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Roberto Tobar disfruta al explicar el origen del apodo Roberto Robar
Roberto Tobar fue felicitado por medio mundo tras su impecable arbitraje en la final de la Copa Libertadores jugada en Lima entre Flamengo y River Plate, pero eso no ha significado para él grandes festejos ni menos lo ha distraído de sus actividades cotidianas.

Estas últimas tienen que ver con la crianza de sus mellizas de dos años y tres meses, Violeta y Martina. Todas las mañanas y antes de iniciar su actividad laboral, Tobar se encarga de cuidar a sus hijas, de ver que se levanten y tomen desayuno porque su señora, Jennifer Azú, que es sicóloga, sale temprano a trabajar. Solo cuando la nana o su suegra llegan y lo relevan, Tobar inicia su jornada, que hoy es ser árbitro las 24 horas porque, como todos los jueces de Primera División del fútbol chileno, es profesional.

-¿Cómo llegó a ser árbitro?
- Fueron varios factores. Obvio que cuando chico era loco por el fútbol y pensaba que podía ser profesional.

-Pero no era tan bueno.
-No, sí era bueno. Jugaba de volante central y de defensa y no era patadura. Igual tenía mis cositas. Pero no pude iniciar una carrera desde las inferiores porque fui un niño extremadamente sobreprotegido por mis padres. Como fui hijo único, me tenían muy controlado. Ni imaginar, por ejemplo, que me dejaran irme solo en micro a alguna parte o que me fuera a jugar lejos de la casa. Nunca tuve esa posibilidad.

-¿Eso le creó alguna tranca?
-Sin duda que forjó en mí una personalidad especial. Siempre he sido tímido y la verdad es que tampoco soy muy de andar en lote con amigos. Soy poco sociable.

-¿Y cómo alguien así piensa en ser árbitro?
-Creo que fui forjando mi personalidad y venciendo la timidez por influencia de mi mamá. Ella era una mujer de carácter fuerte. También me hizo bien, en su momento, jugar fútbol en ligas de barrio. Nosotros vivíamos en La Florida, cerca de la estación Elisa Correa del Metro, y ahí jugaba en canchas de tierra y contra rivales que iban fuerte a la pelota y al choque sin asco. Si quería jugar, no podía permitir que me pasaran a llevar.

-Siga contando como llegó al arbitraje.
-Cuando salí de cuarto medio, mi sueño era estudiar educación física pero mi familia no tuvo las lucas para que pudiera entrar a la universidad. Entonces me metí a estudiar ingeniería informática. Estaba en eso cuando un día vi en la tele un aviso del Inaf promocionando cursos, entre ellos el de árbitro. Ahí se me iluminó la mente. Como yo era futbolero desde chico, siempre me fijaba en los arbitrajes. Era bien crítico. Pensaba que en Chile los árbitros no dejaban jugar, que paraban a cada rato los partidos. Y que los que dirigían en los torneos sudamericanos eran localistas y siempre perjudicaban a los equipos chilenos. Yo quería rebelarme a todo eso y me inscribí en el curso de árbitro.

-¿De dónde sacó la pasión futbolera?
-De mis viejos. Los dos eran fanáticos y no había partido que no viéramos. En especial los internacionales. Me acuerdo de haber visto toda la campaña de Colo Colo en 1991 cuando ganó la Copa Libertadores, la de la UC en 1993 cuando fue subcampeón y ese penal que atajó Wirth en las semifinales ante los colombianos, la de la Unión del Pelado Acosta, o sea de Nelson Acosta, la de la U que fue eliminada por River con ese penal que no cobró el juez Rodas.

-Ya. Me dijo todos los clubes que pudo para que no se notara cuál es su favorito.
-Jajajá. Cierto. Ni loco le doy ese dato.

-¿Y cuáles eran sus ídolos futbolísticos?
-Soy de la época de Iván Zamorano y Marcelo Salas jugando en los grandes de Europa. Idolazos los dos.

-Bien. Cero pistas. Sigamos. ¿Pensó que llegaría a los niveles que ha alcanzado como árbitro?
-Desde que empecé a dirigir partidos en Quilín a los cadetes, pensé que podía cumplir con los estándares exigentes y llegar a un buen nivel. He tenido buenos guías. El primero fue Gastón Castro en INAE Y hoy el profesor Enrique Osses ha sido un gran soporte.

-Dicen que los árbitros, para hacer carrera y tener los mejores partidos, tienen que tener un padrino. ¿Cree que eso lo ha ayudado en su carrera?
-Siempre me han dicho que soy preferido de todos los profes, por lo que debe deducirse que es porque yo soy profesional y trabajo bien.

-¿Cómo se define usted como árbitro? ¿Tarjetero? ¿Conciliador? ¿Autoritario?
-Uno de mis modelos fue Carlos Chandía, quien era muy tranquilo para arbitrar. Yo me considero así. Creo que cometo pocos errores, conozco bien el reglamento y soy de los que les explica a los jugadores algún cobro que pudieron no compartir.

-Dos jugadores, el boliviano Escobar y el uruguayo Riquero, dijeron alguna vez que usted les ofreció combos a la salida de la cancha.
-Si hubiese sido así, seguro que me habrían pillado. No es verdad. Hoy, con las cámaras que lo siguen a uno, ni siquiera decimos groserías. Antes eso sí pasaba, pero ahora no. No soy un tipo que ande ofreciendo combos.

-Pero sí lo han acusado de ser parcial. Por algo en Chile algunos lo conocen como Roberto Robar.
-(Ríe) Sí, lo sé. Y ese tipo de sobrenombre me da risa. Fui hincha y por eso entiendo que me digan así. Es parte del juego y no lo veo como un ataque. Pero de verdad, ¿le cuento cómo surgió ese apodo?

-Ya pues, cuente, cuente.
-Fue en una crónica aparecida en el diario "El Mercurio". No le voy a decir el nombre del periodista, pero aparentemente, por acción del autocorrector del computador, Tobar se cambió automáticamente a Robar. Al menos eso me dijeron.

-¿Y lo creyó?
-Sí, pienso en la buena fe. Mis colegas querían que demandara al diario, pero me pareció una exageración. Todos nos podemos equivocar.

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