Trabaja como vendedor ambulante de productos de entre 500 y 700 pesos. Me provocó mucha impresión él. Fue amable y muy decente", cuenta y asegura que antes de dormir esa noche, tuvo un tiempo para compartir con otros presos en el patio del lugar donde hablaron de la crisis social y política que ya cuenta un mes desde el estallido por el alza del Metro. "Uno de ellos me reconoció. Y normalmente pudieron haber empezado a decir cosas en contra de los políticos. Ellos me pudieron haber considerado un pije medio idiota, pero fueron muy amables conmigo", reflexiona.

"Generalmente uno se encuentra con gente quejumbrosa, pero se puede decir que por primera vez, y en esta oportunidad, me encontré con personas serenas, que no juzgan cuando hablan del tema político. No lanzan un discurso militante", relata.

-¿Gran experiencia para usted?
-Mire, el teniente y el capitán me ofrecieron quedarme solo en la enfermería, para protegerme, y yo dije que no. Para qué me voy a segregar. Prefiero aprender de la experiencia. Acá me di cuenta de que entre gendarmes y reclusos hay una relación de mucho respeto y no se refuerza esa dinámica de tribus que se puede dar en otros lugares. Acá se acuestan y se duermen, no porque e gendarme diga. En la mañana, cuando desperté apurado para irme, uno de los compañeros de habitación me dijo que tenía cinco minutos más para dormir. Esas cosas te dan noción del carácter de una persona.

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